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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DE LA ENTREGA DEL PREMIO "FIDEI TESTIS"
AL CARDENAL KAZIMIERZ SWIATEK
Lunes 27 de septiembre de 2004
Señores cardenales;
venerados hermanos;
ilustres señores:
1. Me alegra este encuentro, que me permite entregarle personalmente a usted, amadísimo cardenal Kazimierz Swiatek, el premio Fidei testis, conferido por el Instituto "Pablo VI" de Brescia durante el simposio celebrado en los días pasados con motivo del 25° aniversario de su fundación. Saludo cordialmente a los cardenales Giovanni Battista Re, Paul Poupard y Georges Cottier, a los obispos monseñor Sanguineti y monseñor Macchi, a los sacerdotes y a cada uno de vosotros, ilustres miembros del consejo directivo. Agradezco al presidente, doctor Giuseppe Camadini, sus amables palabras.
Al dirigirme a usted, venerado y querido cardenal Swiatek, deseo expresarle mi sincera felicitación por este prestigioso reconocimiento. En efecto, el Fidei testis es el título más apropiado para un cristiano; con mayor razón lo es para un pastor revestido de la púrpura cardenalicia, que en los años difíciles de la persecución contra la Iglesia en Europa del este dio fiel y valiente testimonio de Cristo y de su Evangelio.
2. Su ordenación sacerdotal, señor cardenal, tuvo lugar poco antes del inicio de la segunda guerra mundial. Dos años después, la Providencia lo llamó a recorrer el via crucis de la persecución, solidario con la pasión del pueblo cristiano confiado a usted, llevando personalmente la cruz de la prisión, de la condena injusta y de los campos de concentración con su carga de fatiga, frío y hambre. Como usted ha manifestado, "sólo con la fe se podía sobrevivir". Y el Señor le concedió una fe fuerte y valiente para superar aquella larga y dura prueba, al final de la cual volvió a la comunidad eclesial como testigo aún más creíble del Evangelio: Fidei testis.
Esta nueva etapa de su vida culminó con su nombramiento de arzobispo de Minsk-Mohilev, ministerio que usted sigue desempeñando. Con la palabra y el ejemplo, ha anunciado a todos, creyentes y no creyentes, la verdad de Cristo, luz que ilumina a todo hombre.
3. Todo esto usted lo ha realizado con la ayuda de María santísima, Mater misericordiae, como atestigua también su lema episcopal. A la Virgen lo encomiendo con profundo afecto, venerado hermano, mientras tengo la alegría de entregarle el premio Fidei testis. A todos, con renovada gratitud, imparto de corazón la bendición apostólica.
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