DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PRELADOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL
DE ALBANIA EN VISITA "AD LIMINA"
Sábado 3 de febrero de 2001
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:
1. Me da mucha alegría acogeros en esta primera visita ad limina, desde que Albania ha recuperado, después de la dictadura comunista, su lugar entre las naciones libres y democráticas.
Os saludo con gran afecto y os doy a cada uno mi cordial bienvenida. Doy las gracias a monseñor Angelo Massafra, presidente de la Conferencia episcopal, por haber interpretado vuestros sentimientos comunes. Envío, además, un saludo y mis mejores deseos a monseñor Rrok Mirdita, arzobispo de Durrës-Tirana, que no ha podido estar con nosotros por motivos de salud.
Saludo con particular afecto a los cuatro nuevos administradores apostólicos de Rreshën, Lezhë, Sapë y Pult, cuyo nombramiento, después de la reorganización de las circunscripciones eclesiásticas, constituye un signo prometedor para la vida de todo el pueblo cristiano de Albania.
Me vienen a la memoria los contactos que he tenido con vuestra comunidad eclesial. Pienso en la visita pastoral del 25 de abril de 1993, y en la ordenación de los primeros cuatro obispos albaneses, que tuvo lugar en aquella ocasión memorable. Mi pensamiento va especialmente a monseñor Frano Illia y a monseñor Robert Ashta, que han vuelto a la casa del Padre después de una existencia vivida con valiente fidelidad al Evangelio. Pienso, además, en la elevación a la púrpura del cardenal Mikel Koliqi, testigo fiel de Cristo, quien, en su figura veneranda, sintetizaba la historia de los sufrimientos, las persecuciones y la esperanza indómita de los cristianos de vuestra amada tierra.
2. El largo camino de la Iglesia católica en Albania ha tenido momentos de prometedora vitalidad y épocas difíciles, en medio de obstáculos y persecuciones. Basta recordar la larga dominación turca que durante 450 años puso a dura prueba la fe de los católicos albaneses y, más recientemente, el medio siglo de dictadura comunista, que los obligó a vivir en las catacumbas. A veces se tuvo incluso la impresión de que la comunidad eclesial estaba destinada inevitablemente a desaparecer, pero la presencia misteriosa del Señor precisamente entonces sembraba las semillas de nuevos brotes y nuevos frutos.
También en Albania se ha cumplido lo que afirmó Tertuliano: "La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos" (Apologeticum, 50, 13). Lo atestiguan los numerosos albaneses que han conservado la fe, a pesar de la dura opresión sufrida a causa de su adhesión al Evangelio. Un testimonio espléndido de esto son los sacerdotes y los religiosos que soportaron la cárcel y la tortura.
En esta circunstancia especial deseo agradecer a toda la Iglesia albanesa el testimonio que dio durante los años de la persecución y unirme a ella en la alabanza al Señor por haber podido celebrar juntos, aquí en Roma, el 4 de noviembre del año pasado, el décimo aniversario de la reapertura de los templos y de la reanudación de la vida pública de la Iglesia en el país.
Asimismo, saludo y doy las gracias a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas procedentes en gran parte de Italia y Kosovo, pero también de Bosnia-Herzegovina, Croacia, Alemania, Austria, Eslovenia, Malta, India y Filipinas, que con su aportación pastoral, cultural y material cooperan eficazmente a la causa del Evangelio.
3. Después del largo invierno de las persecuciones, ha comenzado la estación de la esperanza. Se han construido muchas iglesias y se han abierto numerosas casas religiosas, que constituyen vanguardias providenciales de evangelización y promoción humana. Han aumentado las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Se ha reabierto el seminario mayor interdiocesano de Shkodër, que el 29 de junio de 1999 comenzó a dar sus frutos con las primeras cinco ordenaciones sacerdotales
Es notable también el compromiso social y educativo que ha llevado a la construcción de clínicas, poliambulatorios y escuelas para niños y jóvenes. Se ha prestado asistencia a los pobres, mediante la construcción de casas para los que carecen de hogar y la distribución de alimentos y ropa.
En este período de tiempo vuestra Iglesia ha recuperado su lugar en la vida de la nación. Durante los desórdenes y los enfrentamientos fratricidas de 1997 desempeñó un papel de pacificación; mediante la Cáritas nacional y otras organizaciones católicas no gubernamentales ha trabajado en favor de los refugiados de Kosovo; además, ha realizado significativas iniciativas, como "La campaña de la paz", promovida por los niños de la zona de Zadrina de Lezhë, y la "Aldea de la paz", construida en Shkodër por los religiosos de la Obra de Don Orione. No puedo olvidar tampoco el diálogo mantenido constantemente con las comunidades ortodoxas y musulmanas.
Además de esos motivos de satisfacción por el trabajo que ha realizado vuestra comunidad, me han complacido las iniciativas culturales que habéis organizado, como la conferencia internacional sobre el tema: "Cristianismo entre los albaneses", celebrada del 16 al 19 de noviembre de 1999, así como la participación de numerosas representaciones de vuestras Iglesias en las celebraciones jubilares en Roma.
