JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 22 de diciembre de 1999
1. La tradicional audiencia del miércoles tiene lugar hoy en el clima litúrgico y espiritual del Adviento, intensificado aún más ante la cercanía de las fiestas navideñas. La novena de la santa Navidad que estamos viviendo estos días constituye un itinerario litúrgico que nos acompaña en nuestro esfuerzo de preparación para la celebración del gran "hecho" acaecido hace veinte siglos: nos invita a meditar en los aspectos profundos del misterio de la Encarnación y a acogerlos en nuestra vida.
En la Navidad de este año 1999 nos disponemos a vivir un evento extraordinario. En la Nochebuena, ya cercana, comenzará el gran jubileo del año 2000, al que desde hace tiempo la Iglesia se está preparando con fe, y esto da nuevo vigor a nuestra espera. En el último tramo de este tiempo de Adviento, la liturgia pone de relieve la espera de la creación entera. Es como si ésta, después de dos mil años, percibiera con alegría renovada la llegada de Aquel que restablece de modo aún más perfecto su primordial armonía, alterada a causa del pecado.
2. Amadísimos hermanos y hermanas, dispongámonos ya desde ahora a vivir con intensa participación el evento salvífico de la Navidad, comenzando con profunda alegría el Año jubilar. Contemplemos en la pobreza de Belén el gran "hecho" de la Encarnación: Dios se hace hombre para encontrarse con cada uno de nosotros. Dejemos que este gran misterio transforme nuestra existencia durante todo el tiempo de gracia del jubileo. Revivamos la experiencia conmovedora y exaltante de los pastores, que acogieron con prontitud el anuncio de los ángeles, y se apresuraron a adorar al Salvador, convirtiéndose así en los primeros testigos de su presencia en el mundo.
3. La Virgen María, que fue la primera en preparar una digna morada al Mesías prometido y también hoy lo presenta al mundo, nos enseñe a abrir, más aún, a abrir de par en par las puertas de nuestro corazón al mensaje de luz y paz de la Navidad.
Con estos sentimientos y en el marco de alegría espiritual por la inminente apertura del gran jubileo del año 2000, me complace expresaros a cada uno de vosotros mis mejores deseos. Extiendo estos cordiales sentimientos a todos los que se hallan oprimidos por el sufrimiento, a los que deben soportar las pesadas consecuencias de la guerra y a los que se encuentran en dificultades particulares. A todos deseo que experimenten en las próximas festividades el consuelo que deriva de la presencia del Señor, testimoniada por gestos significativos de amor y solidaridad.
Saludo muy cordialmente a los peregrinos venidos de México, Argentina y Chile, así como de otros países latinoamericanos y España. Os invito a preparar vuestro corazón para la venida del Hijo de Dios hecho hombre, acogiéndole con gozo en las familias y comunidades. Dejad que él transforme vuestras vidas, suscitando sentimientos de reconciliación y de paz, de amor y de solidaridad, y que su presencia se haga particularmente cercana durante el gran jubileo del año 2000. ¡Feliz Navidad!
(A un grupo de peregrinos eslovacos)
Queridos hermanos y hermanas, en la cercanía del gran jubileo, os deseo que el Hijo de Dios, Luz del mundo, nacido por nosotros de la Virgen María, conceda a todos la gracia de crecer en el amor, para que nadie camine en tinieblas. Llevad este mensaje a todas las regiones de vuestra patria. Con estos deseos os bendigo.
(En polaco)
Queridos hermanos y hermanas, el villancico que habéis cantado expresa de modo profundo el clima de la Navidad del Señor y nos introduce en el misterio de los acontecimientos que sucedieron en la noche de Belén, cuando el Dios inefable se rebajó hasta sus criaturas, asumió la naturaleza humana y se hizo hombre por nuestra salvación... La Navidad de este año tiene una elocuencia particular: a medianoche de la Vigilia se abrirá la Puerta santa, y en la solemnidad de la Navidad comenzarán en todas las diócesis del mundo las celebraciones del gran jubileo. Los cristianos viviremos el año 2000 como recuerdo de la Encarnación, de la venida al mundo de Jesucristo, verdadero Dios y perfecto hombre.
(A los jóvenes, enfermos y recién casados)
La solemnidad de la Navidad, que este año coincide con la apertura del gran jubileo del año 2000, nos invita a fijar nuestra mirada en el misterio de la encarnación del Verbo.
Mirad a Cristo, queridos jóvenes, para que vuestra vida esté siempre iluminada por su presencia
Vosotros, queridos enfermos, recibid del misterio de la Navidad serenidad y consuelo.
Y vosotros, queridos recién casados, seguid el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, modelo de toda familia cristiana.
A cada uno deseo una santa y feliz Navidad: el Niño Jesús llene el corazón de todos de la alegría verdadera que él vino a traer a la humanidad.
Os bendigo a todos.
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