1. El gran jubileo, con el que ha comenzado el nuevo milenio, constituye un tiempo de gracia que ilumina toda la vida de la Iglesia. Es una ocasión providencial para una profunda renovación de los creyentes, una reiterada invitación a volver a las fuentes evangélicas. Esta invitación atañe a toda la realidad eclesial, en sus diversas actividades, proyectos y perspectivas. Por eso, con este espíritu los cristianos deben vivir también la Jornada mundial del turismo, que se celebrará el 27 de septiembre de 2000. Contemplando el turismo desde la perspectiva del Encuentro jubilar, deben tratar de hallar motivos para una renovación evangélica más profunda, a fin de responder a las expectativas y retos del tiempo actual.
El jubileo, que evoca el acontecimiento central de la historia humana, brinda a los cristianos una ocasión providencial para profesar su fe y evangelizar, con la firme convicción de que la encarnación del Hijo de Dios y la salvación que realizó con su muerte y resurrección constituyen el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal y los proyectos encaminados a hacer la vida del hombre cada vez más humana (cf. Incarnationis mysterium, 1).
Desde esta perspectiva, quisiera ofrecer algunas reflexiones que ayuden a percibir mejor el valor de esta celebración significativa, a la que la Organización mundial del turismo ha asignado este año un tema estimulante: "Tecnología y naturaleza: dos retos para el turismo en el alba del siglo XXI".
2. El jubileo es una gran experiencia espiritual, personal y comunitaria. En su centro se halla el encuentro interior del creyente con Dios misericordioso, que en Cristo, único Salvador de todo hombre y de todo el hombre, le abre sus brazos paternos. Pero el jubileo es también encuentro comunitario entre creyentes llamados a difundir el mensaje de Cristo en las diversas realidades del mundo, que hoy, gracias al desarrollo de las tecnologías modernas, se halla cada vez más intercomunicado.
Naturaleza y tecnología constituyen los dos campos principales en los que el hombre contemporáneo siente que puede expresar sus potencialidades, siguiendo el mandato del Creador, que a la actividad de sus manos encomendó el universo (cf. Plegaria eucarística IV). Y el jubileo quiere impulsar a los creyentes, purificados por el encuentro con el Señor, a cobrar nuevo entusiasmo para realizar su misión en el mundo. Esa misión implica una atención constante a la realidad del cosmos, al desarrollo de la historia, y a la existencia concreta de las personas y de los pueblos. A todas partes debe llegar el anuncio salvífico de Cristo, porque, como recordó el concilio Vaticano II, "hay que salvar a la persona humana y renovar la sociedad humana" (Gaudium et spes, 3). Ese es el objetivo constante que guía los pasos de la Iglesia y estimula sus continuos esfuerzos por llevar la luz del Evangelio a todos los ámbitos de la existencia humana.
En ese marco, la celebración de la Jornada mundial del turismo se presenta como una ocasión útil para reflexionar sobre las posibilidades que el turismo brinda a la evangelización. Eso no sólo atañe a los que se dedican a la actividad turística por opción profesional o le consagran parte de su tiempo libre, sino también a los que viven en localidades turísticas o forman parte de comunidades cristianas que tienen contactos constantes con peregrinos y turistas.
3. Tecnología y naturaleza son dos retos importantes para el turismo de nuestro tiempo. Llevan a revisar algunos de sus aspectos significativos y las posibilidades pastorales que van surgiendo. El turismo cambia rostro bajo la presión de los nuevos modelos de vida. De tiempo de "descanso" se está convirtiendo cada vez más en ocasión de viajes y vacaciones culturales. Aumenta el deseo generalizado de "redescubrir" la naturaleza, conocer a otras personas y hacer nuevas experiencias.
Utilizando las posibilidades que brinda actualmente la tecnología se pueden realizar nuevos contactos, viajes familiares y comunitarios, e intercambios de visitas entre personas, especialmente jóvenes, de diferentes ciudades y naciones.
