JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 21 de octubre de 1992
1. "Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre" (Hb 13, 8).
Estas palabras adquieren un significado muy particular en relación con la fecha del 12 de octubre de 1492. Cristóbal Colón, que había partido de España hacia Occidente para buscar una ruta nueva hacia las Indias (por tanto, hacia Asia), descubrió aquel día un nuevo continente. El descubrimiento de América comenzó desde las islas del archipiélago de las Antillas y, en particular, desde aquella isla que fue llamada entonces "Hispaniola". Precisamente en aquella isla se plantó por primera vez la cruz, signo de la redención, y desde allí empezó también la evangelización.
Con la fuerza de su cruz y de su resurrección, Cristo envió a los Apóstoles por todo el mundo: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo... Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28 19-20). Con el descubrimiento del "nuevo mundo" ―gracias al cual el conocimiento del globo terrestre progresó ulteriormente y la vida de la humanidad se enriqueció de una nueva dimensión― , esas palabras del Redentor se transformaron en un reto para sus discípulos.
2. El 12 de octubre de 1992 el Obispo de Roma, junto con toda la Iglesia y en especial con el Episcopado americano, ha ido en peregrinación hasta esa cruz desde la que ―hace quinientos años― inició la evangelización de la nueva tierra ―primero hacia el sur, y luego hacia el norte― . Ha sido, sobre todo, una peregrinación de acción de gracias. Su camino llevaba a Santo Domingo y, al mismo tiempo, al santuario de la Virgen de la Altagracia.
La primera evangelización comenzó el día de Pentecostés, cuando los Apóstoles, reunidos en el mismo lugar en oración con la Madre de Cristo, recibieron el Espíritu Santo. Aquella que, según las palabras del arcángel, es "llena de gracia", se encuentra en el camino de la evangelización apostólica y en todos los caminos que los sucesores de los Apóstoles han recorrido para anunciar la buena nueva de la salvación.
Después de quinientos años era necesario pronunciar, junto con la Madre de Dios, las palabras de agradecimiento por las "maravillas" que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han realizado en favor del pueblo del continente americano mediante el ministerio de tantos mensajeros y administradores de los misterios de Dios (cf. 1 Co 4, 1). La evangelización es obra del amor de Cristo, que actúa a través de los hombres. La evangelización de América se llevó a cabo gracias a la obra de misioneros imbuidos de amor, cuya humildad y valentía, entrega y santidad, y a menudo el ofrecimiento de su misma vida, dieron testimonio de aquel que es Camino, Verdad y Vida.
3. Mediante la peregrinación al lugar donde comenzó la evangelización, peregrinación que tuvo carácter de acción de gracias, hemos querido realizar también un acto de expiación ante la infinita santidad de Dios por todo lo que, en este impulso hacia el continente americano, ha estado marcado por el pecado, la injusticia y la violencia. A este respecto, hubo entre los misioneros quienes nos transmitieron testimonios impresionantes. Basta recordar los nombres de Montesinos, Las Casas, Córdoba, fray Juan del Valle y muchos otros más.
Después de quinientos años nos presentamos ante Cristo, el Señor de la historia de toda la humanidad, para pronunciar las palabras de la oración al Padre que él mismo nos enseñó: "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado..." (cf. Mt 6, 12).
La plegaria del Redentor se dirige al Padre y, a la vez, a los hombres, contra quienes se han cometido muchas injusticias. No dejamos de pedir "perdón", a estos hombres. Esta petición de perdón se dirige, sobre todo, a los primeros habitantes de la nueva tierra, a los "indios", y también a quienes, como esclavos, fueron deportados allí desde Africa para realizar los trabajos más duros.
"Perdónanos nuestras deudas...": también esta plegaria forma parte de la evangelización. Es necesario agregar que las injusticias cometidas fueron la ocasión para que se realizara la primera elaboración del código de derechos humanos, tarea en que sobresalió particularmente la Universidad de Salamanca. Ese trabajo dio frutos gradualmente. En nuestra época esos derechos son aceptados comúnmente como principios de la moral universal.
"Perdónanos nuestras deudas...". Enséñanos a vencer el mal con el bien (cf. Rom 12, 21).
4. "Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre" (Hb 13, 8). El V Centenario de la evangelización ―en cuanto celebración de acción de gracias y de expiación― representa igualmente el tiempo de un nuevo comienzo. En estrecha relación con la fecha del 12 de octubre de 1992, los obispos de toda América Latina han inaugurado la Conferencia dedicada a la nueva evangelización. Dicha Conferencia de Santo Domingo constituye una continuación de las que se celebraron en Río de Janeiro, Medellín y Puebla. Los trabajos de la IV Conferencia general durarán casi hasta fines de este mes.
Nueva evangelización no significa un "nuevo Evangelio", porque "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre". Nueva evangelización quiere decir: una respuesta adecuada a los "signos de los tiempos", a las necesidades de los hombres y de los pueblos de este último tramo del segundo milenio cristiano. Significa, además, promoción de una nueva dimensión de justicia y de paz, así como de una cultura más profundamente radicada en el Evangelio ―un hombre nuevo en Jesucristo―.
Ojalá que Santo Domingo sea como un nuevo cenáculo en el que los sucesores de los Apóstoles, reunidos en oración junto con la Madre de Cristo, preparen los caminos de la nueva evangelización para toda América. Que en el umbral del tercer milenio los pastores sepan presentar al mundo a Jesucristo, que "ayer como hoy es el mismo, y lo será siempre".
Saludos
Amadísimos hermanos y hermanas:
Deseo dar ahora mi cordial bienvenida a todos los peregrinos de lengua española.
En primer lugar, a las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor.
Saludo igualmente a la Delegación de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina); así como a los miembros de la Cofradía “Nuestra Señora de Gracia”, de San Lorenzo del Escorial (España), y al grupo de oración de Puerto Rico.
A todos exhorto a ser apóstoles de la nueva evangelización, a la vez que os imparto mi bendición apostólica.
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