MISA CRISMAL
HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
Jueves Santo 31 de marzo de 1983
1. Esta tarde iremos con Cristo al Cenáculo a través de la liturgia in Cena Domini.
En cambio esta mañana, el Evangelio según Lucas nos lleva a Nazaret donde Jesús "se había criado" (Lc 4, 16). Nos recuerda el día en que Jesús se presentó por vez primera ante los de su tierra cuando estaban reunidos en la sinagoga y les leyó el texto mesiánico del libro del Profeta Isaías. Conocemos bien este texto. Después de leerlo, Jesús se sentó y comenzó a hablar a los allí presentes que tenían la vista fija en El. Entonces les dijo: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír" (Lc 4, 21).
2. Amados y venerados hermanos: Quizá sea necesario que vayamos cada uno con el pensamiento al lugar en que hace. Tiempo se cumplió en nosotros la palabra dé la llamada de Dios. Acaso convenga que volvamos a la catedral o iglesia en que años atrás el obispo nos impuso las manos y. nos transmitió la dignidad y poder vinculados al sacramento del presbiterado. Y tal, vez sea preciso que volvamos a nuestra parroquia natal en la que celebramos solemnemente, por vez primera después de la ordenación, el Santo Sacrificio. Esta fue nuestra "Nazaret" donde se manifestó ante los hombres —los vecinos y los paisanos—, un nuevo, sacerdote elegido de entre los’ hombres y constituido para los hombres (cf. Heb 5, 1). Y cada uno de’ nosotros se puso a hablar delante: de aquellos hombres —vecinos y paisanos nuestros— con un lenguaje que antes no poseía: el lenguaje del siervo y del ministro de la Eucaristía.
3. Es necesario, queridos y venerados hermanos, que volvamos con el pensamiento y el corazón a aquellos lugares y aquellos días. Se aúnan todos en este único "Hoy" litúrgico: el Jueves Santo es el día de nuestro nuevo nacimiento en Cristo por el sacramento del orden. "Encontré a David, mi siervo, / y lo he ungido con óleo sagrado; / pava que mi mano esté siempre con el / y mi brazo lo haga valeroso" (Sal 88 [89], 21-22). Es preciso que confrontemos todos los días, meses y años de nuestra vida sacerdotal con este único "Hoy" litúrgico del Jueves Santo. Es necesario que proclamemos con el Salmista: "Cantaré eternamente las misericordias del Señor" (Sal 88 [89], 2a). He aquí, pues, que a toda nuestra existencia junto con el sacramento del presbiterado se da una dimensión particular ¡que es la dimensión de la eternidad!
4. Y por esto hoy precisamente en este "Hoy" litúrgico del Jueves Santo, deseamos renovar en nosotros la gracia del sacramento del orden. Y queremos también renovar las promesas con que nos vinculamos a Cristo el día de nuestra ordenación mediante éste sacramento. Deseamos repetírselas a El solo: a Cristo, Sacerdote de la Alianza Nueva y Eterna: "Aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A El la gloria y el poder por los siglos de los siglos" (Ap 1, 5-6).
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