DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN LA
XXIV ASAMBLEA GENERAL DE LA FAO*
Viernes 13 de noviembre de 1987
Señor Presidente,
Señor Director General,
Excelencias,
distinguidos Delegados y Observadores:
Es un gran placer para mí tener esta oportunidad de encontrarme con vosotros, representantes y expertos de los países y organizaciones asociadas a la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas. En esta ocasión os doy la bienvenida a vosotros, los participantes en la XXIV Asamblea General que está teniendo lugar ahora en Roma. Este encuentro en el Vaticano, que se ha repetido muchas veces desde los inicios de vuestra Organización en 1945, se ha convertido prácticamente en una tradición de vuestras Asambleas.
En este momento quiero expresar mis mejores y más cordiales saludos al Director General, Señor Eduoard Saouma, que comienza a ejercer un nuevo puesto. Le aseguro todo mi aprecio por el trabajo que está realizando su Organización y le confirmo el interés especial de la Santa Sede en problemas relacionados con el hambre y la desnutrición en el mundo, como indiqué en el mensaje que envié recientemente con ocasión de la Jornada mundial de la Alimentación.
Las preocupaciones que dieron origen a la FAO no han perdido nada de su urgencia en los años transcurridos desde el establecimiento de la Organización. Los países miembros están comprometidos en aumentar los niveles de nutrición y de vida de sus pueblos, en mejorar la producción y la distribución de los productos alimenticios y agrícolas, poniendo especial atención en elevar las condiciones de vida de las poblaciones rurales. El objetivo especial de la FAO es asegurar la alimentación mundial, de modo que todos los pueblos tengan, en todo momento, acceso físico y económico al alimento que necesitan.
Mencionar estos objetivos implica reconocer la naturaleza global de las tareas que se están realizando. Como en otros campos de la actividad humana, la producción de alimentos, su disponibilidad y producción, son problemas que se extienden actualmente más allá de las fronteras de las naciones en particular, o de los mismos continentes. Como resultado de esto, el marco de vuestros esfuerzos debe incluir el entendimiento, la colaboración y la buena voluntad internacional. Si los países no están dispuestos a tomar una actitud de apertura y solidaridad con la única familia humana, vuestros esfuerzos encontrarán serios obstáculos y retrasos.
El ideal original y la inspiración que motivaron el establecimiento de la FAO necesitan ser constantemente defendidos y fortalecidos. De la convicción moral de que la intención original era buena, sacáis la fuerza para afrontar las tareas técnicas y humanas que tenéis entre manos. Al participar cada vez más plenamente de esta convicción, los países miembros encontrarán el estímulo para trabajar juntos en la gran causa de eliminar la antiquísima plaga del hambre de la faz de la tierra.
El ámbito y la variedad de las actividades y de los proyectos de asistencias técnica a nivel mundial en tantos países en vías de desarrollo hablan claramente de la necesidad que tiene el mundo de vuestra continua dedicación y vuestra prudente administración consolidará la posición de los países miembros en lo referente a los objetivos que se deben alcanzar. La capacidad de cualquier Organización internacional de actuar eficazmente depende en gran medida de la fuerza del consenso y de la unidad de objetivos de sus miembros.
Al considerar el estado actual de la situación de la alimentación en el mundo, nos quedamos impresionados por el contraste entre la existencia de algunas áreas de gran sobreabundancia, especialmente de cereales, y el actual estado de crisis en otras áreas, porque a la gente le falta el alimento suficiente, hasta el punto de que existe un peligro real de muerte por inanición. Para responder a esta trágica situación, es necesaria, de modo urgente e inevitable, la solidaridad internacional. Existe el deber, ahora y en el futuro, de poner los recursos a disposición de aquellos cuyas vidas y bienestar están más amenazados. Esto es especialmente claro, en tanto que la producción mundial de los alimentos supera las necesidades de la actual población mundial. De hecho, es objetivamente previsible que en el futuro se pueda producir suficiente alimento, incluso para una mayor población mundial. El progreso científico y tecnológico en el cultivo y en el uso de los recursos de la tierra, que da como resultado nuevos y mejores productos, puede garantizar esa abundancia.
