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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS


Sábado 23 de septiembre de 2000

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra encontrarme con vosotros en esta audiencia jubilar, que constituye un momento hermoso e importante de vuestra peregrinación a Roma en el marco del Año santo. Provenís de diversas diócesis, cada una con su historia y sus tradiciones particulares. Con todo, nuestro encuentro nos hace casi palpar los profundos vínculos de comunión que nos transforman en hermanos en el único cuerpo de Cristo, que es la Iglesia:  el mismo amor que procede de la Trinidad y anima al pueblo de Dios; la misma fe en Jesús, Salvador; y el mismo compromiso de anunciar el Evangelio. Habéis venido a la ciudad eterna para compartir esta fuerte experiencia de la reconciliación con Dios y con los hermanos. Pido al Señor que haga que vuestra peregrinación jubilar sea rica en frutos de bien.

2. Mi afectuoso saludo se dirige en primer lugar a vosotros, amadísimos peregrinos procedentes de la archidiócesis de Nápoles. Doy las gracias a vuestro pastor, el cardenal Michele Giordano, que acaba de hacerse intérprete de vuestros sentimientos de afecto y cercanía espiritual. Me congratulo con todos vosotros por el empeño con que os habéis preparado para celebrar dignamente este jubileo y, en particular, por haber puesto justamente en el centro de vuestra acción pastoral el tema de la nueva evangelización, apoyándoos en la hermosa iniciativa de los Centros del Evangelio. No puedo por menos de animaros a proseguir generosamente en el camino emprendido, esforzándoos por implicar cada vez más a las familias en esta empresa misionera en la que desempeñan un papel esencial. Que la visita de estos días a las tumbas de los Apóstoles, profundizando el vínculo de comunión con la Iglesia de Roma, os ayude a afrontar con mayor valentía y determinación los inevitables momentos de dificultad. La Virgen María, a la que todos soléis invocar con el título de "Virgen morena", os acompañe siempre con su ayuda y su maternal protección.

3. Mi cordial bienvenida va ahora a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas de la diócesis de Brescia. Os saludo con afecto, particularmente a vuestro obispo, monseñor Giulio Sanguineti, al que agradezco sus cordiales palabras. Sabéis que celebrar la gracia del jubileo significa, ante todo, tomar mayor conciencia de las raíces de la propia fe. La experiencia cristiana ha producido a lo largo de los siglos en la comunidad de Brescia abundantes frutos, marcados por una particular atención a los problemas de la sociedad en sus diferentes aspectos. De esta animación de la vida social mediante la levadura evangélica quedan los luminosos testimonios de sacerdotes, religiosos y laicos, auténticos modelos de un cristianismo comprometido frente a las necesidades de su tiempo. Brescia puede gloriarse, en particular, de haber dado a la Iglesia un Pontífice de la talla de Pablo VI, cuyo recuerdo perdura de forma imborrable en el corazón de todos. Los ejemplos de estas insignes personalidades deben impulsaros a responder con gran valentía y generosidad a los desafíos que ha de afrontar la Iglesia del tercer milenio cristiano. En este Año jubilar, durante el cual todos estamos invitados a volver a las fuentes genuinas de nuestra fe, vivid con profundidad la realidad de la comunidad cristiana en su doble aspecto de comunión y misión. Este es mi deseo y, al mismo tiempo, el compromiso que os encomiendo como fruto de la peregrinación jubilar.

4. Saludo ahora al grupo de peregrinos de la diócesis de Parma, acompañados de su obispo, monseñor Silvio Cesare Bonicelli, al que agradezco las afectuosas palabras que me ha dirigido. El jubileo, como lo dice la misma palabra, es ante todo un momento de júbilo y participación. En este tiempo santo la Iglesia se alegra por la abundancia de gracia y misericordia que Dios derrama sobre cuantos disponen su alma para la reconciliación y la renovación interior. Que el jubileo sea para vosotros, amadísimos hermanos, un momento fuerte de vuestro camino eclesial, del que brote un renovado impulso para la evangelización. Reconciliarse con Dios y con los hermanos es condición esencial para la eficacia del anuncio evangélico, pues no hay misión cristiana que no nazca de una profunda experiencia de comunión con Dios y con el prójimo. Os deseo que, en este tiempo jubilar, viváis el profundo misterio de la Iglesia, que es al mismo tiempo misterio de comunión y de misión.

5. Me dirijo ahora a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas de la archidiócesis de Lucca, que habéis venido a Roma en peregrinación jubilar acompañados de vuestro arzobispo, monseñor Bruno Tommasi, cuyo saludo he escuchado con sentimientos de gratitud. Vuestra diócesis atraviesa la vía Francígena, que tradicionalmente recorrían los romeros en su itinerario hacia las tumbas de los Apóstoles. Eso ha contribuido a aumentar vuestra tradicional hospitalidad y acogida fraterna, que aún hoy se expresa en múltiples formas de voluntariado y caridad. Apoyándoos en el gran patrimonio de fe y civilización cristiana de vuestra tierra, renovad también en nuestro tiempo el compromiso de testimonio de los valores evangélicos y la voluntad de contribuir eficazmente a la edificación de una renovada cultura cristiana. Poned siempre a Cristo en el centro de vuestras comunidades mediante la escucha atenta de su palabra y el redescubrimiento de la Eucaristía como fuente y culmen de toda la vida eclesial. Además, os ayudará mucho no sólo el empeño en la formación permanente de los presbíteros, sino también una implicación cada vez mayor de los laicos comprometidos en los sectores más específicos de su estado dentro de la vida pastoral de la comunidad diocesana.

6. Saludo ahora con afecto a los miembros del Apostolado de la oración de la diócesis de Barcelona, llegados a Roma en peregrinación con motivo del Año jubilar. Recordad que en el encuentro con Jesucristo por medio de la oración se forja el temple apostólico, que mira a suscitar un sincero anhelo por la santidad. Con la ayuda de la gracia, esforzaos para que vuestra adhesión a Cristo y a su Iglesia sea cada vez más sólida y vuestro testimonio de vida más creíble. De esta forma el Año jubilar será para vosotros un acontecimiento único de "renovación personal en un clima de oración cada vez más intensa y de solidaria acogida del prójimo" (Tertio millennio adveniente, 42).

7. Se hallan presentes en esta audiencia especial los participantes en la Conferencia de las Ligas europeas del cáncer. Al saludaros cordialmente, os expreso mi deseo más sincero de un provechoso trabajo en un sector tan importante para la salud del ser humano.

Saludo asimismo a los representantes de la Misión católica de lengua italiana en Suiza, animada por la comunidad salesiana de Zurich. Que esta peregrinación a Roma y la gracia del jubileo constituyan para vosotros un impulso a seguir cada vez con mayor generosidad el ejemplo de san Juan Bosco en los compromisos de vida cristiana y en el testimonio de acogida y solidaridad, especialmente con respecto a los que se hallan en dificultades espirituales y materiales.

Finalmente, dirijo un saludo especial y mis mejores deseos a los Alpinos de la sección Bonate Sopra Bérgamo y a los demás grupos de peregrinos que, con su participación, enriquecen y alegran nuestro encuentro jubilar.

8. Hoy es sábado, día tradicionalmente dedicado a la Virgen. Encomendemos a María la abundancia de gracia y los compromisos de vida cristiana que han brotado de este jubileo. Ella, que con su "sí" incondicional a la voluntad divina dio al mundo al Salvador, guíe y proteja siempre vuestro camino. Os acompañe también mi bendición, que imparto a cada uno con afecto y que de buen grado extiendo a vuestras comunidades, a vuestras familias y a vuestros seres queridos.

 



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