DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE SUDÁN ANTE LA SANTA SEDE*
Viernes 13 de julio de 1979
Señor Embajador:
Deseo dirigiros ante todo unas palabras de gratitud porque habéis querido inaugurar vuestra misión refiriéndoos a temas que la Iglesia católica y el Papa concretamente consideran muy importantes. Y lo habéis hecho en términos muy elevados y nobles. Yo quisiera que vuestra representación ante la Santa Sede, comenzada bajo tan felices auspicios, resulte muy fructuosa.
Y ¿cómo podría ser de otro modo? ¿No se esfuerza vuestro país por llegar a ser —dentro de un continente africano sometido todavía a fuertes tensiones en ciertas zonas—, un lugar de comprensión entre las diversas comunidades que en él viven; un lugar donde, de cara a los inevitables problemas planteados, se buscan soluciones que tengan en cuenta, lo más posible, los derechos y las creencias de cada uno? Con ello se da prueba de moderación y tolerancia.
S. E. el General Gaafar Mohammed Nimeiri, que participó, con otras personalidades africanas, en una entrevista muy significativa con el Papa Pablo VI el 22 de diciembre de 1973, os envía ahora como representante ante el nuevo Papa. Os ruego que le deis las gracias y le presentéis mis saludos y mejores deseos para sus funciones de Jefe de Estado, que además ostenta actualmente la Presidencia de la Organización de la Unión Africana. Decidle que yo miro hacia el Sudán con esperanza y confianza.
Personalmente, Señor Embajador, descubriréis cada vez más, en el desarrollo de vuestra misión, el carácter absolutamente específico de la Santa Sede y de su papel en el concierto de las naciones. Vuestros contactos en el Vaticano, el análisis de los documentos publicados, el interés con que seguiréis la vida de la Iglesia, todo ello os permitirá contribuir a que vuestro Gobierno comprenda mejor esta realidad. Consiguientemente, le expondréis el contenido y alcance de nuestras intervenciones a nivel internacional. Por otra parte, aunque en el Sudán hay un gran número de musulmanes, también muchos de vuestros compatriotas son cristianos. Hay, por tanto, si se trata de conocer más profundamente el mundo católico, una base para una colaboración aún más eficiente en orden a la promoción de los valores espirituales. Por mi parte, me siento feliz por el testimonio que dan en el Sudán los fieles de la Iglesia bajo el impulso de los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, tanto autóctonos como misioneros, cuyo objetivo no es otro que el de servir la población.
Mis más fervientes deseos acompañen a V. E. en el comienzo de su misión. Ruego a Dios Todopoderoso que tos tenga en cuenta, a fin de que los años futuros traigan nuevos progresos en la comprensión mutua y la promoción común de ideales superiores, para el mayor bien de la humanidad.
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.30, p.10.
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