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ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS JÓVENES DURANTE LA VISITA A LA PARROQUIA ROMANA
DE SAN JUAN BAUTISTA DE LOS FLORENTINOS


Domingo 8 de marzo de 1981

 

¿Qué puedo auguraros, pues nos encontramos al comienzo de este tiempo de Cuaresma que es tiempo de conversión? Os deseo que mantengáis la lozanía del corazón, la alegría propia de vuestra edad. Al mismo tiempo os deseo que entréis en lo íntimo de vosotros mismos, en esa celda interior donde cada uno de nosotros, sin exclusión ninguna —pienso que ni siquiera queda excluido el hombre que se confiese agnóstico, o ateo—, en la que cada hombre está a solas con el Padre. Este es uno de los elementos constitutivos de la Cuaresma: pero no sólo de la Cuaresma, sino de la vida cristiana en general; y no sólo de la vida cristiana, sino de la vida humana. Es un elemento constitutivo de nuestra humanidad, de nuestra personalidad. Tenemos necesidad de un interlocutor que sea Padre, que vea, que nos conozca —que nos conozca mejor de cuanto nosotros mismos somos capaces de conocernos— y nos ame; esto es decisivo porque el conocimiento sólo no crearía esta confianza y este contacto especial, esta necesidad de entrar en lo íntimo de nosotros mismos, si no tuviéramos seguridad de que El nos ama. nos ama. Absoluto Amor. Amor absoluto. Dives in misericordia, que nos ha dado a su Hijo para que se hiciera uno de nosotros, para darse a Sí mismo por la salvación del mundo, por la salvación de cada uno de nosotros: Todo esto es la Cuaresma.

Como también nos dice el Evangelio de hoy tomado de la narración de las tentaciones de San Mateo, debemos mantener nuestro gozo, nuestra lozanía. No se trata tanto de signos exteriores cuanto sobre todo de la conversión del corazón, de ese proceso íntimo que es tan interesante y atrayente. Es una experiencia hermosísima que el hombre puede hacer, una experiencia bellísima brindada al hombre. De modo que a vosotros especialmente, jóvenes, os deseo en este período de la vida —cuando la mayor parte descubrís esta experiencia—, os deseo que estéis a solas con el Padre en la intimidad de vuestra celda interior, en vuestro corazón.

 



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