JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Autódromo Hermanos Rodríguez, Ciudad de México
Domingo 24 de enero de 1999
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. En la Santa Misa que acabamos de celebrar he tenido el gozo de compartir con todos Ustedes la misma fe y amor en Jesucristo, unidos con la misma esperanza en sus promesas. Les agradezco con todo mi corazón su presencia aquí, tan numerosa, y de nuevo les aliento a vivir firmemente su compromiso cristiano como miembros de la Iglesia que camina hacia el tercer Milenio.
2. La Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in América, presentada ayer, invita a este amado Continente a dar un renovado "sí" a Jesucristo, acogiendo y respondiendo con generosidad misionera a su mandato de proclamar la Buena Nueva a todas las naciones (cf. Mc 13,10). Bajo la mirada protectora de María pongo de nuevo los frutos evangelizadores del reciente Sínodo de América, el ardor apostólico de sus Iglesias locales y también esta Visita pastoral a la querida nación mexicana.
3. Mañana se concluye la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que este año tiene como lema: "Él habitará con ellos. Ellos serán su pueblo y el mismo Dios estará con ellos" (Ap 21,3b). Alcanzar la plena comunión entre todos los creyentes en Cristo es un objetivo constante de la Iglesia, la cual pide al Padre con renovado fervor en la preparación al Gran Jubileo del 2000 que sea una realidad el deseo de Cristo de que todos sean uno (cf. Jn 17,11). La plena unidad entre los cristianos, hacia la cual se van dando pasos consoladores, es un don del Espíritu Santo que se ha de pedir con perseverancia.
4. El amor a la Madre de Dios, tan característico de la religiosidad americana, ayuda a orientar la propia vida según el espíritu y los valores del Evangelio, para testimoniarlos en el mundo. Nuestra Señora de Guadalupe, unida íntimamente al nacimiento de la Iglesia en América, fue la Estrella radiante que iluminó el anuncio de Cristo Salvador a los hijos de estos pueblos, ayudando a los primeros misioneros en su evangelización. A ella, que llevó en su seno al "Evangelio de Dios" (Evangelii nuntiandi, 7), pido que les ayude a ser testigos de Cristo ante los demás.
Que María Santísima interceda por nosotros y, con su protección materna, nos acompañe en este compromiso alentador.
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