VIAJE APOSTÓLICO A EXTREMO ORIENTE
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS ESTUDIANTES EN EL CAMPUS DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SANTO TOMÁS
Manila
Miércoles 18 de febrero de 1981
Mga giliw kong kabataan ng Maynila at ng Pilipinas: tanggapin ninyo ang aking taos pusong pagbati at pagmamahall (Queridos jóvenes de Manila y de Filipinas: Recibid mi saludo cordial y mi afecto).
1. No es posible ocultar la alegría que siento en esta reunión con vosotros tan deseada, mis queridos amigos. «Amistad» es una palabra que a todos nos gusta. Pero la realidad a que aspira es mucho más hermosa. Amistad indica amor sincero, amor en dos direcciones y que desea todo bien para la otra persona, amor que produce unión y felicidad. No es un secreto que el Papa ama a los jóvenes como vosotros, y se siente inmensamente feliz de vuestra compañía.
Es justo que así sea. Es el Vicario de Cristo y debe seguir el ejemplo de Cristo. El Evangelio recuerda la intensidad con que Jesús brindaba su amistad a cada uno de sus discípulos (cf. Jn 15, 15). Y hace notar también el afecto especial que tenía por la juventud. (cf. Mc 10, 21).
Sobre la base de esta amistad precisamente, presentó Jesús a sus jóvenes amigos la misión que se les confiaba. Como Jesús, quisiera hablaros de vuestra vocación especial. El Concilio Vaticano II afirmó que las Universidades Católicas deben preparar a sus estudiantes a ser verdaderamente «hombres de auténtico prestigio por su, doctrina, preparados para desempeñar las funciones más importantes en la sociedad y testigos de la fe en el mundo» (Gravissimum educationis, 10). Y yo añadiría de mi parte que si queréis estar capacitados el día de mañana a cumplir vuestra triple misión de adultos y maduros, servidores de la sociedad y representantes del Evangelio debéis vivir hoy con plenitud vuestra vocación de jóvenes, de estudiantes universitarios y de católicos auténticos.
2. Primeramente y ante todo sed auténticamente jóvenes. ¿Qué es ser joven? Ser joven significa poseer dentro de si incesante novedad de espíritu, alimentar en el interior la búsqueda continua del bien y perseverar hasta alcanzar la meta. Siendo verdaderamente jóvenes en esta sentido, os prepararéis al futuro vuestro que consiste en cumplir vuestra vocación como adultos maduros. No intentéis nunca ignorar la fuerza irresistible que os empuja hacia el futuro.
A la Iglesia no le asusta la intensidad de vuestros sentimientos. Son signo de vitalidad. Indica acumulación de energías que en si no es ni buena ni mala, pero puede emplearse en causas buenas o malas. Es como el agua de lluvia que se acumula en las montañas después de días y días de estar lloviendo. Cuando y donde estalla, desencadena fuerzas capaces de borrar del mapa ciudades enteras, sumiendo a sus habitantes en un mar de lágrimas y sangre. Pero si se canaliza adecuadamente , campos que eran áridos quedan regados produciendo alimentos necesarios y la energía que tanto se precisa. En vuestro caso no es sólo alimento o cosas materiales lo que está implicado, es el destino de vuestro país, el futuro de vuestra generación y la incolumidad de niños de niños que todavía no han nacido. No hay duda de que es un reto emocionante y crucial a un tiempo para vosotros, mis queridos jóvenes. Y estoy cierto de que aceptáis este reto y deseáis asumir esta responsabilidad. Sobre todo estoy cierto de que todos estáis dispuestos a preparaos ahora, hoy.
Coincidiréis conmigo en que vale la pena aceptar la autodisciplina, que no sólo indica fuerza de carácter de vuestra parte sino que ofrece también servicio valioso a los otros. El esfuerzo que ello exige es algo que cuadra perfectamente con vuestra vida de jóvenes en el campo de los deportes. Ya en tiempos tan antiguos como los de San Pablo, la mortificación cristiana se expresaba en estos términos. El joven atleta que está dispuesto a soportar entrenamientos duros para mejorar sus logros deportivos, debe ser generoso en la disciplina requerida para su preparación humana plena.
