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VIAJE APOSTÓLICO A POLONIA

DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
DURANTE LA VISITA A LA IGLESIA DE CRACOVIA
DEDICADA A SANTA EDUVIGIS

Lunes 9 de junio de 1997

 

1. «¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!» (Sal 121, 1).

Repito esta exclamación del Salmista al venir hoy acá, a esta iglesia y a vuestra comunidad parroquial. También yo me he alegrado cuando, mientras se fijaba el programa de mi peregrinación, me comunicaron que vendríamos «a la casa del Señor», a esta casa en Krowodrza, cuya patrona es la reina santa Eduvigis. Tenía grandes deseos de volver a este lugar, en el que, el año 1974, siendo metropolitano de Cracovia, celebré por primera vez la santa misa con ocasión del inicio del año escolar.

Recuerdo esta plaza y esta casita, que era a la vez la casa para la catequesis y el centro de la naciente parroquia. Aún faltaba la iglesia, e incluso el permiso para construirla, pero ya había otra Iglesia: la Iglesia construida con piedras vivas sobre el fundamento de Cristo. Estaba ya la comunidad de los fieles, que se reunía bajo el cielo raso, soportando todo tipo de incomodidades, para celebrar la eucaristía, para escuchar la Palabra de Dios, para confesarse, para orar... A los fieles los unía también un gran deseo de que en este lugar, en medio de los edificios del barrio que estaba surgiendo, se levantara una iglesia, una casa del Señor, que fuera también la casa para las futuras generaciones de sus confesores. No escatimaron esfuerzos y sacrificios, y realizaron esta obra. Por designio de la divina Providencia, hoy puedo entrar en este templo, para dar gracias a Dios precisamente aquí, junto con vosotros, por el don de la santidad de la reina Eduvigis, a la que tuve oportunidad de canonizar ayer.

2. Uniéndome a vosotros en esta acción de gracias, quiero saludar a los pastores locales y, en primer lugar, a monseñor Jan, que desde el inicio, por voluntad del entonces arzobispo de Cracovia, ahora Sucesor de Pedro, organizaba la vida de esta parroquia. Saludo a la comunidad de las religiosas de la Sagrada Familia de Nazaret, que desde los primeros años de vida de la parroquia se han dedicado a apoyar a los sacerdotes en su labor catequética, caritativa y litúrgica. Por último, quiero abrazaros con mi corazón a todos vosotros, aquí presentes, y a la comunidad parroquial, que representáis. Sé que es una comunidad viva, que irradia el espíritu de fe y de piedad, y que tiene también gran solicitud por el hombre, por su desarrollo, no sólo espiritual sino también cultural y físico. Esta vida se concentra en numerosos grupos de oración, litúrgicos, caritativos, culturales, deportivos... Cada uno puede encontrar un lugar para ensanchar sus intereses, y también para profundizar su fe. Y se trata de una actividad digna de elogio.

Como dice el salmista: «Hasta el gorrión ha encontrado una casa, y la golondrina, un nido (...): tus altares, Señor de los ejércitos, rey mío y Dios mío» (Sal 84, 4). Estas palabras marcan con claridad la orientación de la vida y de la actividad de la comunidad parroquial. Todo cuanto acontece en ella debe realizarse «en tus altares», debe llevar hacia el altar. La vida de las comunidades que trabajan en la parroquia, tanto las que están vinculadas directamente a la liturgia, la catequesis o la oración, como las que promueven la cultura o el deporte, es realmente fructuosa, edifica verdaderamente al hombre, si en definitiva lo acerca a Cristo, a este Cristo que se ofrece en el altar en sacrificio al Padre y se entrega totalmente a los hombres, para santificarlos. A los pastores, a las religiosas, a todo el pueblo de Dios de esta parroquia y a todas las comunidades parroquiales de la Iglesia en Polonia, les deseo que su perseverancia fiel junto a Cristo presente en la Eucaristía fructifique con la felicidad en la vida de cada uno. «Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre» (Sal 84, 5).

3. Desde esta iglesia contemplo Cracovia, mi querida ciudad. Tengo en mi memoria todos los barrios, todas las parroquias, que visité como pastor de la archidiócesis. Desde ese tiempo han surgido varias decenas de iglesias nuevas, que en aquellos tiempos sólo existían en los deseos y proyectos del arzobispo. A mi sucesor le ha tocado realizarlas y bendecirlas. Doy gracias a la divina Providencia por todas estas nuevas parroquias de Cracovia y Nowa Huta, que ya existen o que, gracias a la benevolencia de las autoridades locales, están surgiendo ahora donde resultan necesarias. Las abrazo a todas con el corazón y la oración.

Al final quiero añadir algo que no está escrito en estos papeles. Estoy seguro de que la reina Eduvigis sabía que existían los scout de Krowodrza y decidió asociarse a ellos. Hizo bien. Tuvo que esperar 600 años para ser canonizada. Desde que está asociada a los scout de Krowodrza todo ha sido fácil.

Deseo ahora dirigirme a los grupos que se encuentran fuera de la iglesia con sus estandartes. En su mayor parte son estandartes del Ejército nacional. Dado que me han deseado mucha salud, quiero decirles que he estado en el hospital, pero no tuve que quedarme allí mucho tiempo. Me dejaron salir; sólo tomaron mi nombre y apellido, y ahora lo usarán siempre.

Os encomiendo a la protección, llena de amor, de la reina santa Eduvigis a vosotros, a vuestra parroquia y a todas las parroquias de Polonia, y bendigo a todos de corazón.



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