VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA ROMANA DE SAN TOMÁS DE AQUINO
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
IV Domingo de Pascua, 10 de mayo de 1981
1. "Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y las mías me conocen" (Jn 10, 14).
Estas palabras de Cristo resuenan hoy en el centro de la liturgia del IV domingo de Pascua, en el canto del Aleluya. Con estas palabras quiero honrar con vosotros, queridos hermanos y hermanas, a Cristo resucitado. El, mediante su pasión y muerte, se ha revelado como Pastor que da la vida por sus ovejas, y en su resurrección nos ha dado la certeza de que vive por los siglos, y conduce a su rebaño a la vida eterna.
He aquí lo que escribe a este propósito San Pedro, en su primera Carta: "El no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado..., pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas'' (1 Pe 2, 23-25).
2. La parroquia dedicada a Santo Tomás de Aquino es una pequeña parte de la Iglesia: una parte de ese gran "redil" que mira al Buen Pastor con fe y esperanza.
Hoy me ha sido dado visitar esta parroquia romana; como Obispo de Roma, me ha sido dado realizar entre vosotros un servicio particular de Pastor en el nombre de Cristo resucitado, en el nombre del Buen Pastor.
En primer lugar, os saludo cordialísimamente a todos, queridos feligreses, que sois parte viva del Pueblo de Dios y, en especial, de esta Iglesia romana. Saludo al cardenal Vicario, Ugo Poletti y al obispo de la zona, Giulio Salimei; y dirijo un saludo especial al párroco y a sus más íntimos colaboradores en el ministerio parroquial, que han preparado dignamente esta visita. Quiero saludar también a todas las familias religiosas representadas aquí, y a los varios Movimientos católicos. Tengo presentes, de modo especial, a los laicos comprometidos en el apostolado, a los que animo a proseguir generosamente en su benemérita actividad; a los enfermos con el tesoro de sus sufrimientos; a los jóvenes con su entusiasmo y su deseo de un mundo mejor. A todos os llevo en mi corazón y en mi plegaria.
Esta parroquia está dedicada a un gran Santo, Tomás de Aquino, que gastó su vida no sólo en los estudios filosóficos, sino sobre todo en profundizar la fe cristiana. Por esto, todos nosotros tenemos necesidad de su ayuda, para que podamos hacer realmente adulta, esto es, madura, estable, serena y fecunda para la vida, nuestra adhesión a Cristo Señor.
Me siento muy feliz de estar entre vosotros y de poder conocer vuestras actividades, especialmente en el campo litúrgico y en la catequesis; pero me produce gran pena ver que todavía estáis sin un verdadero y propio edificio de culto y que a vuestra parroquia le falta toda estructura material necesaria para el buen funcionamiento de una institución, que quiere ir al encuentro de todas las diversas clases de personas. Ciertamente, la vida cristiana no depende de un edificio, sin embargo, su falta comporta inconvenientes innegables; porque se carece de la "casa común".
El rápido crecimiento de la población, que ha llegado en breve tiempo casi a las 8.000 personas, y que aumentará todavía notablemente, según el proyecto de nuevas casas en la parte agrícola del territorio, exige dar pasos concretos para la tan deseada y necesaria construcción del templo.
¡Os deseo de corazón que pueda realizarse pronto! Más aún, estaría realmente contento si este domingo del Buen Pastor, si esta visita del Papa diese un valioso impulso a la solución de esta exigencia tan sentida.
Que no falte vuestro esfuerzo y vuestra oración también por lo que se refiere a la construcción de la nueva iglesia. La Providencia Divina no permitirá que falte la ayuda necesaria, como ha sucedido también con otras muchas comunidades.
3. Ciertamente nos resultan muy familiares las palabras del Salmo 22, que en el Antiguo Testamento constituye como una preparación para la alegoría evangélica del Buen Pastor.
Lo acabamos de oír, en forma responsorial, después de la primera lectura bíblica. Es rico de imágenes, que pertenecen a dos ámbitos diversos. Ante todo, se habla de "pastos", que significan el seguro alimento espiritual que nos proporciona el Señor; de "agua", que apaga nuestra sed ardiente; de "camino", que hace ver cómo nuestra vida está moviéndose hacia una meta; y de "valle oscuro", que representa las diversas dificultades que encontramos. Estas imágenes se derivan del ámbito de la relación entre pastor y grey. Pero hay luego imágenes que evocan una gozosa situación de banquete: por esto, se habla de "mesa" preparada, que significa la abundancia que nos ofrece la comunión con el Señor; de "óleo", refiriéndose a su acogedora hospitalidad; y de "cáliz" rebosante, porque el Señor es siempre magnánimo y generoso con nosotros.
Todo el Salmo y, sobre todo, el último versículo, "Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término", manifiesta la felicidad ilimitada que suscita Cristo, Buen Pastor, el cual guía al hombre por los caminos de la "felicidad y gracia" durante la vida terrena, para hacerlo llegar definitivamente "a la casa del Señor".
Cristo resucitado, después de su pasión, suscitó esta confianza ilimitada en los Apóstoles y en los discípulos, así como en aquellos a quienes, a través de los Apóstoles, llegó el testimonio del Evangelio. También en los tiempos difíciles de hoy, cuando frecuentemente tenemos que pasar por "un valle oscuro", y más de una vez podemos sentir incluso "el temor del mal", oramos con la misma confianza.
4. Cristo en la liturgia de hoy" se llama a Sí mismo no sólo "el pastor", sino también "la puerta de las ovejas" (Jn 10, 7).