Aunque esta perspectiva es válida cuando se considera la producción de alimentos en su conjunto, continúa existiendo una escasez inmediata y aguda en ciertos países y regiones con relación a los niveles actuales de población, escasez que se agrava algunas veces a causa de factores sociales y políticos. Estas áreas afectadas tienen necesidad de una asistencia experta, con el fin de desarrollar sus propios recursos en beneficio de su población. Sin embargo, su inmediato bienestar depende también de la puesta en práctica de un mejor sistema de distribución, que prevea el uso de los excedentes de alimentos para satisfacer las necesidades urgentes de las víctimas de la sequía o del hambre. Se necesita desarrollar aún más medios para equilibrar la justa demanda de los productores de un precio justo por sus bienes, y la posibilidad real de las naciones más pobres de pagar por los bienes urgentemente necesarios.
Este es un problema complejo que requiere un replanteamiento, tanto por parte de los países desarrollados, como de los países en vías de desarrollo. Toda la comunidad internacional está llamada a afrontar la cuestión de los desequilibrios en el comercio internacional. Sobre todo, se requiere una nueva mentalidad, encaminada a conseguir una forma auténtica de justicia en las relaciones internacionales, en los que los intereses de los menos poderosos sean proporcionadamente mejor defendidos y la excesiva protección de los intereses particulares sea substituida por una búsqueda sincera del verdadero bien común de toda la familia humana.
Actualmente es claro como nunca que los problemas en el área de la alimentación y de la agricultura deben ser afrontados en el contexto de la situación económica global del mundo. Los programas concretos se ven seriamente afectados por los momentos de fuerza y de debilidad, por las oscilaciones y las crisis de la economía mundial. Sólo en este contexto es posible formular y poner en práctica procesos viables de crecimiento a nivel económico, monetario, social y político en los países concretos y a escala internacional.
Un ejemplo especialmente impresionante de este hecho son las dificultades que experimentan los países que tienen que cargar con una enorme deuda exterior. Aun cuando otras condiciones sean favorables para un crecimiento real, estos países ven obstaculizados su progreso por la inmensidad de su deuda, con la consiguiente disminución de recursos por estar al servicio de la deuda.
La gravedad del desafío que el fenómeno del endeudamiento internacional presenta a la comunidad mundial movió a la Santa Sede a publicar un documento redactado por la Pontificia Comisión Iustitia et Pax sobre los aspectos éticos del problema de la deuda internacional. La Iglesia está convencida de que las relaciones económicas no se pueden separar de las cuestiones morales y éticas, ya que la persona humana está en el centro mismo de cualquier actividad y esfuerzo humanos. De hecho, como señala la Presentación del documento, “las estructuras económicas y los mecanismos financieros están al servicio del hombre y no a la inversa”. El texto expresa la esperanza de que “las relaciones de intercambio y los mecanismos financieros que las acompañan puedan ser reformados antes de que las estrecheces de miras y los egoísmos privados o colectivos degeneren en conflictos irremediables” (Al servicio de la comunidad humana: una consideración ética de la deuda internacional, Presentación). La Santa Sede nutre ciertamente la esperanza de que, como resultado de un creciente sentido de responsabilidad y solidaridad entre las naciones del mundo, se realizarán mayores esfuerzos para establecer unas relaciones internacionales y una ayuda internacional basadas en principios de auténtica justicia y respeto mutuo.
Otro serio problema que afecta la alimentación y la agricultura y que delate ser afrontado desde una perspectiva global, es el problema urgente de la protección del medio ambiente. A este respecto, tuve la oportunidad hace unos pocos días de dirigirme a un encuentro organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias sobre el tema Un enfoque moderno de la protección del ambiente. Es especialmente preocupante de la destrucción de los bosques y de la transformación de otras zonas en desierto. “En los países en vías de desarrollo —que se caracterizan generalmente por un clima hostil y condiciones meteorológicas adversas— existe el grave problema de la destrucción de los bosques en los trópicos húmedos y el de la transformación de ciertos lugares en desierto en los trópicos secos, problemas que amenazan la alimentación de la población. Los descubrimientos de la ciencia deben ser utilizados con el fin de asegurar una alta productividad de la tierra, de modo que la población local pueda asegurarse el alimento y la subsistencia sin destruir la naturaleza” (Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias, 6 de noviembre de 1987, n. 2)
Sin embargo, el ambiente no sólo peligra en los países en vías de desarrollo. “En los países industrializados existe el preocupante problema del desperdicio de los productos en forma gaseosa, líquida, sólida o radioactiva. Las medidas imprudentes han causado daños muy serios a la naturaleza. El verter estos desperdicios sin control ha tenido como resultado lluvia ácida, sustancias residuales en el ambiente y la contaminación de los mares, como por ejemplo el Mediterráneo” (Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias, 6 de noviembre de 1987, n. 2).
