JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 27 de agosto de 1980
El pecado de adulterio
1. Cristo dice en el sermón de la montaña: "No penséis que he venido a abrogar la ley o los Profetas: no he venido a abrogarla, sino a darle cumplimiento" (Mt 5, 17). Para esclarecer en qué consiste este cumplimiento recorre después cada uno de los mandamientos, refiriéndose también al que dice "No adulterarás". Nuestra meditación anterior trataba de hacer ver cómo el contenido adecuado de este mandamiento, querido por Dios, había sido oscurecido por numerosos compromisos en la legislación particular de Israel. Los Profetas, que en su enseñanza denuncian frecuentemente el abandono del verdadero Dios Yahvé por parte del pueblo, al compararlo con el "adulterio" ponen de relieve, de la manera más auténtica, este contenido.
Oseas, no sólo con las palabras, sino (por lo que parece) también con la conducta, se preocupa de revelarnos [1] que la traición del pueblo es parecida ala traición conyugal; aún más, el adulterio practicado como prostitución: "Ve y toma por mujer a una prostituta y engendra hijos de prostitución, pues que se prostituye la tierra, apartándose de Yahvé" (Os 1, 2). El Profeta oye esta orden y la acepta como proveniente de Dios-Yahvé: "Díjome Yahvé: Ve otra vez y ama a una mujer amante de otro y adúltera" (Os 3, 1). Efectivamente, aunque Israel sea tan infiel en su relación con su Dios como la esposa que "se iba con sus amantes y me olvidaba a mí" (Os 2, 15), sin embargo, Yahvé no cesa de buscar a su esposa, no se cansa de esperar su conversión y su retorno, confirmando esta actitud con las palabras y las acciones del Profeta: "Entonces, dice Yahvé, me llamará 'mi marido', no me llamará baali. Seré tu esposo para siempre, y te desposaré conmigo en justicia, en juicio, en misericordia y piedades, y yo seré tu esposo en fidelidad y tú reconocerás a Yahvé" (Os 2, 18, 21-22). Esta ardiente llamada a la conversión de la infiel esposa-cónyuge va unida a la siguiente amenaza: "Que aleje de su rostro sus fornicaciones y de entre sus pechos sus prostituciones, no sea que yo la despoje y, desnuda, la ponga como el día en que nació" (Os 2, 45).
2. Esta imagen de la humillante desnudez del nacimiento, se la recordó el Profeta Ezequiel a Israel-esposa infiel, y en proporción más amplia [2]: ...con horror fuiste tirada al campo el día que naciste. Pasé yo cerca de ti y te vi sucia en tu sangre, y, estando tú en tu sangre, te dije: ¡Vive! Te hice crecer a decenas de millares, como la hierba del campo. Creciste y te hiciste grande, y llegaste a la flor de la juventud; te crecieron los pechos y te salió el pelo; pero estabas desnuda y llena de vergüenza. Pasé yo junto a ti y te miré. Era tu tiempo el tiempo del amor, y tendí sobre ti mi mano, cubrí tu desnudez, me ligué a ti con juramento e hice alianza contigo, dice el Señor, Yahvé, y fuiste mía... Puse arillo en tus narices, zarcillos en tus orejas y espléndida diadema en tu cabeza. Estabas adornada de oro y plata, vestida de lino y seda en recamado... Extendióse entre las gentes la fama de tu hermosura, porque era acabada la hermosura que yo puse en ti. Pero te envaneciste de tu hermosura y de tu nombradía, y te diste al vicio, ofreciendo tu desnudez a cuantos pasaban, entregándote a ellos... ¿cómo sanar tu corazón, dice el Señor, Yahvé, cuando has hecho todo esto, como desvergonzada ramera dueña de sí, haciéndote prostíbulos en todas las encrucijadas y lupanares en todas las plazas? Y ni siquiera eres comparable a las rameras, que reciben el precio de su prostitución. Tú eres la adúltera que en vez de su marido acoge a los extraños" Ez 16, 5-8. 12-15. 30-32.
