VIAJE APOSTÓLICO A NORUEGA, ISLANDIA,
FINLANDIA, DINAMARCA Y SUECIA
(1-10 DE JUNIO DE 1989)
ENCUENTRO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON EL PRESIDENTE DEL FINLANDIA
Palacio presidencial de Helsinki
Domingo 4 de junio de 1989
Señor Presidente,
distinguidos miembros del Parlamento,
Señoras y Señores:
1. Al comienzo de mi visita pastoral a Finlandia deseo expresar mi gratitud por este encuentro. Saludándole a usted, Presidente Koivisto, y a los miembros del Gobierno, deseo saludar a todo el pueblo de Finlandia con cariño y afecto. He deseado mucho esta visita, pues soy consciente de los lazos que existen desde hace tiempo entre su nación y la Santa Sede. Lo primero que deseo para Finlandia y para su gente se expresa simplemente en estas palabras del Salmista: ¡Haya paz dentro de tus muros, en tus palacios calma!» (Sal 122, 7).
Viniendo a Finlandia, he venido a un pueblo que se distingue por su independencia y dedicación a la causa de la paz internacional. Es fuerte vuestro compromiso por la paz y la autodeterminación de los pueblos, pues ha sido probado fuertemente en el crisol del sufrimiento. El esfuerzo por mantener la independencia en Finlandia ha dejado su marca no solamente en los recuerdos de las penas soportadas por la causa de la libertad, sino también en la determinación y tenacidad con la que habéis construido una sociedad moderna y próspera después de la devastación y de la guerra. La fuerza de Finlandia no deriva de su prosperidad material, sino de una firme y probada confianza en los ideales que os han guiado a través de los acontecimientos de vuestra historia.
Es esta salud espiritual lo que quiero recordar hoy. En un mundo que desea liberarse del espectro de la guerra y hostilidades prolongadas entre naciones, Finlandia tiene una experiencia que ofrecer. Vuestros esfuerzos de este siglo por la independencia y la autodeterminación os han ayudado a forjar vuestro carácter como pueblo. La fidelidad a los ideales que han guiado dichos esfuerzos es clave no sólo para que Finlandia siga creciendo como pueblo, sino también para sus contribuciones futuras a la comunidad de las naciones.
2. Como usted sabe, señor Presidente, la Santa Sede fue una de las primeras, dentro de la comunidad internacional, en reconocer la independencia de Finlandia. Después, durante la crisis de la Segunda Guerra Mundial, la Santa Sede y la República de Finlandia establecieron relaciones diplomáticas oficiales. Los años de paz que siguieron consolidaron nuestras buenas relaciones y nuestra colaboración eficaz en la consecución de un orden internacional basado más sólidamente sobre la justicia, la paz, y el desarrollo auténtico de los pueblos. Es mi esperanza profunda, señor Presidente, que estos esfuerzos sirvan para promover más el bien de todos los individuos, de todas las naciones y de todos los pueblos.
La presencia de la Santa Sede dentro de la comunidad internacional tiene como uno de sus fines señalar la importancia fundamental de los valores espirituales que inspiran y soportan todos los esfuerzos genuinos por avanzar en la causa de la paz y del respeto a la dignidad humana. Además de sus esfuerzos diplomáticos, Finlandia da testimonio de estos mismos valores de un modo notable, por medio de sus contribuciones al mundo de las artes y letras, y al desarrollo de las ciencias. Esta presencia activa y valiosa ha aumentado vuestro aprecio del espíritu humano, y por tanto, ha servido para favorecer una mayor comprensión entre los pueblos. En este contexto, me es grato recordar la estrecha relación que existe entre el Instituto Finlandés en Roma y el Vaticano. Confío en que dicha cooperación seguirá siendo útil gracias a los intercambios y servirá tanto para aumentar nuestro conocimiento del pasado como para aumentar nuestro amor a los tesoros del arte que han producido los pueblos en todas las épocas.
3. Mi visita pastoral está motivada por mi deseo, como Obispo de Roma, de fortalecer los lazos de comunión eclesial que unen a los católicos de Finlandia con la Santa Sede. Mi ministerio me compromete a predicar el Evangelio de Jesucristo y a ejercer una solicitud pastoral por todas las Iglesias (cf. 2 Co 11,28). Mi deseo es ser instrumento para la profundización de la fe de los católicos finlandeses, para que ellos puedan crecer en su conocimiento de la esperanza a la que Cristo les ha llamado, las riquezas de su gloriosa herencia y la inconmensurable grandeza de su poder para aquellos que creen (cf. Ef 1, 18-19).
Mañana, en la catedral de Turku, participaré en un encuentro ecuménico de oración por la unidad de todos los cristianos. También es ésta una parte significativa de mi peregrinación a Finlandia. El movimiento ecuménico, que busca superar todas las divisiones entre los que creen en Cristo, es ciertamente un signo de la gracia de Dios actuando en nuestros tiempos. Estoy agradecido a mis hermanos cristianos, mis hermanos y hermanas en el Señor, por su amable invitación para rezar con ellos ante la tumba de San Enrique. Es mi deseo que la fraternidad que ha surgido aquí entre la Iglesia Católica y las Iglesias Luterana y Ortodoxa se vea fortalecida por esta visita pastoral.
Como amigo de Finlandia, he venido a todos sus habitantes, tanto creyentes como no creyentes. El mensaje que traigo, el Evangelio que se me ha encargado predicar, tiene como finalidad llegar a los corazones de todos los hombres y mujeres. Tiene la fuerza para despertar y animar todo lo que es noble en el espíritu humano, y señalar el camino para un mundo de paz auténtica y verdadero progreso. Durante siglos ha formado la visión y la conciencia del pueblo finlandés. En nuestros días, puede ofrecer una guía segura a aquellos que buscan la verdad y anhelan la construcción de una sociedad caracterizada por la justicia, la armonía y la solidaridad universal.
4. Señor Presidente, Distinguidos Señoras y Señores: Con ocasión de esta primera visita de un Obispo de Roma a Finlandia, pido al Señor que las buenas relaciones existentes entre vuestro País y la Santa Sede sigan creciendo en los próximos años. Que nuestros esfuerzos por construir una sociedad más humana y por el mayor bienestar de todo vuestro pueblo estén siempre enraizadas en los nobles principios morales y sociales que son parte de la herencia más valiosa de Finlandia.
Que el Dios Omnipotente, autor de la paz y fuente de todo bien, bendiga Finlandia y a todo su pueblo con su paz perdurable.
*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n.25, p.17.
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