SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS AUTORIDADES Y AL PUEBLO DE VELLETRI
Domingo 7 de septiembre de 1980
Señor Alcalde:
Deseo manifestarle mi sincero aprecio por las corteses expresiones con las que usted ha querido presentarme el cordial saludo, interpretando los devotos sentimientos de toda la ciudad que representa.
A usted, a sus colaboradores del consejo municipal, a las personalidades civiles y religiosas, y a cuantos están aquí presentes, mi afectuosa gratitud por esta acogida exultante, en la que quiero ver una prueba de la tradicional hospitalidad de las gentes del Lacio.
He venido para deciros cuánto os amo, y cómo admiro y estimo a vuestra antiquísima ciudad que, muchas veces en su historia, se ha convertido en epicentro de invasiones y sangrientos encuentros sobre su territorio; también sé que, en el último conflicto mundial, fue destruida en gran parte. Hoy, valerosamente reconstruida y engrandecida por vosotros, rodeada de estas sugestivas colinas florecientes, en la confluencia de grandes carreteras, Velletri demuestra ser uno de los más vitales centros de la región.
Mi consuelo mayor es saber lo ferviente y operante que es vuestra fe cristiana. De ello es testimonio elocuente la hermosa catedral, las muchas iglesias y sagradas instituciones que surgieron con la generosa contribución de vuestros padres, emulados por vosotros no sólo al dar vida a otras actividades benéficas en servicio de los hermanos más pobres, sino además participando con edificante interés en las diversas manifestaciones de culto, y especialmente en la vida sacramental. Mi visita tiene como finalidad animar vuestro testimonio de Cristo Redentor, oponiéndoos con la rectitud de vuestro pensamiento y con una conducta inspirada en las leyes del Evangelio a las corrientes de ideas y a las costumbres, por desgracia no conformes con el mensaje de Cristo y con las enseñanza de la Iglesia.
Os exhorto de todo corazón a no perder jamás este precioso patrimonio de fe y de sensibilidad religiosa de vuestra ciudad. Ella resplandece en la historia de la Iglesia por la eficaz aportación que han dado numerosas personalidades insignes que, habiendo sido Pastores de esta diócesis, se convirtieron en Sucesores de Pedro en su Cátedra, y en sus hijos espirituales encontraron los estrenuos defensores de la Sede Apostólica.
Otro título que distingue a vuestra ciudad: la piedad mariana. Vuestros antepasados hicieron con la Madre de Dios, venerada bajo la advocación de "Santa María de las Gracias", un pacto de devoción y de fidelidad, que vosotros habéis continuado lealmente. Por esto mi encuentro quiere ser unido a vosotros, un renovado tributo de fidelidad a ese pacto de amor. La fe nos ayuda al hacernos admirar en la Reina de la Misericordia a Aquella que no sólo nos obtiene con su poderosa intercesión las gracias necesarias para conseguir la salvación eterna, sino también a la Madre tierna y solícita que "...no sólo socorre a quien pide, sino que muchas veces libremente se anticipa a la petición" (Dante, Paraíso, XXXIII, 16-18).
Nosotros invocaremos juntos a la celeste Patrona, que ha estado siempre cerca de vosotros en los momentos más difíciles de vuestra historia y que, ciertamente, no dejará de estarlo, si a vuestras legítimas perspectivas de expansión y de progreso cultural e industrial, se une la obra de restauración moral, imprescindible premisa para una convivencia constante y pacífica. Descienda sobre todos vosotros mi bendición apostólica, prenda de los más generosos deseos.
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