VIAJE APOSTÓLICO
DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
A CROACIA
CEREMONIA DE BIENVENIDA
DISCURSO DEL SANTO PADRE
Aeropuerto Internacional Adrija Riviera Kvarner de Rijeka/Krk
Jueves, 5 de junio de 2003
Señor presidente de la República;
venerados hermanos en el episcopado;
distinguidas autoridades;
amadísimos hermanos y hermanas:
1. Con profunda alegría piso por tercera vez la amada tierra croata. Doy gracias a Dios omnipotente por haberme concedido volver a vosotros, en este centésimo viaje apostólico.
Le dirijo un respetuoso saludo a usted, señor presidente de la República, y a las demás autoridades civiles y militares aquí reunidas. Le agradezco vivamente las amables palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes y de todos sus compatriotas.
Abrazo con afecto a la comunidad católica de Croacia y, de modo particular, a mis venerados hermanos en el episcopado. Dirijo un saludo especial al obispo monseñor Valter Zupan, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a los fieles de la diócesis de Krk, en cuyo territorio se encuentra este aeropuerto.
Saludo a los creyentes de las demás Iglesias y comunidades eclesiales, así como a los seguidores del judaísmo y del islam. Me alegra que también en esta circunstancia podamos testimoniar juntos nuestro compromiso común de edificar la sociedad en un clima de justicia y respeto recíproco.
2. He venido a vosotros para cumplir la misión de Sucesor de Pedro, y traer a todos los habitantes del país un saludo y un deseo de paz. Al visitar las diócesis de Dubrovnik, Dakovo-Srijem, Rijeka y Zadar, podré recordar las antiguas raíces cristianas de esta tierra regada por la sangre de numerosos mártires. Pienso en los mártires de los tres primeros siglos —en particular, en los mártires de Sirmio y de toda la Dalmacia romana—, así como en los de los siglos sucesivos, hasta el siglo pasado, con la heroica figura del beato cardenal Alojzije Stepinac.
Tendré, además, la alegría de elevar al honor de los altares a la madre María de Jesús Crucificado Petkovic, a la que dentro de algunas semanas se sumará el joven Iván Merz. El recuerdo de estos intrépidos testigos de la fe me hace pensar con gratitud y emoción en la Iglesia que los engendró, y en los tiempos difíciles durante los cuales conservó celosamente su fidelidad al Evangelio.
3. La isla de Krk conserva un rico patrimonio glagolítico, madurado tanto en el uso litúrgico como en la vida diaria del pueblo croata. El cristianismo dio en el pasado una gran contribución al desarrollo de Croacia, y podrá seguir contribuyendo eficazmente a su presente y a su futuro. En efecto, hay valores, como la dignidad de la persona, la honradez moral e intelectual, la libertad religiosa, la defensa de la familia, la acogida y el respeto de la vida, la solidaridad, la subsidiariedad y la participación, y el respeto de las minorías, que están inscritos en la naturaleza de todo ser humano, pero que el cristianismo tiene el mérito de haber captado y proclamado con claridad. En estos valores se funda la estabilidad y la verdadera grandeza de una nación.
Croacia ha presentado recientemente su candidatura para ser parte integrante, también desde el punto de vista político y económico, de la gran familia de los pueblos de Europa. No puedo menos de expresar el deseo de una feliz realización de esta aspiración: la rica tradición de Croacia ciertamente contribuirá a fortalecer la Unión no sólo como entidad administrativa y territorial, sino también como realidad cultural y espiritual.
4. En este país, como en algunos países vecinos, están aún presentes los signos dolorosos de un pasado reciente: quienes ejercen la autoridad tanto en el campo civil como en el religioso no han de cansarse de curar las heridas causadas por una guerra cruel y sanar las consecuencias de un sistema totalitario que durante demasiado tiempo intentó imponer una ideología contraria al hombre y a su dignidad.
Desde hace ya trece años Croacia recorre el camino de la libertad y de la democracia. Mirando adelante con confianza y esperanza, es preciso consolidar ahora, con la contribución responsable y generosa de todos, una estabilidad social que promueva ulteriormente el empleo, la asistencia pública, la educación abierta a toda la juventud y la liberación de toda forma de pobreza y desigualdad, en un clima de relación cordial con los países vecinos.
Sobre estas perspectivas invoco la intercesión de san José, patrono de la nación, y de la Virgen María, "Advocata Croatiae, fidelissima Mater".
¡Dios bendiga esta tierra y a todos sus habitantes!
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