DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS MIEMBROS DEL 31 ESCUADRÓN
DE LA AERONÁUTICA MILITAR ITALIANA
Domingo 26 de septiembre de 1999
Señores oficiales y suboficiales;
amadísimos hermanos y hermanas:
1. Me alegra siempre poder acogeros y saludaros. Este encuentro, ya tradicional, se enriquece cada vez con nuevos motivos y sentimientos. Ante todo, me brinda la oportunidad de daros personalmente las gracias a vosotros, amables miembros del 31° escuadrón de la Aeronáutica militar italiana, que, acompañándome durante los viajes aéreos en territorio italiano, me permitís participar en celebraciones y manifestaciones eclesiales en diversas localidades de la amada Italia.
De este modo cooperáis en mi ministerio y me brindáis la posibilidad de llevar el mensaje evangélico a numerosos hermanos y hermanas en la fe, sosteniéndolos en su testimonio y en su amor a Cristo y a la Iglesia; asimismo, me permitís llevar consuelo a cuantos se encuentran en particulares situaciones de sufrimiento.
2. Deseo renovaros mi más sincera y cordial gratitud por vuestro valioso y laudable servicio, así como por vuestra solícita y continua disponibilidad; a la vez, os manifiesto mi profunda estima por vuestra gran preparación técnica y profesional. Permitidme, además, poner de relieve los ideales de fe que inspiran y presiden vuestra no fácil actividad, ideales que vuestro comandante acaba de evocar al saludarme en nombre de todos vosotros.
Como sucede tradicionalmente en esta circunstancia, con profunda alegría confiero especiales distinciones y condecoraciones pontificias a algunos de vosotros: es un gesto exterior con el que os manifiesto mi gratitud personal y la de la Santa Sede por la generosa disponibilidad con que ponéis al servicio del Papa vuestra capacidad profesional; y es, además, un signo de la estima que siento por vosotros y por todos los componentes del 31° escuadrón.
3. Estamos viviendo el tercer año de preparación inmediata para el gran jubileo, ya inminente. El año 1999 está dedicado al Padre. Jesús nos enseñó a dirigirnos al Padre celestial así: «Padre nuestro que estás en los cielos» (Mt 6, 9). Ciertamente, la referencia al «cielo» com o lugar donde mora el Padre es simbólica: el cielo, con sus dimensiones ilimitadas y con la multiplicidad de los astros que lo embellecen, es el lugar donde resplandecen de modo particular la hermosura y la grandeza del Padre, «creador del cielo y de la tierra».
Los cielos os resultan familiares: los surcáis en cada uno de vuestros vuelos. Ojalá que vuestra actividad y toda vuestra vida esté impregnada constantemente del amor del Padre, que en Jesucristo reveló su verdadero rostro de misericordia y ternura. Que vele por vosotros con su presencia paterna y abra vuestro espíritu a una gran confianza en él.
Con estos sentimientos, invoco sobre vosotros, sobre el 31° escuadrón y sobre vuestras familias, la protección del Señor, por intercesión de la Virgen de Loreto, a quien la Aeronáutica profesa una especial devoción.
A todos vosotros, y a vuestros seres queridos, os imparto mi afectuosa bendición.
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