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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
 A LOS DIRIGENTES DE LA JUVENTUD ESTUDIANTIL CATÓLICA INTERNACIONAL
Y DEL MOVIMIENTO INTERNACIONAL DE ESTUDIANTES CATÓLICOS 


Viernes 16 de enero de 1981

 

Queridos amigos:

Es una alegría para mí recibir y saludar esta mañana a cuantos toman parte en las reuniones de equipo mundial de la Juventud Estudiantil Católica Internacional (JECI) y del colegio directivo del Movimiento Internacional de Estudiantes Católicos (MIEC).

1. Nuestra reunión entra en el cuadro de los frecuentes y variados encuentros que tengo con muchos grupos de jóvenes; pero reviste particular importancia por la responsabilidad que incumbe a vuestros Movimientos respecto de la vida cristiana de sus miembros y de la evangelización del ambiente estudiantil. Sois conscientes de ello. Sé que habéis querido celebrar vuestras jornadas de estudio en Roma para poner de manifiesto vuestra fe católica y el sentimiento de comunión eclesial que anima vuestros Movimientos, a fin de arraigarlos más y también para rendir testimonio al Sucesor de Pedro y pedirle orientaciones.

Si la Iglesia presta atención privilegiada a los jóvenes, es porque son en todas las épocas la esperanza del mundo y a la vez de la Iglesia. Ello es especialmente verdad en nuestro tiempo, pues os toca ser testimonios y sobre todo artífices de la aplicación del Concilio en la Iglesia. Esta vive su eterna juventud que recibe del Señor, en la lozanía de la renovación, volviendo a sacar energías de la tradición y dejándose animar de la gracia del Espíritu Santo, para ser cada vez más fiel a la Buena Noticia del Evangelio.

2. Y sin embargo vuestra vida no es fácil; conozco vuestras inquietudes y esperanzas. Asistiréis al final del segundo milenio, en el que los inmensos progresos de la humanidad están intrincablemente mezclados con crecientes amenazas, hacia las que he atraído la atención en varias ocasiones. Pero este mundo convulso es también un mundo de gran esperanza. La acción evangelizadora de la Iglesia tiene el fin de hacer penetrar el mensaje de Cristo en el corazón de cada hombre y en el corazón de los pueblos, pues Él es el principio de la construcción de una civilización del amor. Los jóvenes lo presienten. Debieran estar y desean estar en la vanguardia del impulso de fraternidad humana hacia la paz, la justicia y la verdad, expresadas de modo privilegiado en la solidaridad con los más pequeños, los pobres y los oprimidos. En su Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, mi predecesor el Papa Pablo VI indicó los principios, el espíritu y los caminos de la acción evangelizadora. Seguid tales enseñanzas.

3. Para vosotros que estáis en el mundo estudiantil, las inquietudes, al igual que las esperanzas y actividad, están marcadas por vuestra situación particular, que es transitoria por definición. Pues vivís un período de formación en el que las preocupaciones personales inmediatas tales como el porvenir profesional, familiar y social, no pueden dejar de ocupar un lugar importante, y os dan aptitud especial para captar los cambios en curso y las demandas de nuestro mundo.

Por ser estudiantes vivís en ambientes escolares y universitarios cuyo objetivo es la difusión y progreso del saber y de la cultura, que son al mismo tiempo el lugar donde os veis de cara a una multiplicidad casi indefinida de técnicas, mensajes, propuestas e ideologías. Precisamente en este ambiente estáis llamados a formaros, a motivar vuestras opciones y a dar testimonio de vuestra fe en el Señor Jesucristo, que es quien os da la verdad del hombre vinculada indisolublemente a la verdad de Dios, como he dicho ya en distintas ocasiones y especialmente en mis dos Encíclicas.

4. Y por esto os doy la consigna, queridos amigos, de fijaros primero en lo esencial. Por vuestro bautismo y la profesión de fe de la Iglesia sois hombres nuevos, según las palabras de San Pablo. Sed auténticos convertidos al Señor, impregnados del espíritu de las bienaventuranzas incluso en vuestras opciones de vida, espíritu que se preocupa de llevar intensa vida espiritual, principalmente eucarística. Esta es la base; los programas, deliberaciones y debates de vuestros Movimientos no servirían de nada sin esta profunda raíz religiosa y espiritual.

Sed testimonios de la verdad. La buscáis en vuestros estudios y en la disciplina que éstos imponen. Ojalá contribuyan a que os desarrolléis intelectualmente lo más posible y os den comprensión de la complejidad de lo real no sólo física, sino también humana, y capacidad y voluntad de no deteneros en posturas demasiado simplistas. Y ahondad asimismo vuestra identidad de jóvenes intelectuales católicos, como acabo de deciros. Una de las tareas que os incumben es la de superar con el pensamiento y la acción la dicotomía entre Dios y el hombre, entre teocentrismo y antropocentrismo, planteada por algunas corrientes de pensamiento tanto antiguas como contemporáneas. Cuanto más quiera centrarse en el hombre vuestra acción y la de la Iglesia, tanto más debe poner claramente su eje en Dios, o sea, orientarse en Jesucristo hacia el Padre (cf. Dives in misericordia, l). Aquí está el fundamento de la necesidad de ser dóciles al Magisterio de la Iglesia. Por esta fidelidad a la verdad entera, os pondréis al abrigo de las tentaciones de la ideología pura y de sus efervescencias, sus eslóganes simplistas y de las consignas de la violencia que destruyen y no construyen nada.

5. Aquí tenéis algunos principios que os quería recordar para guiar vuestro deseo de profundización y acción. Apoyados en ellos anunciaréis incansablemente el Evangelio a vuestros compañeros, colaboraréis en la implantación de comunidades cristianas vivas en vuestros ambientes y acreceréis también la participación de las jóvenes en vuestros Movimientos. De este modo pondréis realmente en acto la comunión eclesial en estrecho contacto con vuestros Pastores, estando abiertos a la colaboración con otros Movimientos católicos y bien insertos en la urdimbre comunitaria de parroquias y diócesis de la vida de la Iglesia. Ya desde ahora, y todavía más cuando estéis enrolados en una vida profesional responsable, serán cristianos y cristianas capaces de prestar aportación peculiar en la evangelización de la cultura de vuestras naciones, y al servicio del progreso integral, material y espiritual, de todos los hombres.

Me ha impresionado, queridos amigos, vuestro deseo de venir a verme. Quisiera que os llevarais con vosotros y para todos los miembros de vuestros Movimientos, la certeza de que el Papa os alienta y confía en que seréis cada vez más fermento evangélico de vuestro ambiente. Recordad la promesa del Señor de que la levadura fermentará toda la masa. Entonces nos hablaba de su palabra y de su gracia. Sedle fieles siempre. Encomiendo vuestras intenciones apostólicas a la Virgen María. Puesto que Ella ha dado Cristo Salvador al mundo, conviene que pasemos por Ella para ir al Señor, y que bendiga vuestra voluntad de trabajar por Él. En su nombre os doy la bendición apostólica a vosotros, a vuestra familia y a cuantos representáis.



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