AUDIENCIA
Miércoles 5 de febrero de 1997
(El miércoles 5 de febrero, Su Santidad se vio afectado por la gripe y tuvo que anular la tradicional audiencia general, pero no quiso dejar de saludar personalmente a los fieles y peregrinos que habían llegado de todo el mundo y se hallaban reunidos en la plaza de San Pedro. Juan Pablo II se asomó a la ventana de su despacho y pronunció las siguientes palabras)
Amadísimos hermanos y hermanas:
La gripe ha entrado en la casa del Papa y también me ha afectado a mí. El médico me ha desaconsejado salir y me ha pedido, en particular, que anule la acostumbrada audiencia general del miércoles.
Por eso, me veo en la necesidad de limitarme a saludaros desde la ventana de mi despacho. Lo hago con gran afecto, agradeciéndoos vuestra presencia y vuestra oración.
Hoy celebramos la memoria de santa Águeda, martirizada en Catania, probablemente durante la persecución de Decio, en el siglo III. «Águeda hizo honor a su nombre, que significa buena —hemos leído en la liturgia de las Horas de esta mañana—; ella fue en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su divino Esposo, Cristo, y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del mismo Dios, fuente de todo bien».
Dios, nuestro sumo bien, es la fuente de toda bondad. A todos os deseo que seáis «buenos», es decir, testigos fieles del amor del Padre celestial, que nos colma de tantos dones y nos llama a participar en su mismo gozo.
Quien tiene esta fe conserva, incluso en medio de las dificultades, la paz profunda que nace del confiado abandono en las manos siempre próvidas y sabias de Dios, que no turba la alegría de sus hijos si no es para prepararles una más íntima y mayor.
Saludo a cada uno de los presentes, y envío mi saludo cordial a los enfermos, asegurándoles a todos un recuerdo particular en mi oración. Invocando la protección de la Virgen santísima, os bendigo con afecto.
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Saludo a los peregrinos de lengua española y cordialmente les imparto la bendición apostólica.
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