JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 3 de septiembre de 2000
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Al término de esta solemne celebración, saludo con afecto a los peregrinos de lengua italiana y, en particular, a los de Senigallia, Spoleto, Ímola, Sotto il Monte, Bérgamo, Venecia, Génova, Ventimiglia y Liguria. A todos os agradezco vuestra devota presencia y os exhorto a seguir el ejemplo de los nuevos beatos.
Saludo cordialmente a las personas de lengua francesa, principalmente a los jóvenes, y a todos los peregrinos de la familia marianista, que han venido para la beatificación del padre Chaminade. Queridos amigos, que vuestra oración, en este domingo, fortalezca vuestra fe y estimule vuestro deseo de seguir verdaderamente a Cristo por el camino de la santidad. Os bendigo a todos de corazón.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos y visitantes de lengua inglesa, especialmente a quienes han venido desde Irlanda para la beatificación de dom Columba Marmion. La santidad es un desafío y un deber para todos los seguidores de Cristo en todas las épocas. Ojalá que el ejemplo de los nuevos beatos guíe, fortalezca y estimule nuestro seguimiento de Cristo. Que Dios esté con vosotros y con vuestras familias.
2. Fue profunda la devoción mariana de los nuevos beatos. A Pío IX, el Papa del dogma de la Inmaculada Concepción, el pueblo cristiano le agradecerá siempre el haber proclamado esta estupenda verdad de fe, fuente de luz y esperanza para el destino del mundo y de todo hombre.
Juan XXIII dejó en su Diario del alma el testimonio de un amor filial a la Virgen Santísima, que se resume en la invocación: "Madre mía, confianza mía".
A las mujeres de todas las edades y condiciones el obispo Tomás Reggio les proponía como modelo a María, "mujer por excelencia, espejo limpísimo en el que es necesario reflejarse para aprender qué es lo que debemos hacer por amor a su Hijo".
El padre Chaminade, dirigiéndose a sus religiosos, decía: «Somos misioneros de María, que nos dijo: "Haced lo que él [Cristo] os diga"».
Por último, el abad Marmion escribió en su célebre libro Cristo, vida del alma: "Si Jesucristo es nuestro Salvador, porque asumió la naturaleza humana, ¿cómo podremos amarlo verdaderamente, cómo podremos asemejarnos a él perfectamente, sin tener una devoción particular a la Mujer de quien recibió esa naturaleza humana?".
Que María, Reina de los santos, nos ayude a cumplir fielmente en nuestra vida la voluntad del Señor, como lo hicieron estos nuevos beatos.
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