CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CAPÍTULO GENERAL DE LOS DEFINIDORES DOMINICOS
Al reverendo padre
Carlos Alfonso AZPIROZ COSTA
Maestro general de los dominicos
Cracovia
Venerado hermano, le envío un cordial saludo y la expresión de mi unión espiritual con los representantes de las comunidades dominicanas de todo el mundo, los cuales, durante las últimas semanas, se han reunido en Cracovia para orar juntos y reflexionar sobre la situación actual de la Orden y sobre las tareas que le impone el carisma del fundador en la perspectiva de los desafíos contemporáneos. Estoy seguro de que este esfuerzo ha ido acompañado por el soplo del Espíritu Santo, el cual, a lo largo de los siglos, guía a los hijos espirituales de santo Domingo, colmándolos de sabiduría para anunciar el Evangelio y de celo para servir a Cristo en su Iglesia. Que este soplo os acompañe siempre, a fin de que vuestro ministerio produzca frutos benditos.
Me alegra que esta vez, la primera en la historia, el capítulo general se haya celebrado en Cracovia, teniendo como patrono particular a san Jacinto (san Jacek Odrowaz), tan profundamente vinculado a esa amada ciudad. Espero que en vuestras reflexiones no hayan faltado referencias al celo apostólico de este apóstol de las tierras eslavas, que recorrió desde Gdansk (Danzig) hasta Kiev, no sólo anunciando el Evangelio sino también dando testimonio del amor de Cristo mediante su santidad personal. Mañana, cuando en la liturgia recordemos a este santo, oraré de modo particular para que su espíritu acompañe a sus hermanos dominicos que hoy emprenden la misma misión en todos los continentes.
La actividad apostólica de los dominicos siempre ha estado vinculada al "servicio del pensamiento", como lo ha manifestado el interés por la profundización de las diversas ramas de la ciencia, así como el intento de entablar con sus representantes un diálogo filosófico y teológico. Cracovia, con su universidad, ha sido a lo largo de los siglos un testigo particular de este servicio. Hoy os confío su continuación a vosotros, para que las generaciones de nuestro siglo se inspiren abundantemente en la verdadera sabiduría y lleguen a ser cada vez más libres espiritualmente, capaces de asumir su responsabilidad al servicio de la dignidad de la persona humana en todas las manifestaciones de la vida individual y social.
A la Madre de Dios, Reina del rosario, le encomiendo a usted, reverendo padre general, a los miembros del capítulo y a todos los dominicos. Que su intercesión obtenga para su Orden todos los dones de Dios, a fin de que se desarrolle en la paz y sirva fructuosamente a la Iglesia. De corazón los bendigo a todos: en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Castelgandolfo, 16 de agosto de 2004
JUAN PABLO II
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