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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO
DEL CONSEJO INTERNACIONAL PARA LA CATEQUESIS

LA CATEQUESIS DE LOS ADULTOS

 

1. Le agradezco mucho, señor cardenal, las amables palabras con las que ha introducido este encuentro, presentando a los que han tomado parte en él: los superiores y los oficiales de la Congregación para el Clero, en particular aquellos que se ocupan de la sección pastoral catequística; y los ilustres componentes del Consejo internacional para la Catequesis, que han llegado de todas las partes del mundo para dar una aportación de estudios y experiencias sobre los importantes problemas catequéticos de nuestro tiempo. Saludo a todos cordialmente.

2. El tema de estudio elegido para esta sexta sesión de vuestro Consejo es de capital importancia para la Iglesia, en cuanto que la catequesis de adultos "se dirige a personas que tienen la gran responsabilidad y capacidad de vivir el mensaje cristiano en su forma plenamente desarrollada" (Catechesi tradendae, 43).

Una tarea, no menos importante, de vuestra sesión ha sido la de resaltar las condiciones religiosas del sujeto adulto en relación también con el ambiente sociocultural en el que vive y trabaja.

En realidad, a lo largo de este siglo, se han producido grandes transformaciones sociales, al tiempo que se ha extendido rápidamente, gracias a las conquistas de la ciencia y de la técnica, un notable progreso cultural también a nivel de masas. La sociedad en la que hoy está inserto el adulto, generalmente se halla dominada por la civilización de la imagen (cine, televisión, revistas gráficas) y por la rápida difusión de noticias, ideas, valores, datos culturales y científicos, transmitidos con lenguaje fácil e incisivo. Por lo demás, en este contexto, no se habla de Dios; la religión se considera como un hecho privado, cuando no se presenta bajo un ángulo critico o negativo; además, los modelos de vida y las interpretaciones de la realidad son múltiples y contrapuestas.

Este es el contexto en el que ha crecido el creyente adulto de nuestros días, el cual por desgracia, la mayoría de las veces, ha realizado solamente la primera etapa del itinerario catequético que conduce a una fe comprendida y vivida. En general, se ha detenido en la etapa preparatoria de la primera comunión y de la confirmación, o en las nociones aprendidas en los bancos escolares de tal forma que, mientras ha crecido y madurado en aspecto físico sociológico y profesional, de hecho todavía está en el estadio inicial por lo que respecta al crecimiento y maduración en la fe. El resultado es una fe no profundizada, débil y frágil hasta el punto de que parece ya inexistente. Para una aproximación pastoral catequética eficaz, es necesario que nos detengamos con atención responsable ante la tipología del adulto, para estudiar su mentalidad, su modo de expresarse, comunicarse y vivir publica o privadamente.

3. También es necesario preguntarse cuáles son las esperanzas y las exigencias más ocultas, en el adulto de hoy, en el aspecto religioso. Se puede afirmar que, en general, el adulto contemporáneo, en su intimidad, tiene hambre y sed del Dios vivo, y por tanto de lo sagrado, debido a diversos motivos: ya sea por las instancias inmutables de la naturaleza humana, que lleva en sí el signo y la necesidad de la causa primera, ya por el mayor progreso de discernimiento con respecto a los dudosos enfoques ideológicos y prácticos de la sociedad terrena; o, finalmente, por el sentido de incertidumbre, de miedo y de vacío existencial, que deriva de una cultura privada de lo trascendente.

El adulto de hoy, que sólo aparentemente es irreflexivo o indiferente, necesita sobre todo volver a explicar todos los motivos de credibilidad racional que el cristianismo posee, del que se subraya siempre el carácter histórico. De hecho, es posible demostrar que Dios se ha revelado al hombre por medio de Cristo Redentor.

Mas, al pasar a los contenidos de esta Revelación, la catequesis actual debe asumir tonos de vivacidad y actualidad. El cristianismo es, ante todo, un "mensaje de vida" (Catechesi tradendae, 26), que en nuestros días como en los inicios, se anuncia con alegría: Jesús de Nazaret, Hijo de Dios hecho hombre, murió y resucitó por nuestra redención. Y "en el misterio de la redención, el hombre es confirmado y en cierto modo, es nuevamente creado" (Redemptor hominis, 10). El adulto contemporáneo, que está envilecido por una sociedad materialista y consumista, gradualmente y con satisfacción tomará conciencia de su valor y de su dignidad de hombre, gracias al anuncio del Evangelio y a una catequesis adaptada a las exigencias de nuestros días.

