VISITA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS MONJAS CAMALDULENSES
DEL MONASTERIO ROMANO DEL AVENTINO
Miércoles de ceniza 28 de febrero de 1979
Queridísimas hermanas en Cristo:
Estoy contento por este encuentro que tanto habéis deseado. Al presentaros un afectuoso saludo, quiero recordaros cómo y cuánto mira la Iglesia con materna solicitud vuestro compromiso de oración, de contemplación y de sacrificio.
Dedicarse a Dios es considerado por los maestros de la vida espiritual como la forma más noble y más alta de actividad del ser humano, en cuanto que éste se concentra del todo en la adoración y en la escucha del Ser Infinito, que quiere la salvación de toda la humanidad. Se comprende, pues, bien cómo a esa oración de alabanza debe acompañar la oración de propiciación y de impetración para que se cumpla el querer divino.
Y tanto más acepta es a Dios esa oración, cuanto más inocente y pura es el alma que la presenta. He aquí, pues, la forma preciosa de colaboración que vosotras, religiosas de clausura de vida eminentemente contemplativa, ofrecéis a la Iglesia para bien de las almas.
No sólo os pido que perseveréis en vuestros propósitos generosos, sino que os exhorto a progresar cada vez más en la amistad con Dios, a reavivar continuamente la llama del amor, como volcanes cubiertos de nieve. En la hora presente, tan difícil por las muchas dificultades que presenta, vuestra oración alimentada por el sacrificio en la soledad y en el silencio, atraiga sobre la tierra la bondad misericordiosa de Dios. Y con este deseo invoco sobre toda la comunidad la asistencia divina y os bendigo paternalmente.
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