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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE MUCHACHOS
DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA


Martes, 21 de diciembre de 1999

 

Amadísimos muchachos y muchachas de la Acción católica italiana: 

Me alegra acogeros hoy, como cada año, en este encuentro que nos brinda la ocasión de intercambiarnos las felicitaciones por la santa Navidad y el Año nuevo. Os saludo con gran afecto a cada uno de vosotros, así como al presidente nacional de la Acción católica y al asistente general. A todos y a cada uno os abrazo con gran cordialidad. Os agradezco las palabras que me habéis dirigido y los sentimientos que habéis querido manifestarme. Los aprecio de modo particular,  porque  van  acompañados por vuestro recuerdo en la oración. Gracias, queridos muchachos, por todo esto.

Ya casi hemos llegado a la santa Navidad, fiesta muy entrañable para las familias cristianas. Mi pensamiento va naturalmente a vuestras familias y a todas las familias del mundo. Al volver a vuestra casa, llevad a vuestros seres queridos el saludo del Papa y sus mejores deseos de serenidad y de paz. Pensad, al mismo tiempo, en cuantos no podrán vivir con serena alegría estos días de fiesta.

La Navidad es un día singular que nos invita a la solidaridad y al amor; nos invita a abrir nuestro corazón a los hermanos, especialmente a los necesitados. El Niño Jesús, al nacer en Belén, trajo al mundo el don valioso del amor, para que, como luz resplandeciente, ahuyente del corazón del hombre las tinieblas del egoísmo y de la tristeza y colme su corazón de auténtica alegría. A cada uno de vosotros y a los diversos grupos de la Acción católica que representáis os deseo que redescubráis el amor divino, que envuelve y da sentido pleno a la existencia humana. La Virgen, que en Belén dio al mundo a nuestro Redentor, os ayude a acogerlo en vuestro corazón.

Queridos muchachos y muchachas, a la alegría de la Navidad de este año se une también la del Año jubilar, que comenzará precisamente en Nochebuena, con la solemne apertura de la Puerta santa en la basílica vaticana. Preparaos para vivir intensamente este extraordinario tiempo de gracia; sed apóstoles de vuestros coetáneos, ayudándoles a captar el auténtico espíritu del Año santo y a vivirlo a fondo.

Os agradezco una vez más esta grata visita y os bendigo de corazón a vosotros, a vuestros amigos, a vuestras familias y a cuantos os acompañan en vuestro camino de crecimiento humano y espiritual. ¡Feliz Navidad!

 



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