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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATÓLICA
DE RITO SIRO-MALANKAR EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 13 de mayo de 2003

 

Su Gracia;
queridos hermanos en el episcopado: 

1. "Christo pastorum Principi". Repitiendo las palabras pronunciadas por mi ilustre predecesor el Papa Pío XI cuando recibió a vuestros predecesores en la comunión plena, hace algo más de setenta años, me complace daros la bienvenida a vosotros, obispos de la Iglesia siro-malankar, con ocasión de vuestra visita ad limina. Estando con vosotros, me siento más cerca de los sacerdotes, los religiosos y los fieles laicos de vuestras eparquías. En efecto, al celebrar vuestra comunidad el quincuagésimo aniversario de la muerte del arzobispo Mar Ivanios, apóstol incansable de la unidad, conviene que visitéis las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo para orar con Cristo "ut omnes unum sint". Aprovecho esta oportunidad para saludar en particular al arzobispo Cyril Mar Baselios. Le agradezco los buenos deseos que me ha transmitido de parte del clero, de los religiosos y de los fieles de la Iglesia siro-malankar.

Cuando juntos damos gracias por estas importantes piedras miliares de vuestra vida eclesial, recordamos también las múltiples bendiciones que Dios ha derramado sobre vuestra Iglesia en un tiempo relativamente corto. Habéis llegado a ser una de las comunidades católicas del mundo que han crecido más rápidamente, y podéis enorgulleceros de tener numerosas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, y vuestro pusillus grex posee muchas instituciones educativas y asistenciales. La nueva ley de Cristo, que nos impulsa a superar los confines de la familia, la raza, la tribu o la nación, se manifiesta concretamente en vuestra generosidad con respecto a los demás (cf. Mt 5, 44).

2. Un valiente compromiso con el amor cristiano, tan claramente demostrado en la comunidad siro-malankar, es fruto de una espiritualidad fuerte y vibrante. El pueblo de la India se siente con razón orgulloso de su rica herencia cultural y espiritual, expresada en las características innatas de "la contemplación, la sencillez, la armonía, el desapego, la no violencia, el espíritu de duro trabajo, de disciplina y de vida frugal, y la sed de conocimiento e investigación filosófica", que distinguen a quienes viven en el subcontinente. Estos mismos rasgos impregnan a la comunidad siro-malankar, permitiendo a la Iglesia "comunicar el Evangelio de un modo que sea fiel tanto a su propia tradición como al alma asiática" (cf. Ecclesia in Asia, 6).

La herencia mística de vuestro continente no sólo se expresa en la vida espiritual de vuestros fieles, sino que también se manifiesta en vuestros ritos tradicionales. La antigua y venerada tradición litúrgica siro-malankar es un tesoro que refleja la naturaleza universal de la obra salvífica de Cristo en un contexto específicamente indio. Vuestra celebración eucarística, como todas las celebraciones del sacrificio pascual, "contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de vida (...). Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor" (Ecclesia de Eucharistia, 1).

3. En un momento de creciente secularismo, y a veces de abierto desprecio de la santidad de la vida humana, los obispos están llamados a recordar al pueblo, con su predicación y su enseñanza, la necesidad de una reflexión cada vez más profunda sobre las cuestiones morales y sociales. La presencia siro-malankar en los campos de la educación y los servicios sociales os sitúa en una posición excelente para preparar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para afrontar estas cuestiones de un modo verdaderamente humano. De hecho, todos los cristianos tienen la obligación de participar en esta misión profética adoptando una posición firme contra la actual crisis de valores y recordando constantemente a los demás las verdades universales que deben manifestarse en la vida diaria. Con mucha frecuencia esta lección se enseña con obras más que con palabras. Como dice el apóstol san Pablo:  "Buscad la caridad; pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente a la profecía" (1 Co 14, 1).

Para responder adecuadamente a este desafío hace falta una inculturación de la ética cristiana en todos los niveles de la sociedad humana; se trata de una tarea difícil y delicada. "Por su propia misión, la Iglesia... avanza junto con toda la humanidad y experimenta la misma suerte terrena del mundo, y existe como fermento y alma de la sociedad humana, que debe ser renovada en Cristo y transformada en familia de Dios" (Catecismo de la Iglesia católica, n. 854). Vuestra larga experiencia como pequeña comunidad de cristianos en un país de mayoría no cristiana os ha preparado para convertiros en este "fermento", un instrumento adecuado de transformación. Este proceso nunca es simplemente "exterior", sino que requiere un cambio interior de valores culturales mediante la integración en el cristianismo y la sucesiva inserción en las diversas culturas humanas. Sin embargo, esta compleja tarea no puede realizarse sin una reflexión y una evaluación adecuadas, garantizando siempre que el mensaje salvífico de Cristo no se diluya o altere en el intento de hacerlo más aceptable cultural o socialmente (cf. Ecclesia in Asia, 21).

4. Vuestro ministerio especial, como pastores de greyes cada vez más numerosas, requiere una estrecha cooperación con vuestros colaboradores. Como escribí en mi exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, "los presbíteros existen y actúan para el anuncio del Evangelio al mundo y para la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo, cabeza y pastor, y en su nombre" (n. 15). Para este ministerio de "edificación de la Iglesia" se necesitan embajadores de Cristo bien formados. Por esta razón, los obispos deben esforzarse incesantemente por identificar y animar a los jóvenes a responder a la llamada al sacerdocio y a la vida religiosa. A este respecto, pido a Dios para que sigáis haciendo todo lo posible a fin de proporcionar una buena preparación a quienes tienen vocación sacerdotal o religiosa. Esto implica garantizar que los seminarios bajo vuestra protección sean siempre modelos de formación según el ejemplo de Jesucristo y de su mandamiento del amor (cf. Jn 15, 12). La formación debe ser específicamente cristocéntrica, a través de la proclamación de las sagradas Escrituras y la celebración de los sacramentos.

Lo mismo vale para la formación de los candidatos a la vida consagrada. "A todos se les debe asegurar una formación y unas prácticas adecuadas, que estén centradas en Cristo (...), poniendo el acento en la santidad personal y en el testimonio. Su espiritualidad y su estilo de vida deben corresponder a la herencia religiosa de las personas entre las que viven y a las que sirven" (Ecclesia in Asia, 44). Como obispos, sois fuente de orientación y fuerza para las comunidades religiosas en vuestras eparquías. A través de una estrecha cooperación con los superiores religiosos, debéis contribuir a garantizar que la formación recibida por los candidatos transforme su corazón, su mente y su alma, de manera que sean capaces de entregarse a sí mismos sin reservas a la obra de la Iglesia. Vuestro fuerte liderazgo sin duda animará a las comunidades religiosas a perseverar en su ejemplo edificante como testigos de la alegría de Cristo.

5. Queridos hermanos en el episcopado, estos son algunos de los pensamientos que suscita vuestra visita. La solemnidad de la Pascua, que acabamos de celebrar, os exhorta a permitir que el Señor resucitado renueve continuamente las Iglesias confiadas a vuestra solicitud. Encomendándoos a María, Reina del rosario, ruego para que, por su intercesión, el Espíritu Santo os colme de alegría y paz, y os imparto mi bendición apostólica a vosotros, así como a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles de vuestras eparquías.

 



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