3. La cita resulta un poco larga, pero el texto, sin embargo, es tan relevante que era necesario evocarlo. La analogía entre el adulterio y la idolatría está expresada de modo particularmente fuerte y exhaustivo. El momento similar entre los dos miembros de la analogía consiste en la alianza acompañada del amor. Dios-Yahvé realiza por amor la alianza con Israel —sin mérito suyo—, se convierte para él como el esposo y cónyuge más afectuoso, más diligente y más generoso para con la propia esposa. Por este amor, que desde los albores de la historia acompaña al pueblo elegido, Yahvé-Esposo recibe en cambio numerosas traiciones: "las alturas", he aquí los lugares del culto idolátrico, en los que se comete el "adulterio" de Israel-esposa. En el análisis que aquí estamos desarrollando, lo esencial es el concepto de adulterio, del que se sirve Ezequiel. Sin embargo se puede decir que el conjunto de la situación, en la que se inserta este concepto (en el ámbito de la analogía), no es típico. Aquí se trata no tanto de la elección mutua hecha por los esposos, que nace del amor recíproco, sino de la elección de la esposa (y esto ya desde el momento de su nacimiento), una elección que proviene del amor del esposo, amor que, por parte del esposo mismo, es un acto de pura misericordia. En este sentido se delinea esta elección: corresponde a esa parte de la analogía que califica la alianza de Yahvé con Israel; en cambio, corresponde menos a la segunda parte de la analogía, que califica la naturaleza del matrimonio. Ciertamente, la mentalidad de aquel tiempo no era muy sensible a esta realidad —según los israelitas el matrimonio era más bien el resultado de una elección unilateral, hecha frecuentemente por los padres—, sin embargo, esta situación difícilmente cabe en el ámbito de nuestras concepciones.
4. Prescindiendo de este detalle, es imposible no darse cuenta de que en los textos de los Profetas se pone de relieve un significado del adulterio diverso del que da del mismo la tradición legislativa. El adulterio es pecado porque constituye la ruptura de la alianza personal del hombre y de la mujer. En los textos legislativos se pone de relieve la violación del derecho de propiedad y, en primer lugar, del derecho de propiedad del hombre en relación con esa mujer, que es su mujer legal: una de tantas. En los textos de los Profetas, el fondo de la efectiva y legalizada poligamia no altera el significado ético del adulterio. En muchos textos la monogamia aparece la única y justa analogía del monoteísmo entendido en las categorías de la Alianza, es decir, de la fidelidad y de la entrega al único y verdadero Dios-Yahvé: Esposo de Israel. El adulterio es la antítesis de esa relación esponsalicia, es la antinomia del matrimonio (también como institución) en cuanto que el matrimonio monogámico actualiza en sí la alianza interpersonal del hombre y de la mujer, realiza la alianza nacida del amor y acogida por las dos partes respectivas precisamente como matrimonio (y, como tal, reconocido por la sociedad). Este género de alianza entre dos personas constituye el fundamento de esa unión por la que "el hombre. se unirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne" (Gen 2, 24). En el contexto antes citado se puede decir que esta unidad corpórea es su derecho (bilateral), pero que sobre todo es el signo normal de la comunión de las personas, unidad constituida entre el hombre y la mujer en calidad de cónyuges. El adulterio cometido por parte de cada uno de ellos no sólo es la violación de este derecho, que es exclusivo del otro cónyuge, sino al mismo tiempo es una radical falsificación del signo. Parece que en los oráculos de los Profetas precisamente este aspecto del adulterio encuentra expresión suficientemente clara.
5. Al constatar que el adulterio es una falsificación de ese signo, que encuentra no tanto su "normatividad", sino más bien su simple verdad interior en el matrimonio —es decir, en la convivencia del hombre y de la mujer, que se han convertido en cónyuges—, entonces, en cierto sentido, nos referimos de nuevo a las afirmaciones fundamentales, hechas anteriormente, considerándolas esenciales e importantes para la teología del cuerpo, desde el punto de vista tanto antropológico como ético. El adulterio es "pecado del cuerpo". Lo atestigua toda la tradición del Antiguo Testamento y lo confirma Cristo. El análisis comparado de sus palabras, pronunciadas en el sermón de la montaña (Mt 5, 27-28), como también de las diversas, correspondientes enunciaciones contenidas en los Evangelios y en otros pasajes del Nuevo Testamento, nos permite establecer la razón propia del carácter pecaminoso del adulterio. Y es obvio que determinemos esta razón del carácter pecaminoso, o sea del mal moral, fundándonos en el principio de la contraposición en relación con ese bien moral que es la fidelidad conyugal, ese bien que puede ser realizado adecuadamente sólo en la relación exclusiva de ambas partes (esto es, en la relación conyugal de un hombre con una mujer). La exigencia de esta relación es propia del amor esponsalicio, cuya estructura interpersonal (como ya hemos puesto de relieve) está regida por la normativa interior de la "comunidad de personas". Ella es precisamente la que confiere el significado esencial a la Alianza (tanto en la relación hombre-mujer como también, por analogía, en la relación Yahvé-Israel). Del adulterio, de su carácter pecaminoso del mal moral que contiene, se puede juzgar de acuerdo con el principio de la contraposición con el pacto conyugal así entendido.