Como jóvenes que sois, miráis al futuro. No estáis estancados en el presente. Debéis decidir en qué dirección queréis ir, y después tener la mirada fija en el norte. Los ideales mediocres no gustan a la gente joven. Prefieren zambullirse a fondo. Es derecho vuestro o, mejor, deber vuestro tener altas miras. Vuestras aspiraciones deben ser excelsas; vuestros ideales deben ser altos. Queridos jóvenes, esforzaros por formar un carácter que sea fuerte, rico y coherente, que sea libre y responsable, sensible a los valores verdaderos; un carácter que asuma la superioridad del «ser» sobre el «tener», que aguante frente a los retos y tentaciones de la evasión, el compromiso fácil y el cálculo inhumano y egoísta.
En vuestro caminar por los senderos de la verdad, la sinceridad y la autenticidad, tenéis un modelo ideal. El modelo vuestro es Jesucristo, Cristo en su humanidad, Cristo hombre, pero notad que El no es solo vuestra meta es también el camino que conduce donde vais. Y en el camino actúa como Pastor; llega incluso a darse a sí mismo en alimento para el viaje.
Si convenís en modelar vuestra juventud según Cristo, encontraréis que todo el proceso se resume en una sola palabra del Evangelio de Lucas. La palabra es que Jesús «crecía ». «Jesús crecía en sabiduría y edad ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52). Esto no es mera constatación de lo que ocurría en la historia. Es también invitación a vosotros. Las palabras de Cristo «sígueme» (Mt 4, 19) deben hacer vibrar una cuerda especial de vuestro corazón. Acoger la llamada de Cristo es camino seguro de responder a vuestra vocación de llegar a ser personas adultas plenamente maduras, y ésta es la aspiración fundamental de todo joven digno.
3. «La dirección de la sociedad de mañana está puesta sobre todo en la mente y en el corazón de los estudiantes universitarios de hoy» (Gravissimum educationis, nota 33). Esta sabia observación del Papa Pío XII es una invitación a todos vosotros a ser conscientes del privilegio y responsabilidad que tenéis muchos de los que estáis aquí, por ser jóvenes pertenecientes a una institución de alta cultura.
La universidad os ofrece todo un arsenal de medios excelentes para completar vuestra formación. Sin embargo no debéis pensar sólo en vosotros. Estáis llamado a colaborar en la construcción de la sociedad humana; Por ser estudiantes universitarios tenéis a disposición medios abundantes que debéis aprender a conocer y valorar plenamente.
La estructura de una universidad es en gran parte estructura comunitaria. La misma palabra "universidad " significa en su origen una sociedad de profesores y estudiantes. La universidad está apoyada en las columnas de la sociedad. Ofrece a sus miembros experiencias comunitarias intensas. Se esfuerza por ser campo de formación de futuros expertos que asumirán puestos-claves en la familia humana. El Concilio Vaticano II sabía bien que en la universidad los jóvenes «son conscientes de su propia función en la vida social y desean participar rápidamente en ésta» (Gaudium et spes, 7). Vuestro deseo es laudable; vuestra impaciencia juvenil muy comprensible. Pero os tenéis que preparar cuidadosamente ahora a vuestro noble servicio del futuro; porque la eficiencia de vuestro servicio estará en razón directa de los talentos de verdad que hayáis adquirido.
Un estudiante universitario debe, por tanto, tener como programa permanente captar la verdad. No es tarea fácil. Requiere estudio y perseverancia; exige generosidad y sacrificio propio. La asimilación de la verdad está condicionada por la cultura circundante. Primero debéis hacer un examen crítico y tratar de trazaros una síntesis orgánica. Sólo así estará capacitado el estudiante universitario para aportar el servicio entregado y creativo de experto, que la sociedad espera de él o de ella.
No es necesario decir que la conquista de la verdad debe llevarse a cabo con pleno respeto de los puntos de vista que sean diferentes y en diálogo abierto con los demás, diálogo que en cada campo alcanza intensidad particular en la universidad..Encontrándome aquí, en esta ilustre Universidad de Santo Tomás que nos ha dado una hospitalidad tan cordial y generosa, debo hacer referencia, siquiera brevemente, a un aspecto particular del diálogo entre la Iglesia y el mundo; me refiero al hecho de que nos capacita para «percibir con profundidad mayor como la fe y la razón tienden a la misma verdad, siguiendo las huellas de los Doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Tomás de Aquino» (Gravissimum educationis, 10)
4. En tercer lugar quisiera haceros notar que la fe católica que profesáis cuadra perfectamente con las otras dos características de ser joven y ser estudiante universitario.
