ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL SENADO DE LA UNIVERSIDAD DE TORUŃ
Martes 23 de noviembre de 2004
Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado;
ilustres miembros del senado y del cuerpo académico de la Universidad de Toruń;
estimadas autoridades;
amadísimos hermanos y hermanas:
1. Os saludo cordialmente a todos. Me alegra poder acoger a una representación tan ilustre de la Universidad Nicolás Copérnico de Toruń. Doy las gracias al rector magnífico por sus amables palabras y al senado académico por haberme conferido el título de doctor honoris causa. Lo acepto con gratitud, como signo de diálogo entre la ciencia y la fe, en continuo desarrollo.
2. Al acogeros aquí, ilustres señores, recuerdo aquel día del mes de junio de 1999, en el que crucé el umbral de vuestro ateneo. Recuerdo también que en esa ocasión hablé entonces precisamente de este diálogo, que está llamado a superar la contraposición iluminista de la verdad alcanzada por la razón y de la verdad conocida mediante la fe. Hoy comprendemos cada vez mejor que se trata de la misma verdad y que es necesario que los hombres, llegando a ella por sus propias sendas, no caminen solos, sino que busquen la confirmación de sus intuiciones también en el encuentro con los demás. Sólo entonces los estudiosos y los hombres de cultura serán realmente capaces de asumir la responsabilidad especial de la que hablé en Toruń: "La responsabilidad por lo que respecta a la verdad: buscarla, defenderla y vivir de acuerdo con ella" (Discurso a los rectores de las instituciones académicas, 7 de junio de 1999, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de junio de 1999, p. 9).
3. Me alegra que la Universidad Nicolás Copérnico se desarrolle de modo dinámico, ofreciendo la posibilidad de adquirir la ciencia a un número cada vez mayor de jóvenes. Conviene que participe también la facultad de Teología. Sé que este desarrollo se está realizando con el apoyo de las autoridades locales de una ciudad que, sin duda, puede llamarse "la ciudad universitaria". Que esta obra común sirva a la ciudad de Toruń, a la región y a toda Polonia. No existe riqueza mayor para una nación que la de estar formada por ciudadanos doctos.
4. Ilustres señores, os agradezco una vez más vuestra visita. Os ruego que llevéis mi saludo a todos los profesores y alumnos de vuestra universidad, y también a todos los habitantes de la ciudad de Toruń. Que la bendición de Dios os acompañe constantemente. ¡Dios os sea propicio!
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