DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA ACCIÓN CATÓLICA FEMENINA
Y AL CENTRO ITALIANO FEMENINO
Sábado 8 de diciembre de 1984
1. Es para mí motivo de profunda alegría este encuentro con vosotras, mujeres de Acción Católica Italiana, reunidas en asamblea para reflexionar sobre el tema de vuestra presencia y de vuestra misión en la sociedad y en la Iglesia. Saludo, con vosotras, a las responsables del Centro Italiano Femenino, dirigiendo también un saludo al consiliario general de la Acción Católica, mons. Tagliaferri, y a los otros consiliarios y consultores aquí presentes.
Es grande mi satisfacción al pensar que esta reunión nos vincula espiritualmente a los numerosos encuentros, llenos de significado y de valor programático, que habéis tenido con mis predecesores. Sabemos todos cuánta confianza y cuántas esperanzas pusieron siempre en la Acción Católica y en el Centro Italiano Femenino, que surgió y tomó su inspiración de la Acción Católica. Quiero renovaros la misma confianza y deciros que es grande la esperanza de la Iglesia por todo lo que podéis realizar de modo incisivo y eficaz en el campo del apostolado, y mediante las acciones sociales y caritativas, vinculadas a la misión de la mujer en la sociedad.
2. La asamblea so celebra el día en que la “Domus Mariae” cumple treinta años. Se inauguró el 8 de diciembre del año mariano 1954 dedicándose a María Inmaculada, como expresión de la fe, del amor y de la voluntad de bien de la juventud femenina de Acción Católica.
La “Domus Mariae” se construyó con la aportación de plegaria, de ofrendas y de sacrificios de todas las afiliadas a la Juventud Femenina. Para todas, en este aniversario, la expresión de reconocimiento, comenzando por Alda Miceli y Anna Tolentino, entonces presidenta y tesorera de la Juventud femenina, junto a todas las directoras y directores que se han ido sucediendo, y a todo el personal.
Con esta asamblea, la Acción Católica Italiana quiere hacer memoria, subrayando la continuidad de un camino de espiritualidad, de santidad, de cultura. de actividad apostólica fecunda en la vida de la Iglesia y de la sociedad.
La juventud Femenina tuvo la valentía evangélica de testimoniar y promover la dignidad y posibilidades, la vocación y misión, la responsabilidad y empeño de las mujeres por una presencia competente y coherente en la vida eclesial, familiar y social.
“Dar la palabra a las mujeres” significó un amplio compromiso de formación integral y unitaria de todas las jóvenes: en la liturgia participada y vivida; en el conocimiento de la Palabra de Dios acogida, profundizada, asimilada, anunciada; con la prensa, destinada a todas las edades y condiciones juveniles; en la atención específica a todas las jóvenes, agrupadas en diferentes ambientes: la escuela, el trabajo, la familia, para orientarlas en las opciones vocacionales del matrimonio, de la vida religiosa, de la secularidad consagrada, del compromiso seglar en la profesión y en la vida social.
3. Tuvo gran valor tanto para la Iglesia como para la sociedad italiana esta acción formativa capilar, desarrollada en las grandes ciudades y en las regiones más inaccesibles de Italia, desde los mismos inicios, durante el pontificado de Benedicto XV, con Armida Barelli; acción formativa de la que surgió el servicio diario en la Iglesia y el compromiso civil, social y político, cuando Italia volvió a la democracia. Compromiso que contribuyó al nacimiento del Centro Italiano Femenino, que en estos días celebra sus cuarenta años.
Este patrimonio de espiritualidad y de vida apostólica de la Juventud Femenina tiene su actualización en la vida de la Acción Católica Italiana de hoy. Las mujeres, en unión y comunión con otros componentes de la asociación, continúan dando un claro y valiente testimonio, en el contexto de los cambios sociales, con inteligencia abierta, con sencillez y amor, e intentan dar su propia aportación a la Iglesia y al mundo.
La Acción Católica de hoy propone a las mujeres “que vuelvan a tomar la palabra con fuerza” y las empeña en un camino de formación integral y de testimonio cristiano auténtico y activo.
4. La historia continúa en las jóvenes generaciones que viven el antiguo y siempre nuevo programa: Eucaristía, apostolado, heroísmo.
La Eucaristía como centro de la propia vida, pan partido para el mundo; el apostolado incansable, voluntario, inteligente, vivo, abierto a esta sociedad en cambio, don del Evangelio según las situaciones y los ambientes; el heroísmo del seguimiento de Cristo para hacer de la vida una respuesta a su llamada, por un cristianismo que habla con el testimonio diario de la vida, rechazando toda la mediocridad como el estéril y violento afán de reivindicar.
Por esto las mujeres de Acción Católica se empeñan en un estudio teológico serio; en una aportación profesional competente con miras a encontrar en la cultura de hoy lo que es auténticamente esencial en el desarrollo de la persona humana; en la traducción fiel de los valores que fundan la convivencia humana: la defensa y el respeto de la vida, la dignidad y la integridad de las costumbres morales, la acogida y solidaridad para con los últimos, la búsqueda de la justicia y de la paz; en la familia, a fin de que sea lugar de amor santo y de búsqueda común de la voluntad del Señor.
Para ellas y para toda la Acción Católica Italiana, continúa siendo un compromiso la invitación de Armida Barelli a confiar siempre en el Señor: “En las horas alegres para no prevaricar, /en las horas tristes para no sucumbir, /en las dificultades para superarlas, /en las pruebas para valorizarlas, /en el trabajo para realizarlo sobrenaturalmente, /en la elección de estado para comprender y hacer la voluntad de Dios, en todas las circunstancias de la vida, viviendo siempre en gracia, y estando en gracia a la hora de la muerte, como Él quiere, que será dulce en su Corazón”.
5. Al recordaros vuestra historia, os invito a que volváis a los motivos inspiradores que están en el origen de vuestra Asociación, para ser auténticamente vosotras mismas y para encontrar un nuevo impulso en el servicio al que estáis llamadas, bajo la luz del Espíritu Santo y la guía de la Iglesia.
Que os asistan la Virgen Inmaculada. En el primer año de mi pontificado confié a María “Reina de la Acción Católica”, vuestro servicio eclesial, pidiendo a la Virgen que os iluminara para ser siempre fieles a la verdad y coherentes en vuestro compromiso (cf. Discurso del 30 de diciembre de 1978; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 21 de enero de 1979, págs. 9 y 11). Os invito hoy a reconocer de nuevo en María Inmaculada el modelo de vuestro servicio y a confiarle todos vuestros esfuerzos para que Jesucristo sea dado al mundo.
Que os acompaño y ayude la bendición que os imparto a vosotras, mujeres de Acción Católica y a vuestros seres queridos, por intercesión de Marta Santísima, como prenda de las gracias del cielo sobre vuestros trabajos.
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