VIAJE APOSTÓLICO A LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
EN EL «BATTERY PARK»
Nueva York
Miércoles 3 de octubre de 1979
Queridos amigos de Nueva York:
1. Mi visita a vuestra ciudad no habría sido completa sin venir a Battery Park, sin ver, aunque sea a lo lejos, Ellis Island y la Estatua de la Libertad. Toda nación tiene sus símbolos históricos. Pueden ser santuarios, estatuas o documentos; pero su significado está en las verdades que representan para los ciudadanos de una nación y en la imagen que transmiten a otras naciones. En los Estados Unidos, ese símbolo es la Estatua de la Libertad. Se trata de un impresionante símbolo de lo que los Estados Unidos ha representado desde los mismos comienzos de su historia; es un símbolo de libertad. Refleja la historia inmigrante de los Estados Unidos, porque era libertad lo que millones de seres humanos buscaban en estas costas. Y fue libertad lo que la joven República ofreció. Deseo rendir homenaje, en este lugar, a este noble rasgo de América y su gente: su deseo de ser libres, su determinación a conservar la libertad y su buena voluntad de compartir esta libertad con los demás. ¡Que el ideal de libertad siga siendo una fuerza motriz de vuestra nación y de todas las naciones del mundo actual!
2. Honra enormemente a vuestra tierra y a sus ciudadanos el que, sobre esta base de libertad, hayáis construido una nación donde debe ser respetada la dignidad de toda persona humana, donde se cultiva un sentido religioso y una rígida estructura familiar, donde se tiene en gran estima el deber y el trabajo honrado, donde generosidad y hospitalidad no son palabras vanas, donde el derecho a la libertad religiosa está profundamente arraigado en la historia.
Ayer, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, elevé una súplica por la paz y la justicia basadas en el total respeto a los derechos fundamentales de la persona humana. También hablé de libertad religiosa porque hace referencia a la relación de la persona con Dios y porque está relacionada, de un modo especial, con otros derechos humanos. Se halla vinculada, muy de cerca, con la libertad de conciencia. Si la conciencia no está asegurada en la sociedad, entonces la seguridad de todos los demás derechos se halla amenazada.
La libertad, en todos sus aspectos, debe estar basada en la verdad. Deseo repetir aquí las palabras de Jesús: "Y la verdad os librará" (Jn 8, 32). Es, pues, mi deseo que vuestro sentido de la libertad pueda siempre ir de la mano con un profundo sentido de verdad y honestidad acerca de vosotros mismos y de las realidades de vuestra sociedad. Las realidades del pasado no pueden ser nunca un aceptable sucedáneo de las actuales responsabilidades para con el bien común de la sociedad en la que vivís y para con vuestros compatriotas. Al igual que la libertad, también la exigencia de justicia es una aspiración universal en el mundo actual. Ninguna institución ni organización puede hoy en día ser símbolo de libertad si. a la vez, no defiende también la exigencia de justicia, porque ambas son requerimientos esenciales del espíritu humano.
3. Siempre constituirá una de las gloriosas realidades de esta nación el que los pueblos, al mirar hacia América, recibían, junto con la libertad, una ocasión para su propio progreso. También hoy debe ser honrada esta tradición. La libertad conquistada debe ser diariamente ratificada por el firme rechazo de cualesquiera heridas, debilitamientos o afrentas a la vida humana. Por eso apelo a todos cuantos amáis la libertad y la justicia, para que deis una oportunidad a los necesitados, los pobres y los impotentes. Forzad los círculos sin esperanza de pobreza e ignorancia que todavía hoy les toca en suerte a tantos y tantos hermanos y hermanas nuestros; los círculos sin esperanza de prejuicios que perduran todavía a pesar de los enormes progresos hacia la efectiva igualdad en la educación y el empleo; los círculos de desesperación en el que viven prisioneros todos aquellos que carecen de una alimentación conveniente, de cobijo o de empleo; los círculos de infradesarrollo, consecuencia de los mecanismos internacionales que subordinan la existencia humana al dominio de un progreso económico parcialmente concebido; y, finalmente, los círculos inhumanos de la guerra, que brotan de la violación de los más elementales derechos humanos y que producen una todavía más grave violación de los mismos.
Como antes sucedió, libertad en justicia traerá consigo un nuevo amanecer de esperanza a la generación actual: a quien no tiene hogar, a quien carece de empleo, al anciano, al enfermo, al impedido, a los emigrantes y trabajadores sin documentación, a cuantos tienen hambre de dignidad humana en este país y en el mundo.
Con sentimientos de admiración y con confianza en vuestro potencial de auténtica grandeza humana, deseo saludar en vosotros a la rica variedad de vuestra nación, en la que pueden vivir personas de diferentes orígenes étnicos y diferentes credos, y trabajar y prosperar juntos en libertad y respeto mutuo. Envío mi saludo y mi agradecimiento por vuestro cordial recibimiento a todos cuanto os habéis reunido hoy aquí, hombres de negocios y trabajadores, profesores y empresarios, asistentes sociales y funcionarios de la administración civil, adultos y jóvenes; os saludo con todo mi respeto, mi estima y mi amor. Mis cordiales saludos a todos y a cada uno de los grupos, a mis hermanos católicos, a los miembros de las distintas Iglesias cristianas con los que me une la fe en Jesucristo.
Envío un saludo especial a los líderes de la comunidad judía, cuya presencia me honra sobremanera. Hace unos pocos meses tuve un encuentro en Roma con un grupo internacional de representantes judíos. En aquella ocasión, recordando las iniciativas emprendidas siguiendo el Concilio Vaticano II, en tiempos de mi predecesor Pablo VI, afirmé que "nuestras dos comunidades están vinculadas y relacionadas de cerca en el nivel mismo de sus respectivas identidades religiosas", y que, sobre esta base, "reconocemos con inequívoca claridad, que el camino por el cual debemos avanzar es el del diálogo fraterno y la colaboración fecunda" (12 de marzo de 1979; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 15 de abril de 1979, pág. 7). Me siento feliz al constatar que este mismo camino ha sido seguido aquí, en los Estados Unidos, por amplios sectores de ambas comunidades y por sus respectivas autoridades y cuerpos representativos. Varios programas comunes de estudio, el conocimiento mutuo, la decisión común a rechazar todo tipo de antisemitismo y discriminación, y varias formas de colaboración dirigidas al progreso humano, inspiradas en nuestra común herencia bíblica, han creado unos profundos y permanentes vínculos entre judíos y católicos. Yo, que en mi tierra he compartido los sufrimientos de vuestros hermanos, os saludo con la palabra hebrea: ¡Shalom! Paz con vosotros.
Y a todos los que estáis aquí os ofrezco la expresión de mi respeto, mi estima y mi amor fraterno. ¡Que Dios os bendiga a todos! ¡Que Dios bendiga a Nueva York!
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