VIAJE APOSTÓLICO A AMÉRICA CENTRAL
CEREMONIA DE BIENVENIDA A HONDURAS
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Martes 8 de marzo de 1983
Aeropuerto de Toncontín-Tegucigalpa
Señor Presidente,
amados hermanos en el Episcopado,
queridos hondureños todos:
Sean mis primeras palabras de sincero agradecimiento al Señor Presidente de la República por su amabilidad en venir a recibirme y por su cordial saludo de bienvenida, que da expresión a las visibles muestras de afectuosa acogida que todos me dispensáis y que me hace sentir en un clima de familia. Agradezco también al Señor Presidente la amable invitación que me hizo, en unión con el Episcopado, para visitar la querida nación hondureña.
Encontrándome aquí, quiero compartir con vosotros mi gozo y esperanza, como sólo puede darlos la bondad divina que me permite realizar este viaje apostólico. Por mi parte, y en correspondencia a vuestra entusiasta acogida, deseo estrechar en un gran abrazo de paz a todos vosotros: a los hermanos en el Episcopado que preside monseñor Héctor Enrique Santos; a los habitantes de Tegucigalpa y a los demás que habéis venido de otras zonas del país; a los que en pueblos y caseríos, dentro de casa o en el campo, me estáis escuchando. Sabed que tenéis entre vosotros y con vosotros a un hermano, que camina a vuestro lado.
En cumplimiento de su misión apostólica, el Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal está presente en medio del Pueblo de Dios que avanza en suelo hondureño hacia la casa del Padre. Me habéis invitado a venir y, en el nombre del Señor, estoy entre vosotros. Quiero testimoniar también aquí, que Jesús es el Señor, el que ha resucitado de la muerte para dar la vida a todos los hombres. Y a la vez deseo alabar al Señor por todas las maravillas que la gracia divina ha obrado en esta Iglesia en Honduras.
Amadísimos todos: desde el primer momento de mi llegada, me habéis abierto las puertas de vuestro corazón. Yo también os reitero mi profunda estima y afecto.
Que Dios bendiga a todos los que hoy me habéis acogido, personalmente o en espíritu. Que bendiga a cuantos encontraré en mi recorrido y a cuantos se unirán a mí en las asambleas de oración. Que Dios bendiga ahora y siempre a todos los hondureños!
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