4. «"He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Esta certeza (...) ha acompañado a la Iglesia durante dos milenios y se ha avivado ahora en nuestros corazones por la celebración del jubileo. De ella debemos sacar un renovado impulso en la vida cristiana, haciendo que sea, además, la fuerza inspiradora de nuestro camino. Conscientes de esta presencia del Resucitado entre nosotros, nos planteamos hoy la pregunta que dirigieron a san Pedro en Jerusalén, inmediatamente después de su discurso de Pentecostés: "¿Qué hemos de hacer?" (Hch 2, 37)» (Novo millennio ineunte, 29).
Estas palabras, que expresan la motivación profunda de todo proyecto pastoral después de la experiencia de gracia del jubileo, resultan muy actuales para vosotros, amadísimos pastores de la Iglesia que está en Albania. ¿No es la certeza de la presencia del Resucitado la que ha sostenido a vuestros mártires, ha alimentado la esperanza de los cristianos y ha dado a vuestras comunidades la fuerza para resurgir después de la tremenda experiencia del comunismo ateo? ¿No debe fundar esta certeza todos vuestros proyectos en la actualidad y en el futuro?
En esta nueva época destacan algunas prioridades, de las que depende la calidad del futuro de vuestras comunidades. En la misma carta apostólica Novo millennio ineunte escribí: «Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo» (n. 43).
Este compromiso debe encontrar en vuestra Conferencia episcopal una referencia autorizada y segura. Estoy convencido de que un estilo acogedor y respetuoso de todos los carismas os llevará a valorar la contribución de los misioneros y de las religiosas que, proviniendo de otras naciones, han elegido servir a Cristo y a los hermanos en vuestra tierra. Su presencia y su compromiso pastoral constituyen un don para vuestras comunidades. Trabajar juntos, con respeto recíproco, porque todos nos sentimos parte de una única Iglesia y al servicio de la única causa del Evangelio, es la actitud correcta para desarrollar eficazmente el programa de una inculturación cada vez más profunda del mensaje cristiano en Albania.
5. Se trata de una tarea que exige la aportación de cada uno; por eso es necesario que las parroquias se transformen en lugares privilegiados de escucha de la palabra de Dios, de formación y de experiencia cristiana.
También es de fundamental importancia la preparación del clero y el cuidado de la pastoral vocacional, porque el futuro de una Iglesia depende en gran parte de su capacidad de proporcionar a cuantos están llamados al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada un bagaje espiritual, doctrinal y pastoral sólido y atento a los signos de los tiempos.
Venerados hermanos en el episcopado, prestad especial atención no sólo a la formación del clero, de los religiosos y de los agentes pastorales, sino también a los otros dos objetivos irrenunciables de la Iglesia del tercer milenio: la pastoral juvenil y la pastoral familiar. En efecto, es urgente preparar a las generaciones jóvenes para que construyan un futuro mejor en el país, venciendo la tentación de la emigración y el espejismo de conseguir un fácil éxito en el extranjero. Del mismo modo, es indispensable sostener moral y materialmente a las familias y combatir los graves males que, por desgracia, afligen también a vuestro país, como el aborto, la prostitución, la droga, el espíritu de venganza, la explotación de mujeres y la violencia. No os canséis de alzar con firmeza vuestra voz en defensa de la vida desde su concepción, y no os apartéis de vuestro compromiso de tutelar con valiente determinación la dignidad de toda persona humana.
6. Amadísimos hermanos en el episcopado, es vasto el campo de evangelización y promoción humana que se abre ante vuestros ojos. No os desalentéis ante los problemas, aunque sean grandes. ¿Cómo realizar una tarea tan ardua? ¿Cómo construir comunidades adultas, protagonistas de la nueva evangelización? Ante todo, manteniendo el corazón firme en Cristo: en él podéis hallar fuerza y luz. Su gracia os hará fuertes y pacientes, dispuestos a acoger los numerosos dones que él mismo derrama con abundancia en su Iglesia. También a vosotros, como a los profetas enviados a anunciar la Palabra en ambientes difíciles y hostiles, el Resucitado sigue repitiéndoos: "Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo. Permanezco con vosotros. ¡No tengáis miedo!". Con la fuerza de la cruz, vuestras Iglesias, pequeñas semillas en el inmenso campo de Dios, podrán llegar a ser árboles frondosos y ricos en frutos.
Os acompañe con su protección materna la Madre del Señor, que con su presencia y su oración estuvo junto a los Apóstoles en el cenáculo. Que ella dé fecundidad a todos vuestros proyectos apostólicos y prepare para el pueblo de Dios que se os ha confiado efusiones siempre nuevas del Espíritu.
Que en el compromiso diario de vuestro ministerio os conforte también la bendición apostólica, que os imparto de corazón a vosotros y a los fieles de la amada Albania, especialmente a los enfermos, a los jóvenes, a las familias y a cuantos sufren en el cuerpo y en el alma.
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