6. Es necesario tener presente todo esto cuando decimos que el adulterio es un "pecado del cuerpo"; el "cuerpo" se considera aquí unido conceptualmente a las palabras del Génesis 2, 24, que hablan, en efecto, del hombre y de la mujer, que, como esposo y esposa, se unen tan estrechamente entre sí que forman "una sola carne". El adulterio indica el acto mediante el cual un hombre y una mujer, que no son esposo y esposa, forman "una sola carne" (es decir, esos que no son marido y mujer en el sentido de la monogamia como fue establecida en el origen, más aún, en el sentido de la casuística legal del Antiguo Testamento). El "pecado" del cuerpo puede ser identificado solamente respecto a la relación de las personas. Se puede hablar de bien o de mal moral según que esta relación haga verdadera esta "unidad del cuerpo" y le confiera o no el carácter de signo verídico. En este caso, podemos juzgar, pues, el adulterio como pecado, conforme al contenido objetivo del acto.
Y éste es el contenido en el que piensa Cristo cuando, en el discurso de la montaña, recuerda: "Habéis oído que fue dicho: No adulterarás". Pero Cristo no se detiene en esta perspectiva del problema.
Notas
[1] Cf. Os, 1-3.
[2] Cf. Ez 16, 5-8. 12-15. 30-32.
Saludo ahora con afecto al Movimiento Apostólico "La Virgen en Familia", del Archipiélago Canario.
La Madre de Dios ocupa un lugar único y privilegiado en el corazón de la Iglesia y de los cristianos. Os exhorto, amadísimos hermanos, como fruto de vuestra peregrinación a la tumba del Apóstol Pedro, a que continuéis viviendo y testimoniando la devoción y el amor filial a la Virgen María, que habéis recibido como don precioso de vuestros antepasados, tanto en la intimidad del hogar como en el ámbito social. Con estos deseos, os bendigo de corazón.(Al grupo italiano de la Institución internacional "Auxilia")
Una palabra particular de aliento llegue ahora al grupo italiano de la Institución internacional "Auxilia", asociación de profesores católicos que practican la caridad poniendo a disposición su capacitación profesional para la enseñanza, en favor de enfermos, minusválidos e incluso detenidos de toda fe religiosa. A vosotros de la sección italiana y a vuestros compañeros de Francia, Bélgica y España, llegue mi saludo cordial y la exhortación a perseverar con gozo en vuestro compromiso particular de caridad y testimonio cristiano.
(A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados)
Un saludo afectuoso a los jóvenes y muchachos aquí presentes. El Papa os quiere y quiere que seáis buenos.
Vuestra edad y vuestra alegría son expresión singular y atrayente de vida; debéis estar agradecidos a Dios por ello. Pero a vuestra jovialidad debéis unir la bondad con todos y especialmente con los más cercanos. ¿Es fácil? No siempre; se requiere sacrificio. Pero es algo hermoso, santo, que agrada mucho a Dios y ayuda mucho a la sociedad tan necesitada de paz y esperanza.
Os anime a este noble esfuerzo mi bendición particular.
Y ahora un saludo y un abrazo a cada uno de vosotros, queridísimos enfermos. Quisiera que jamás os sintierais solos o inútiles en vuestro sufrimiento; porque Jesús está verdaderamente con vosotros, os comprende, y con su sacrificio da valor a los vuestros; podéis así cooperar a la obra de la salvación uniéndoos a su cruz.
Hace falta mucha fe y mucho amor. Pidámoslos a María Santísima que no deja solo a quien sufre, como no dejó solo a su Hijo en el calvario. También a vosotros el consuelo de mi bendición.
Y en fin, un saludo y enhorabuena a los recién casados. Queridos míos: Habéis elegido vivir juntos para siempre en las circunstancias varias e imprevisibles de la vida. Sin embargo, en la convivencia conyugal no todo es fácil siempre. Presentad, pues a Dios en la oración todos vuestro* deseos e inquietudes; con Dios todo se resuelve bien. Y mejor aún si fomentáis la costumbre de rezar juntos.
A la vez que invoco sobre vosotros la ayuda de la gracia divina, os doy también de todo corazón mi bendición.
(A un grupo de Australia)
Me da alegría recibir hoy a visitantes de Australia. Entre ellos figura un grupo de la parroquia de San Juan María Vianney, de Melbourne; y una peregrinación de Sidney organizada por la Sociedad de Nuestra Señora de Lourdes. Que vuestro viaje a Roma os aumente la fe, la fe de Pedro y Pablo, fe en Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor del hombre. Dios bendiga a Australia.
