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ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
AL CONSEJO GENERAL DE LA CONGREGACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

Lunes 26 de mayo de 2003

 

Padre Pierre Schouver, C.S.SP.,
superior general de la Congregación del Espíritu Santo: 

1. Me alegra saludarlo hoy a usted, querido padre superior general, así como a los miembros del consejo general de la Congregación del Espíritu Santo, fundada el 27 de mayo de 1703. Un aniversario es siempre una ocasión para dar gracias por el camino recorrido y por los dones recibidos. La Iglesia lo hace de buen grado con vosotros hoy, agradeciendo al Señor todo el trabajo realizado por vuestra congregación en estos tres siglos, sobre todo en la evangelización de África, las Antillas y América del sur. Celebrar un aniversario significa también superar una etapa e ir adelante. Lo que dije a toda la Iglesia (cf. Novo millennio ineunte, 8), lo repito a cada uno de vosotros:  "Duc in altum!", "¡Rema mar adentro!". Sed fieles a la doble herencia de vuestros fundadores:  la atención a los pobres y el servicio misionero, es decir, el anuncio de la buena nueva de Cristo a todos los hombres. Estas dos orientaciones de vida os abren amplias perspectivas. Se trata de llegar a las personas que el mundo somete o margina, a los pobres, que constituyen la inmensa mayoría de los habitantes de algunos continentes, pero que viven también en nuestras sociedades más desarrolladas. Así les testimoniaréis la cercanía de Cristo y les ayudaréis a comprender la alegría de su llamada.

2. Sin dejaros vencer por las dificultades, que no han faltado y que no faltarán en el futuro, confiad en la libertad y en la fuerza del Espíritu, que acompaña a la Iglesia y la guía. El Espíritu Santo es quien construye la Iglesia como una familia:  haced que nuestros contemporáneos la descubran a través de la vida comunitaria y fraterna, signo fuerte de la vida evangélica, tratando de buscar la unidad y permanecer fieles a esta devoción al Espíritu Santo, que ha caracterizado siempre a vuestra familia religiosa.

3. Vuestros fundadores quisieron poneros desde el principio bajo la protección de la Virgen María y de su Corazón inmaculado. Os encomiendo de nuevo a su intercesión amorosa a vosotros y a todos los miembros de vuestra congregación esparcidos por el mundo entero al servicio de Cristo y de su Iglesia. Que la confianza de la Virgen en la palabra de Dios sea siempre una luz para vuestra vida. Os imparto de todo corazón la bendición apostólica.

 



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