CARTA DEL OBISPO DE ROMA JUAN PABLO II
A LAS FAMILIAS DE SU DIÓCESIS
CON MOTIVO DE LA ENTREGA DEL LIBRO
DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Queridísimo hermano;
queridísima hermana:
Cuanto más se acerca el Año santo del 2000, en el que celebraremos el gran jubileo del nacimiento de Jesucristo, tanto más entra en su fase decisiva la Misión ciudadana, que quiere prepararlo.
El año pasado, los sacerdotes y los laicos de tu parroquia te entregaron el evangelio de san Marcos. En estos días vuelven a visitar tu casa para reflexionar contigo sobre la palabra de Dios, para dialogar contigo sobre los grandes temas de la fe y de la vida, y para redescubrir la alegría del encuentro con el Señor.
«Abre la puerta a Cristo, tu Salvador », es la invitación que te dirige, con amistad y fraternidad, la comunidad cristiana.
La Iglesia que está en Roma nació con la predicación de los apóstoles Pedro y Pablo, que aquí anunciaron el Evangelio, es decir, la buena nueva de Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador de los hombres. Aquí murieron mártires, al igual que una gran legión de hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, muchachos y niños, durante la persecución que tuvo lugar entre los años 60 y 70 del primer siglo de la era cristiana.
Su testimonio, con la fuerza del Espíritu Santo, arraigó en esta ciudad y ha llegado hasta nosotros.
Es hermoso y sorprendente poder leer hoy, después de casi dos mil años, las primeras vicisitudes de la historia de la Iglesia, que nació en Jerusalén, la ciudad santa donde Jesús murió y resucitó, y luego se difundió en Palestina, en Asia menor y, sucesivamente, en los países de la cuenca mediterránea, hasta llegar a Roma, entonces capital del imperio.
Esa lectura es posible gracias al libro de los Hechos de los Apóstoles, que te han entregado, para que puedas conocer los comienzos de la fe cristiana y remontarte hasta las raíces de la Iglesia que está en Roma.
Este libro fue escrito por san Lucas, un médico convertido al cristianismo por el apóstol Pablo y que se hizo discípulo suyo. También es autor del evangelio según san Lucas, que este año escucharás proclamar, los domingos, durante la liturgia de la misa.
A los Hechos de los Apóstoles se les suele llamar «el evangelio del Espíritu Santo», porque el Espíritu es su protagonista principal. Desde el día de Pentecostés, cuando descendió sobre María y los Apóstoles reunidos en el cenáculo, el Espíritu Santo guía y sostiene el camino de la Iglesia, actúa en el corazón de cada uno para que se abra y acoja el Evangelio, hace eficaz y santificante la presencia de Jesús en los sacramentos, da la fuerza a los santos y a los mártires para vivir el amor a Dios y al prójimo hasta la entrega total.
La vida de fraternidad y comunión, y el gran impulso misionero de la primera comunidad cristiana, descrita en los Hechos de los Apóstoles, es modelo perenne para cada parroquia y para toda la Iglesia de Roma.
Juntamente con el Espíritu Santo, y bajo su guía, también son protagonistas de este libro Pedro, el apóstol sobre el que Jesús fundó su Iglesia, y Pablo, el gran misionero que predicó el Evangelio a todas las naciones. Lee con amor este libro y descubrirás, en las vicisitudes que narra, la novedad y la fuerza de esperanza que posee la fe en Cristo resucitado. Léelo con gratitud, porque no sólo es historia del pasado: es la memoria viva de lo que el Señor realizó para que su Evangelio llegara hasta ti; es la prueba de que las palabras de Jesús: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20), se han cumplido a lo largo de estos dos mil años y siguen cumpliéndose también hoy en beneficio de todo hombre que cree en él.
La Misión ciudadana y el Año santo quieren fortalecer tu fe en Cristo, que vive para siempre, y ayudarte a reconocer su presencia fuerte y misericordiosa en la Iglesia, y también en la vida de cada día: en la familia, en el trabajo, en la alegría y en el sufrimiento.
Los Hechos comienzan con una promesa y un mandato, que Jesús dirigió a sus Apóstoles y que deben resonar también dentro del corazón de cada cristiano de Roma: «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo (...) y seréis mis testigos (...) hasta los confines de la tierra» (Hch 1, 9). Desde entonces el testimonio de la fe ha pasado de generación en generación, hasta llegar a nosotros, que estamos llamados a vivirla y a transmitirla a las nuevas generaciones y a los que la hayan perdido o rechazado.
El libro de los Hechos te ayudará a comprender que tu fe en Cristo crece si la transmites a los demás. En esta tarea misionera radica la verdadera alegría de todo cristiano, discípulo del Señor. Te bendigo a ti y a tus seres queridos.
Vaticano, 8 de diciembre de 1997, solemnidad de la Inmaculada
IOANNES PAULUS PP. II
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