Para que estos serios problemas puedan ser resueltos, se necesita un esfuerzo mundial y global por parte de los Gobiernos y de la industria, y también por parte de las fuerzas educativas y culturales, asistidas y estimuladas por Organizaciones internacionales, incluida la FAO.
Asimismo, los adelantos en la ingeniería genética, que en algunos casos han suscitado legítimas preocupaciones cuando se aplica a la genética humana, ofrecen, sin embargo, la esperanza de proporcionar grandes beneficios a los países en vías de desarrollo cuando se aplican a la genética de las plantas y de los animales. Un progreso real y beneficioso en estos campos sólo será eficaz si existe un mayor sentido de la interdependencia y la solidaridad mundial.
La Santa Sede expresa su apoyo a la FAO en sus esfuerzos para ofrecer directivas para la aplicación eficaz de la genética de las plantas, especialmente en lo que se refiere a compartir los resultados de la investigación científica libre y abiertamente, y particularmente en beneficio de las áreas más necesitadas de dicha asistencia científica y técnica.
Después de más de cuatro décadas de existencia de la Organización de las Naciones Unidas y de las agencias intergubernamentales asociadas a ésa, deseamos que el espíritu de esperanza y de solidaridad que inspiró a los miembros fundadores se renueve y aumente, haciendo, de este modo, que la comunidad internacional sea cada vez más capaz de alcanzar los objetivos de paz, libertad y progreso social, que únicamente ofrecen a la humanidad la perspectiva de un futuro mejor.
En este ámbito la FAO desempeña un importante papel, y su contribución específica al bienestar de los pueblos del mundo exige la colaboración responsable por parte de todos los países que han dado su apoyo a sus objetivos estatutarios. Es especialmente valiosa la documentación objetiva y actualizada que ofrecéis en relación al estado de la agricultura y de la producción de alimentos en los países particulares y en el mundo. La asistencia de vuestra Organización para idear programas y proyectos en favor de los Gobiernos y de otras Organizaciones internacionales, es muy necesaria y apreciada; también lo son vuestros esfuerzos para encontrar fondos para financiar adecuadamente los proyectos en países en vías de desarrollo no sólo en una base bilateral, sino también cada vez más en una base más amplia, multilateral.
La creciente expansión y eficacia de la cooperación técnica emprendida por la FAO implica un beneficio para muchos países, especialmente en la medida en que fortalece la capacidad de los Gobiernos de analizar las situaciones locales y formular y emprender programas y proyectos apropiados para el desarrollo agrícola. Un aspecto particular de la actividad de la FAO que merece un elogio especial es su oportuna respuesta a la grave situación alimenticia que afecta al continente africano.
Al expresar el agradecimiento de la Santa Sede por los resultados positivos alcanzados hasta el presente, os quiero asegurar, distinguidos representantes y expertos, el continuo interés de la Iglesia por los objetivos y las actividades de vuestra Organización. La Iglesia se preocupa sobre todo por el bienestar integral de las personas humanas que son, en última instancia, los beneficiarios de vuestro servicio y vuestra especialidad. De todo corazón imploro para vosotros los dones de Dios Todopoderoso de sabiduría, fortaleza y compasión en el cumplimiento de vuestras nobles tareas al servicio de la humanidad. Que toda la comunidad internacional se haga cada vez más sensible a las necesidades de los pobres y de los que sufren hambre en el mundo, y que comprenda que la acción coordinada por parte de todos no debe ser ya más retrasada.
Que Dios os bendiga abundantemente.
*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 49, p. 17, 18.
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