RADIOMENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS JÓVENES PARTICIPANTES EN UNA VIGILIA DE REFLEXIÓN
Y PLEGARIA POR LAS MISIONES CELEBRADA EN MILÁN
Sábado 20 de octubre de 1979
Me complazco en dirigirme a los numerosos jóvenes reunidos en la catedral de Milán, junto con el cardenal, arzobispo Giovanni Colombo, para una vigilia misionera con ocasión de la "Jornada mundial de las Misiones".
Carísimos: Os saludo a todos con la satisfacción de quien sabe que tiene en vosotros la garantía de una Iglesia siempre joven que, en nombre de Cristo. Redentor del hombre, quiere poner sus propias energías, frescas y generosas, al servicio de las graves necesidades espirituales y materiales del mundo contemporáneo. Desde el día del primer Pentecostés, la comunidad cristiana ha sido siempre, por su naturaleza, misionera. es decir, dispuesta a salir de sus propios confines para proponer y dar a todos los hombres el "mensaje de salud" (Act 13, 26), "para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10, 10).
También vosotros, queridos jóvenes, y no sólo los que entre vosotros reciben esta noche el crucifijo de manos del arzobispo, estáis invitados por el Señor a proseguir esa admirable historia de amor y donación, con los hechos y no sólo de palabra. Solamente con vuestra propia experiencia podéis descubrir la exaltadora verdad de las palabras de Jesús: "Quien pierda la vida por mí y el Evangelio, ése la salvará" (Mc 8, 35). Por eso, yo pido al Señor que vuestras oraciones y vuestro celo logren su fruto no sólo para las exigencias misioneras de la Iglesia, sino también para vosotros mismos como protagonistas en primera persona de la consigna que nos dejó Jesús antes de subir al Padre (cf. Mt 28, 19). Mi bendición apostólica os sirva de estímulo paterno para una vida enteramente misionera, además de signo seguro de mi benevolencia.
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