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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A VARIOS GRUPOS DE PEREGRINOS QUE ACUDIERON
A ROMA PARA CELEBRAR EL JUBILEO


Sábado 27 de mayo de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas: 

1. Bienvenidos a Roma, a donde habéis llegado para vuestra peregrinación jubilar. Aquí queréis confirmar vuestra profesión de fe, tomando con abundancia de las fuentes de la gracia que Dios, rico en misericordia, concede con particular intensidad a sus hijos durante este Año santo.

Os dirijo, ante todo, mi saludo a vosotros, peregrinos de la diócesis de Pozzuoli. Saludo a monseñor Silvio Padoin, vuestro obispo, y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Vuestra presencia me devuelve, en cierto modo, la visita que tuve la alegría de realizar a vuestra ciudad hace diez años. Gracias por los sentimientos que me manifestáis esta mañana. Al dirigirme a vosotros y a vuestro pastor, deseo renovar mi cercanía y mi aliento a todos los componentes de la comunidad diocesana, que aquí representáis.

Sois miembros de una Iglesia antigua, que visitó el apóstol san Pablo, el cual, escoltado por soldados armados, estaba viajando a Roma. La humanísima acogida reservada a aquellos heraldos del Evangelio se ha mantenido inalterada a lo largo de los siglos, como característica del corazón de la gente de Pozzuoli. El sentido de la hospitalidad, la disponibilidad a confrontarse seriamente con el Evangelio y la cordialidad diligente para socorrer al necesitado son valores que habéis recibido en herencia y que debéis cultivar también como rasgo esencial de vuestra adhesión a Cristo.

2. Vuestro pueblo, fiel al Evangelio, durante estos dos milenios ha conservado la fe y el vínculo de comunión con la Cabeza del Colegio apostólico. Nada ha debilitado jamás esta fidelidad:  ni las dificultades y los sufrimientos, ni los obstáculos y ni siquiera los desastres naturales -erupciones volcánicas, terremotos, seísmos lentos- que han azotado a vuestra tierra.

Al cruzar la Puerta santa, vuestra comunidad quiere proseguir ahora su camino. Continuad con confianza vuestro testimonio. La historia de santidad que la Iglesia de Pozzuoli ha sabido escribir durante estos dos mil años, como ha recordado vuestro obispo, es un fuerte estímulo a seguir entregándoos generosamente a la obra misionera. Para que el anuncio de Cristo penetre a fondo, acompañad todas las iniciativas apostólicas con una incesante obra de promoción humana. Es vasto el campo de las intervenciones necesarias. Pienso en el fenómeno del desempleo juvenil, que en vuestra tierra, como en todo el sur de Italia, registra porcentajes elevados. En la medida de vuestras posibilidades, inspirad confianza en cuantos desean insertarse en el proceso productivo de la sociedad. Al hacerlo, contribuiréis a infundir serenidad en su corazón y en sus familias.

3. Sé que en toda la zona de los municipios de Flegrei se ha producido un rápido desarrollo urbano, que plantea serios interrogantes sobre la formación de una comunidad unida, acogedora, abierta a la solidaridad y bien consolidada en sus antiguas tradiciones de fe y caridad. Esmeraos por crear, con vuestro comportamiento, un clima favorable para una sociedad civil ordenada y respetuosa de los derechos y los deberes de cada uno.

Me complace repetiros lo que os dije durante mi citada visita a vuestra ciudad:  "Tratad de reaccionar con valentía, sin caer en una resignación pasiva, que hace inútil cualquier recurso interior. No deis por descontado que la situación no se puede cambiar. Pensad, sobre todo, en los jóvenes y en su futuro; exigid de todas las maneras legítimas que las autoridades responsables no os abandonen. Y sed conscientes de que sólo con la contribución generosa de cada uno se puede construir una ciudad a medida del hombre" (Discurso a la población de Pozzuoli, 12 de noviembre de 1990).

4. Estoy seguro de que la visita pastoral que vuestro obispo está a punto de concluir a las diversas realidades diocesanas, y a la que deseo mucho éxito, contribuirá de modo decisivo a aumentar esta eficaz obra apostólica. Esa visita os ayudará a poner en marcha diversas iniciativas, para que nadie se vea privado del anuncio liberador de la buena nueva de Cristo. Acompañad todas vuestras acciones pastorales con la oración. El Señor fecundará vuestros esfuerzos.

A este respecto, representa una gran esperanza el aumento de las ordenaciones sacerdotales, que han fortalecido y rejuvenecido el presbiterio, y la presencia prometedora de numerosos seminaristas. Seguid invocando al Señor para que no falten nunca sacerdotes, consagrados y consagradas en su viña.

5. Dirijo, asimismo, un saludo cordial a los fieles de las parroquias Santa María Niña, de Pojana Maggiore, y San Juan Bautista, de Cicogna; Santa Eufemia, de Carinaro; San Alejandro, de Albizzate; San Bernabé, de Rosaro de Grezzana; San Ángel, de Salute di Gatteo; Santa María de la Asunción, de Gisso; y San Blas, de Piombino Dese. Queridos hermanos, al volver a vuestras parroquias, llevad a todos el saludo del Papa, que sigue con la oración el camino de cada una de vuestras comunidades. Sed siempre fieles al Evangelio.

Por último, saludo a los miembros de la Asociación nacional de marineros de Italia, provenientes de Abruzos y Molise; a la Asociación cultural "Agora", de Sirignano; a los socios del Círculo recreativo empresarial de empleados de la región de Campania, en Nápoles; y a los fieles de Marconia. A todos os deseo que el providencial período del Año santo sea una fuerte llamada a convertiros en instrumentos de la gracia del Señor, que trae la salvación y la renovación a los humildes de corazón, abiertos a la verdad.

6. ¡Alabado sea Jesucristo! Con gran alegría os saludo a cada uno de vosotros, queridos miembros de las Fuerzas armadas ucranianas, que habéis venido a visitarme con ocasión de vuestro jubileo. Dirijo un saludo afectuoso a vuestros pastores, que os acompañan en este momento de viva comunión eclesial. Mi saludo deferente se dirige, de igual modo, al señor General y a los demás oficiales por su significativa participación en este encuentro.

Vuestro itinerario jubilar, que empezó en la gruta de Lourdes, hace etapa hoy ante las tumbas de los Apóstoles. Queridos hermanos, hallad en esta pausa de reflexión y oración la fuerza y la valentía para  adheriros fielmente al Evangelio y, en nombre de Cristo, convertíos en auténticos servidores de la justicia y la paz.

Que Dios os ayude a realizar esta misión. Os encomiendo a la intercesión celestial de María santísima, Madre de Cristo y de la Iglesia. Que la Virgen colme todas vuestras aspiraciones de bien.

7. Agradeciéndoos una vez más a cada uno de vosotros vuestra presencia, invoco sobre todos la dulce protección de la Madre de la Iglesia, particularmente presente en la piedad popular durante este mes mariano, y os imparto de corazón a vosotros, así como a vuestros seres queridos, una especial bendición apostólica.

 



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