El turismo, precisamente gracias a estas crecientes posibilidades, suscita algunas reflexiones que también pone de relieve el mensaje del gran jubileo. Aquí deseo referirme a dos aspectos del itinerario jubilar: el encuentro con Cristo y la participación comunitaria, que el turismo puede favorecer. En efecto, si está animado por el espíritu jubilar, el turismo puede convertirse en espacio providencial de encuentro y valiosa ocasión de solidaridad.
4. Ante todo, espacio de encuentro. En el jubileo la Iglesia proclama que Dios, hace dos mil años, vino en persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual puede llegar a él (cf. Tertio millennio adveniente, 6). La iniciativa divina de entonces sigue desarrollando su eficacia también hoy, permitiendo al hombre de todos los tiempos y, por ello, también a nuestros contemporáneos, experimentar personalmente la presencia de Cristo en su propia historia.
El espacio en el que tiene lugar este encuentro es ante todo la celebración de los sacramentos de la reconciliación y la Eucaristía. Con todo, en estos sacramentos la vida entera encuentra su significado y su orientación, a la luz que brota de la fe. A este respecto, las vacaciones, los viajes pueden ser tiempos propicios para colmar lagunas de humanidad y de espiritualidad.
Deseo de corazón que el turismo sea siempre ocasión de encuentros fructíferos: encuentro con Dios, que en la creación y en las obras del hombre nos muestra su amor y su providencia; encuentro consigo mismo, en el silencio de la reflexión y de la escucha interior, y encuentro con los demás, para construir una convivencia serena entre las personas y los pueblos.
5. El turismo es, además, una ocasión de solidaridad. Con su llamada a la conversión interior y a la reconciliación con los hermanos, el jubileo invita a los creyentes y a los hombres de buena voluntad a instaurar un orden social fundado en la misericordia, la justicia y la paz. Impulsa a tomar conciencia de la responsabilidad que todos tenemos con respecto a la naturaleza y a las situaciones de miseria y explotación que sufren tantas personas y numerosos países del mundo.
Así, el mensaje del jubileo estimula a peregrinos y turistas a tener ojos capaces de "ver" la realidad, sin quedarse en la superficie de las cosas, especialmente cuando se tiene ocasión de visitar lugares y situaciones en los que la gente vive en condiciones humanas precarias y donde la aspiración a un desarrollo equitativo se ve seriamente amenazada por factores de desequilibrio ambiental y por injusticias estructurales.
De esta forma, el turismo, que ya alcanza dimensiones internacionales, puede transformarse en valiosa aportación para la cultura de la solidaridad y puede favorecer la cooperación internacional que el jubileo impulsa (cf. Incarnationis mysterium, 12). Los más de seiscientos millones de personas que anualmente se desplazan de una nación a otra podrían transformar el turismo en un factor de importancia primaria en la construcción de un mundo abierto a la cooperación entre todos, gracias al conocimiento recíproco y a la confrontación directa de realidades diversas.
6. Deseo de corazón que la Jornada mundial del turismo de este Año jubilar ayude a los responsables y a los agentes turísticos, a los creyentes y a los hombres de buena voluntad, a las personas y a las comunidades, a tomar conciencia de los retos y de las posibilidades que brinda un movimiento tan vasto de personas.
Expreso mi aprecio a cuantos trabajan en este sector por la contribución que dan a la valoración del tiempo libre y al desarrollo de relaciones amistosas entre personas y pueblos. Doy las gracias, en particular, a los agentes pastorales que dedican todas sus energías a hacer que el Evangelio impregne también este singular campo de la existencia humana.
Para todos invoco la celestial asistencia de María, Estrella de la evangelización, y a cada uno imparto de corazón una especial bendición, prenda de constante benevolencia.
Castelgandolfo, 29 de julio de 2000.
JOANNES PAULUS PP. II
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.31, p.6.
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