De este modo Jesús combina dos metáforas diversas, particularmente expresivas. La imagen del "pastor" se contrapone a la de "mercenario", y sirve para subrayar toda la profunda solicitud de Jesús por su grey, que somos nosotros, hasta el punto de darse totalmente a Sí mismo por nuestra salvación: "El buen pastor da la vida por las ovejas" (ib., 10, 11). En esta línea se expresará también la Carta a los Efesios: "Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella" (Ef 5, 25). Nos corresponde a nosotros reconocer en El al único Señor nuestro y seguir "su voz" (Jn 10, 4), evitando atribuir estas características a cualquier mercenario humano, al cual, en definitiva, "no le importan las ovejas" (ib., 10, 13), sino sólo el propio interés. Y esta reflexión nos prepara para entender también la otra imagen de la "puerta". Dice Jesús: "Quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos" (Jn 10, 9). Con estas palabras afirma lo que después anunciarán los Apóstoles: "Ningún otro nombre nos ha sido dado... entre los hombres por el cual podamos ser salvos" (Act 4, 12). El es nuestro único acceso al Padre (cf. Ef 2, 18; 1 Pe 3, 18). Y en El toda nuestra vida encuentra su más auténtica libertad de movimiento: "Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús" (Col 3, 17).
5. La liturgia del domingo de hoy presenta ante nuestros ojos este cuadro tan rico de la verdad pascual. ¿Basta sólo mirar este cuadro? ¿Y acaso dejarse encantar por él?
Es necesario además sacar de él esa llamada de Dios, que está inscrita profundamente en este espléndido cuadro bíblico. Es necesario sentir esta llamada. Es necesario acogerla como dirigida a cada uno de nosotros. Aceptarla con el corazón y con la vida.
Todo esto tiene implicaciones concretas para nuestra existencia cristiana. Ante todo, es necesario reforzar continuamente nuestra unión con Cristo Buen Pastor, y hacerlo en cada circunstancia de nuestra vida: tanto cuando nos hallamos junto a las "aguas tranquilas", como cuando nos encontramos "en un valle oscuro"; efectivamente, El es siempre nuestro Pastor, y nosotros debemos ser también siempre ovejas de su propiedad.
En segundo lugar, es preciso orar por aquellos que en la Iglesia desarrollan el servicio pastoral; en efecto, éste es, a la vez, su gran honor y su gran carga: participar en el ministerio de Pastor de Cristo es una tarea que necesita absolutamente de la colaboración y de la ayuda de toda la comunidad eclesial.
En tercer lugar, es necesario orar de modo particular por las vocaciones al sacerdocio ministerial, a fin de que no falten Pastores a la Iglesia. "La mies es mucha" (Lc 10, 2) y hacen falta operarios en el campo del Señor. Precisamente esta mañana se ha inaugurado en San Pedro un Congreso internacional sobre las Vocaciones en las Iglesias particulares, y vuestra oración puede contribuir a sus resultados positivos.
6. Sin embargo, además de estas importantes conclusiones prácticas, se deben deducir de la liturgia de hoy también otras conclusiones importantes, que se refieren a todos los cristianos. Efectivamente, cada uno participa, de algún modo, en la misión y en la solicitud de Cristo Buen Pastor.
En efecto, cada uno de los bautizados tiene su parte de responsabilidad en la Iglesia, la cual se reconoce y se ejercita tanto más, cuanto mayor conciencia se tiene de la propia conformación con Cristo y se la vive. Como escribe San Pablo, "a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad... Pues vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno en parte" (1 Cor 12, 7. 27). Y es posible realizar esta función a nivel muy práctico. Por ejemplo, los padres tienen una misión pastoral en relación con los hijos, ya que están encargados de su educación no sólo humana, sino también cristiana; por otra parte, también los hijos deben tener una solicitud especial para con sus padres, sobre todo cuando éstos son ancianos y son atendidos cariñosamente, pero también de ordinario para corresponder a los cuidados y al afecto de que han sido rodeados. Además, también entre marido y mujer es necesaria una atención mutua, que no se expresa sólo mediante el amor conyugal, sino también con actitudes de ayuda en las dificultades, de crecimiento común en la fe y de recíproca exhortación a la vida cristiana. Una solicitud muy particular debe caracterizar al mundo de los enfermos; aquí, ante todo, son los sanos, esto es, los médicos y los enfermeros, además de los parientes, quienes deben tener cuidado del paciente de manera no sólo profesional, sino también humana. Pero además, a los mismos enfermos corresponde una original función ministerial en relación con la comunidad cristiana, como escribe San Pablo: "Cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte" (2 Cor 12, 10), es decir, están en disposición de hacer servir los propios sufrimientos para el bien de todos. Y debo decir que yo mismo, muchas veces, experimento los buenos efectos de esta "solicitud", ejercitada hacia mí por personas diversas, en particular por los que sufren y por los enfermos. Y doy gracias por ello al Señor.
7. Y en este sentido, al terminar la homilía, dirijo mi sincero deseo a vuestra parroquia con las palabras de San Pedro.
Queridísimos: "Si obrando el bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios, pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas" (1 Pe 2, 20-21).
¡Parroquia de Santo Tomás de Aquino!
¡Te deseo que el Espíritu de Cristo, Buen Pastor, penetre en ti cada vez más profundamente! ¡Te deseo que vivas su "felicidad y gracia"!
¡Amén!
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