La finalidad de tal catequesis es llevar al adulto por el camino de una educación básica e integral en la fe. Pero al proyectar los contenidos catequéticos se tendrá en cuenta tanto el orden jerárquico de las verdades como la situación concreta en la que se desarrolla la catequesis. No se deberá, pues, desatender el tratamiento cuidadoso de los grandes temas que se refieren a Dios, "rico en misericordia", Jesucristo, "palabra viva y substancial del Padre", la Iglesia "vivificada por el Espíritu Santo".

4. En la presentación de las verdades que tocan a la fe y a la moral se recomienda reservar una particular atención a la elección del lenguaje que ha de usarse con el adulto de hoy. La estructura del lenguaje debe ser tal que suscite un vivo interés en el adulto moderno: hay que respetar y usar las mejores formas de comunicación,, incluidos los signos, los gestos y los símbolos.

La catequesis deberá servirse de los grandes progresos, hechos por la ciencia de la comunicación y del lenguaje, para poder transmitir más eficazmente todo su contenido doctrinal, sin deformación alguna, especialmente cuando se dirige a categorías particulares de personas como los intelectuales, los analfabetos, los minusválidos, etc. (cf. Catechesi tradendae, 59). El respeto debido al adulto por su madurez exige que, al dar la catequesis, las informaciones resulten siempre actualizadas, los argumentos tengan una concatenación lógica y el discurso haga referencia también a los datos de la experiencia de la cultura y de la ciencia, que son muy significativos para nuestro tiempo. La catequesis de los adultos tendrá mayor éxito si se demuestra abierta al encuentro entre fe, cultura y ciencia, para una mutua integración, respetuosa de las competencias recíprocas.

5. He tenido conocimiento con satisfacción que una parte de vuestra sexta sesión ha sido dedicada al estudio de los itinerarios metodológicos, que se pueden usar en la catequesis actual de adultos. Las exigencias de las diversas áreas geográficas y de los diferentes momentos catequéticos, conducirán a elegir o combinar los diversos modelos típicos de esta catequesis. Pero en cualquier itinerario hay que procurar dejar espacio suficiente para el diálogo y para la participación activa del adulto en la catequesis.

Se ha de tener presente, finalmente, que catequizar no sólo quiere decir usar el modelo catequético más apropiado, con todas las técnicas y los instrumentos relacionados con ellas, sino que también consiste en saber acoger y valorar las capacidades de los adultos a quienes se necesita ofrecer, a lo largo del año, la posibilidad de participar en encuentros cordiales y en cursos bien organizados, preferentemente en el ámbito de una comunidad eclesial como la parroquia, lugar privilegiado, ya que en ella la pastoral catequética se celebra en un contexto no sólo didáctico, sino también litúrgico, sacramental y caritativo.

Espero, además, que también para los adultos se usen sobre todo múltiples medios de comunicación, ya que favorecen el desarrollo de varios tipos de catequesis: desde el inicial al de profundización, desde el ocasional al sistemático y permanente, que tienden a hacer del adulto un cristiano convencido y formado.

6. Finalmente deseo dirigir mi palabra de aliento a vosotros y a todos los que en cualquier parte del mundo, a través de asambleas y publicaciones, están suscitando un saludable despertar del interés y del estudio por la evangelización y la formación religiosa del adulto. El campo de acción, vasto y complejo, presenta espacio y labor para todos, signo de la caridad y de la humanidad. Será necesario valorar, particularmente, los diversos movimientos y grupos eclesiales, los centros y los institutos catequéticos, así como las escuelas de catequesis por sus estudios y su función educativa sobre los catequistas.

Sirva de estímulo y consuelo el hecho de que la Iglesia considera la catequesis de los adultos como un "problema central" y la "principal forma de la catequesis" (Catechesi tradendae, 43). Son los adultos, en efecto, padres y madres de familia, una vez educados en la fe, quienes darán la primera y fundamental instrucción religiosa a los propios hijos en la intimidad de la "iglesia doméstica"; son los adultos quienes pueden dar un testimonio cristiano válido a los jóvenes en el proceso de búsqueda y maduración (Apostolicam actuositatem, 12); por último, son ellos los que, descubierta la validez de la vocación cristiana enraizada en el bautismo, participarán en la misión salvífica de la Iglesia, como sujetos activos preciosos, tanto en las comunidades eclesiales, como en las "realidades temporales de las que son responsables" (ib.).

Deseando que María, Madre de la Palabra de Dios "encarnada" en su seno, haga fructuoso vuestro trabajo y el de cuantos se consagran a anunciar y explicar en nuestro tiempo la Palabra que da la vida, os imparto de corazón a todos la bendición apostólica.



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