(A una peregrinación de jóvenes de Dublín)
Con gran gozo doy la bienvenida a una peregrinación de jóvenes de Dublín, presidida por el arzobispo Ryan y el obispo Forristal, y acompañada del Ministro de Estado para la Juventud y el Deporte, el alcalde actual y el anterior de Dublín, que me recibieron en esta ciudad. Aprecio mucho esta visita y espero reunirme con vosotros uno de estos días.
(A los peregrinos procedentes de Austria y Alemania)
Permitidme un saludo especial dirigido a dos numerosos grupos presentes:
Saludo en primer lugar a la peregrinación diocesana del obispado de Graz-Seckau (Austria) con vuestro venerable obispo Johann Weber. Estos días os han de ayudar sin duda a encontrar nueva alegría en vuestra condición de cristianos católicos, que en la unidad de una Iglesia extendida por todo el mundo, ofrecéis el regalo de vuestra fe a los hombres de nuestros días para su salvación y para dar gracias a nuestro Señor Jesucristo resucitado.
Después, saludo igualmente de todo corazón a la peregrinación que realiza a Roma la congregación benedictina de Baviera en el año jubilar de San Benito con el venerable abad de Ottobeuren, padre Witalis Maier. Al mismo tiempo que visitáis los venerables lugares de vuestro fundador y seguís sus caminos, os ha iluminado, sin duda de forma perceptible la resplandeciente sabiduría y la amable figura de San Benito con sus ideas, como animación y aliento para vuestra continuación en la vida religiosa.
A estos dos grupos y con ellos a todos los peregrinos de los países de lengua alemana os deseo todo bien y os imparto de todo corazón mi bendición apostólica.
(A los participantes en la Semana anual organizada por la Asociación Bíblica Internacional)
Dirijo un saludo al grupo de religiosas pertenecientes a varios institutos y congregaciones, reunidas estos días en la Semana anual organizada por la Asociación Bíblica Internacional. Al expresaros mi complacencia agradecida por el vivo interés que mostráis hacia la Sagrada Escritura, os deseo que la reflexión asidua y atenta del misterio de la salvación a través de la lectura y escucha de la Palabra de Dios, os sea estímulo para una entrega creciente a los ideales de la vida consagrada, a imitación del Modelo divino. Os acompañe en este afán mi bendición apostólica.
(A la Asociación de Emigrantes belluneses)
Hoy en esta audiencia general hay una particularidad digna de mención. La Asociación de Emigrantes belluneses difundidos por el mundo y la Asociación nacional de Alpinos de Italia, con la ayuda de la población de Belluno han querido donar a las autoridades de Argéntina, nación en la que hay muchos emigrados italianos, una reproducción de la estatua de la Virgen de las Dolomitas que tuve el gozo de bendecir el año pasado en la cima de la Marmolada; y han expresado el deseo de que también esta reproducción fuese bendecida por el Papa. Con sumo gusto accedo a esta petición tan afectuosa, y aprovecho la ocasión para extender la bendición a todos los generosos donantes.
(A los peregrinos de Thiene)
Están presentes en esta audiencia los peregrinos de Thiene, hermosa ciudad industrial de la diócesis de Padua. Al comienzo de las fiestas del V centenario del nacimiento de su Patrono San Cayetano de Thiene, habéis querido encontraros con el Papa. Os lo agradezco de corazón. En vosotros me propongo saludar también a cuantos representáis: sacerdotes, religiosos y religiosas comprometidos en el apostolado de las cinco parroquias de vuestra ciudad;'a cuantos colaboran en numerosos centros de estudio, trabajo y comercio; a las familias y todos sus miembros, con mención particularmente afectuosa de los niños, jóvenes, ancianos y enfermos. Os deseo que en el cumplimiento de vuestra tarea particular tengáis como punto de reflexión y programa las palabras de Jesús que fueron, como bien sabéis, el motor interior del gran santo de la Providencia: "Buscad, pues, primero el reino y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura" (Mt 6, 33).
Os pongo bajo su protección y os ruego le pidáis también por mí, al mismo tiempo que os bendigo de corazón.
(En polaco)
Ayer vivimos la fiesta de la Virgen de Czestochowa y oramos durante la Misa junto con los polacos residentes en Roma y con otros que habían venido de Polonia y de otros países. Estábamos unidos a Jasna Góra porque era la fiesta de la Virgen de Czestochowa, y a Ella, que nos ha sido dada como protectora de nuestra patria, según dice la oración de la Misa, hemos confiado los problemas grandes y sumamente importantes de nuestra patria. También envié ayer mensajes fervientes para que la oración de los peregrinos presidida por el Episcopado polaco junto con el cardenal Primado, obtenga la paz y la justicia para nuestra patria.
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