DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA CULTURA
Sábado 13 de marzo de 2004
Señores cardenales;
queridos hermanos en el episcopado
y queridos miembros del Consejo pontificio para la cultura:
1. Al final de vuestra asamblea plenaria dedicada a la reflexión sobre la fe cristiana en el alba del nuevo milenio y el desafío de la no creencia y de la indiferencia religiosa, os acojo con alegría. Agradezco al cardenal Poupard sus palabras. El desafío que ha sido objeto de vuestros trabajos constituye una preocupación fundamental de la Iglesia en todos los continentes.
2. En relación con las Iglesias locales, trazáis una nueva geografía de la no creencia y de la indiferencia religiosa a lo largo del mundo, constatando una ruptura del proceso de transmisión de la fe y de los valores cristianos. Al mismo tiempo, se nota la búsqueda de sentido de nuestros contemporáneos, que atestiguan los fenómenos culturales, sobre todo en los nuevos movimientos religiosos muy presentes en América del Sur, África y Asia: deseo de todo hombre de percibir el sentido profundo de su existencia, de responder a los interrogantes fundamentales sobre el origen y el fin de la vida, y de caminar hacia la felicidad a la que aspira. Más allá de las crisis de civilizaciones, de los relativismos filosóficos y morales, corresponde a los pastores y a los fieles descubrir y tener en cuenta los interrogantes y las aspiraciones esenciales de los hombres de nuestro tiempo, para entrar en diálogo con las personas y los pueblos, y para proponer, de manera original e inculturada, el mensaje evangélico y la persona de Cristo Redentor. Las expresiones culturales y artísticas poseen riquezas y recursos para transmitir el mensaje cristiano. Sin embargo, requieren conocimientos para ser sus vectores y poder leerlos y comprenderlos.
En este momento, en que la gran Europa recobra fuertes vínculos, es preciso sostener al mundo de la cultura, de las artes y de las letras, para que contribuya a la edificación de una sociedad ya no fundada en el materialismo, sino en los valores morales y espirituales.
3. La difusión de las ideologías en los diferentes campos de la sociedad llama a los cristianos a un nuevo impulso en el ámbito intelectual, a fin de proponer reflexiones vigorosas que muestren a las generaciones jóvenes la verdad sobre el hombre y sobre Dios, invitándolas a entrar en una inteligencia de la fe cada vez más profunda. Mediante la formación filosófica y catequética los jóvenes sabrán discernir la verdad. Un itinerario racional serio constituye un dique contra todo lo que concierne a las ideologías; da el gusto de profundizar cada vez más, para que la filosofía y la razón se abran a Cristo; esto ha sucedido en todos los períodos de la historia de la Iglesia, principalmente durante el período patrístico, en el que la cultura cristiana naciente supo entrar en diálogo con las demás culturas, en particular con las culturas griega y latina. Esta reflexión será también una invitación a pasar de un itinerario racional a uno espiritual, para llegar a un encuentro personal con Cristo y edificar el ser interior.
4. A vosotros corresponde discernir las grandes transformaciones culturales y sus aspectos positivos, para ayudar a los pastores a darles respuestas adecuadas, a fin de abrir al hombre a la novedad de la palabra de Cristo. Al final de nuestro encuentro, os expreso mi gratitud por vuestra colaboración y, encomendándoos a la Virgen María, os imparto una afectuosa bendición apostólica.
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