ORDENACIÓN EPISCOPAL
DE MONSEÑOR STANISLAW SZYMECKI
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Capilla Sixtina
Domingo de Ramos, 12 de abril de 1981
La Iglesia es consciente de que quien entra triunfalmente en Jerusalén entre los hosanna de la muchedumbre, llega allí para cumplir la voluntad del Padre. Este domingo es el primer día de la Semana de Pasión y, por ello, también esta liturgia se presenta llena del contenido de la pasión.
[...]
Acoge en lo profundo de tu corazón la liturgia del domingo de tu consagración episcopal. Hoy impondré sobre ti las manos, junto con el cardenal Rubin y mis hermanos en el Episcopado, para introducirte en el Colegio Episcopal de la Iglesia. Lo hago con alegría, con espíritu de gratitud a la Iglesia de que procedes y a la que estás destinado. En efecto, todo sacerdote venido del pueblo vuelve al pueblo, según las palabras de San Pablo. Vienes del pueblo trabajador de nuestra Silesia polaca y eres sacerdote de la Iglesia de Katowice. En tu currículo personal y sacerdotal figura el largo capitulo de tu permanencia en Francia y las experiencias vinculadas a ésta. Últimamente desempeñabas una tarea pastoral en Francia con los emigrados polacos. Pero antes, y durante muchos años, has sido rector del seminario que la diócesis de Katowice tiene en Cracovia; de estos años tenemos recuerdos comunes. Ahora has sido destinado a la Iglesia de Kielce para ser su obispo y pastor, tras la muerte del obispo Jan Jaroszewicz.
Aquí quisiera poner de relieve nuevamente el gran motivo de gratitud que, en este ministerio mío, brota de la ordenación episcopal del nuevo obispo de Kielce, sucesor del difunto obispo Jan. Hemos estado juntos muchos años, y largos años nos ha unido la comunidad de la metrópoli de Cracovia. ¡Cuántas reuniones, cuántas conversaciones, cuántas preocupaciones y proyectos pastorales! Y si retrocedemos en el tiempo, entonces contemplamos siglos enteros de pertenencia a la actual diócesis de Kielce, a la antigua diócesis de Cracovia. Al marchar a la Iglesia que te confía el Espíritu Santo, llevarás el Evangelio, este Evangelio que dentro de poco te pondremos sobre los hombros para que sientas su peso, del mismo modo que conoces sus dulzuras, a fin de que este Evangelio sea para ti fuente de sabiduría y de deseo de servicio. Anúncialo al pueblo que te está esperando. Anúncialo, a las familias religiosas. Anúncialo a tus hermanos en el sacerdocio. Nárralo, a todos porque es palabra de salvación eterna. Vas a esa Iglesia de la que el Espíritu Santo te constituye obispo y pastor para ejercer en ella el ministerio sacerdotal según el rito de Melquisedec, para actuar el sacrificio y ocuparte de que se actúe plenamente en cada parroquia, en cada reunión del Pueblo de Dios, en todos los sitios donde el sacrificio de Cristo congrega al pueblo y abre los corazones, y crea un espacio para la acción del Espíritu Santo en el alma de la gente. Sé sacerdote de tu Iglesia, actúa el santísimo sacrificio, exhorta a actuarlo a todos tus hermanos en el sacerdocio. Ora con ellos y con todo el Pueblo de Dios de la Iglesia de Katowice para que haya nuevas vocaciones sacerdotales, a fin de que a este pueblo de la tierra polaca y a la Iglesia entera no les falte nunca el servicio sacerdotal diario de los siervos del altar. Llévate contigo el Evangelio de la pasión de Cristo; que sea tu fuerza, como fue la fuerza y la sabiduría de San Pablo. Fortalecido con esta fuerza conforta a todos, sostén a todos y mantén a tu Iglesia como la han edificado tus predecesores, como el difunto obispo Jan, a la altura de la cruz de Cristo, que es signo de salvación y victoria. Vas a construir en la comunidad de la Iglesia de Kielce el Reino de Cristo, El Reino de Dios en la tierra, el Reino del Mesías.
En nombre de este Reino, Cristo quiso hacer su entrada en Jerusalén. Y al entrar en medio del pueblo, que lo rodeaba con palabras de júbilo, presentaba en sí todos los rasgos de la llegada del Mesías. Este Reino que no es de este mundo y, sin embargo, El lo ha instaurado con su pasión y su cruz, con su muerte y resurrección; este Reino debe nacer incesantemente y madurar en los pueblos y en la gente de las distintas generaciones y naciones diferentes. Este Reino tiene ya su historia más que milenaria en la tierra polaca, en la Iglesia de Kielce. Adéntrate en la gran tradición de esta Iglesia y prosigue la obra de tus predecesores, como obispo y pastor ante el pueblo y destinado al pueblo. Cristo, que ha hecho hoy su entrada en Jerusalén para cumplir la voluntad del Padre, te ayude a ti a cumplir la voluntad del Padre; Cristo, que hoy ha entrado en Jerusalén para dar cumplimiento al misterio pascual de su muerte y resurrección, te conceda que resplandezca este misterio en toda tu vida de obispo y en tu vida de Iglesia, Iglesia a la que debes servir desde ahora a semejanza de Aquel que vino a servir, y a semejanza de su Madre, que se llamó "sierva del Señor" en el momento de la exaltación suprema. Que esté en los caminos María Madre de Cristo, para que el Reino de Cristo crezca y se consolide en el Pueblo de Dios de la Iglesia a la que has sido llamado.
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