Porque así lo quiso su divino Fundador, la catolicidad de la Iglesia entraña en sí un dinamismo intrínseco que está en perfecto acuerdo con el entusiasmo de la juventud. Las mismas palabras "catolicidad " y "universidad " resultan sinónimas. Ni la Iglesia ni la universidad admiten límites. En la dimensión vertical hay una diferencia, y es que la Iglesia no se conforma con una apertura meramente hipotética a la trascendencia; ella profesa que tal apertura es un hecho.
Para un estudiante universitario, ser católico no es precisamente algo sobreañadido. Incluye valores que son originales y específicos; confiere poder incomparable de construir un mundo mejor y proclamar el Reino de Dios. Como jóvenes universitarios católicos, estáis llamados a trabajar armónicamente con estudiantes de religiones e ideologías diferentes, en un mismo esfuerzo de hacer progresar la verdad, servir al hombre y dar gloria a Dios. Estáis llamados a una colaboración ecuménica sincera con cuántos son hermanos y hermanas vuestras en Cristo. Pero al mismo tiempo estáis llamados a prestar una aportación específicamente católica a nivel universitario en la evangelización de la cultura. Como católicos debéis confesar a Cristo abiertamente y sin encogimiento en vuestro ambiente universitario.
De esta manera estáis contribuyendo también el carácter católico de vuestra universidad en su compromiso institucional con el Evangelio de Cristo tal y como lo proclama la Iglesia católica. Por estar dedicados a una evangelización más honda de vuestra cultura, en cuánto católico podéis aportar elementos nuevos con vistas a un diálogo abierto y enriquecedor. De ahí que tengáis que dar testimonio especial, propios de estudiantes de una Universidad Católica. Si este testimonio no se diera, se privaría a la humanidad de un testimonio de expertos que es necesario y sólo puede darlo quién se gloría de figurar en las filas de los seguidores de Cristo.
María, Madre, Maestra, y Reina de los Apóstoles
Queridos jóvenes: La misión que os encomienda Cristo es universal pero al mismo tiempo debe cumplirse singularmente por cada uno de vosotros. El modo particular con que se desempeñará la misión depende de los misioneros, ¡de vosotros! Toca a vosotros descubrir todos los modos adecuados de cumplir la misión del Señor en vuestro mundo de jóvenes estudiantes universitarios. Cristo cuenta con vuestra colaboración. Os necesita para difundir la Buena Noticia de su amor y el Evangelio de la de la salvación eterna. ¡Cuán providencial es que esta reunión de amistad se concluya con el tema de la evangelización en un país que tiene una gran misión confiada por Cristo! Es un reto para todos. Cada uno de vosotros está llamado a levantar la antorcha y proclamar la verdad de Cristo. ¡Lo podéis hacer! Podéis hacerlo con vuestro entusiasmo juvenil y con la confianza — la seguridad — desplegada por los primeros Apóstoles cuando la Iglesia era joven. Lo podéis hacer si lo acometéis juntos todos y si lo hacéis con Cristo y con si Iglesia.
5. Termino con un recuerdo amoroso y agradecido a la Virgen María.
Es nuestra Madre, una Madre cercana, discreta y cariñosa. Si bien su amor abraza a todos, es un hecho que los jóvenes tienen necesidad especial de su cuidado, hoy en particular.
Es nuestra Maestra porque es nuestra Madre. Los estudiantes tienen una lección maravillosa que aprender de su actitud de reverencia profunda ante el misterio insondable de Dios, y de su búsqueda de la verdad a través de la contemplación y la oración.
Es la Reina de los Apóstoles, de todos los apóstoles, de los del comienzo de la Iglesia y de los de la historia actual. Su presencia es tan discreta y eficaz hoy como lo fue en Caná de Galilea. Que siempre esté con vosotros. Que interceda por vosotros ante su Hijo divino como lo hizo entonces para evitar que se ensombreciera la felicidad del esposo y la esposa, que eran jóvenes como vosotros e hijos suyos como vosotros, como todos y cada uno de vosotros.
Y en nombre de su Hijo Nuestro Señor Jesucristo, que es amigo de la juventud del mundo por siempre, os dejo con esta herencia vuestra , la herencia de la fe, la esperanza y el amor.
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