Discurso durante el encuentro con los sacerdotes,
religiosos y laicos en la catedral de Maribor
19 de septiembre de 1999
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas en Cristo:
1. Es grande mi alegría al encontrarme con vosotros en esta catedral, donde descansan los restos mortales del venerado obispo Anton Martin Slomsek, al que esta mañana tuve la dicha de proclamar beato. Agradezco a monseñor Franc Kramberger, obispo de Maribor, las palabras con las que se ha hecho intérprete de los sentimientos de esta escogida asamblea, presentando sus finalidades. Saludo a todos los obispos presentes, así como a los sacerdotes, los religiosos, las religiosas y los fieles laicos.
Saludo asimismo al grupo de rectores de las universidades de Europa central, aquí reunidos para celebrar el 140° aniversario de la fundación, por obra del beato Slomsek, de la que luego se convertiría en la Facultad de teología de Maribor.
Saludo también cordialmente al presidente del Parlamento, al vicepresidente del Gobierno, a las demás autoridades del Estado y a cuantos han colaborado en la preparación de mi visita.
2. En el mes de mayo de hace dos años, la Conferencia episcopal eslovena, ante la perspectiva del inicio del tercer milenio, tomó la decisión de celebrar el Sínodo plenario, con el fin de reflexionar en el camino hasta aquí recorrido por la Iglesia en Eslovenia y preparar el futuro. Vosotros, amadísimos obispos, habéis querido que el Sínodo tuviera como lema la exhortación, tomada del libro del Deuteronomio: "Escoge la vida" (Dt 30, 19). Es un tema particularmente significativo para el hombre de hoy, tan deseoso de vida y tan incierto sobre su sentido y su valor. En realidad, según este tema se mide la cultura de cada época.
Con el Sínodo, la Iglesia en Eslovenia se prepara para celebrar el gran jubileo del año 2000, proponiéndose un compromiso renovado de aplicar con plena fidelidad el concilio Vaticano II. Uno de los puntos más destacados de la enseñanza conciliar es, sin duda, la doctrina sobre el pueblo de Dios. Se puede sintetizar en la palabra "comunión". Este concepto fundamental nos lleva a remontarnos a la fuente misma de la Iglesia, a la comunión trinitaria y, a la luz de este inefable misterio, nos ayuda a comprender la realidad eclesial como unidad profunda de todos los bautizados. Más allá de sus vocaciones específicas, participan en el triple ministerio de Cristo: sacerdotal, profético y real. La vida de la Iglesia y las relaciones entre sus miembros deben expresar plenamente esta igual dignidad, a pesar de la diferencia de los ministerios.
El Sínodo es, ciertamente, una expresión cualificada de esta comunión, pues en él se halla representada toda la comunidad: pastores, religiosos, religiosas y laicos. A estos últimos, en particular, se les pide que den una contribución específica sobre todo en los temas que más de cerca afectan a su experiencia en el mundo y a su misión (cf. Lumen gentium, 30).
Por su parte, los pastores, conscientes de su misión de ser guías solícitos del bien de los fieles, han de hacer lo posible para armonizar los diversos carismas y ministerios, sin olvidar nunca que el protagonista primero e indispensable de la vida eclesial y de su renovación es el Espíritu de Dios. El éxito del Sínodo dependerá de la capacidad de todos, pastores y fieles, para ponerse a su escucha, a fin de comprender lo que pide en el momento presente: "El que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 2, 7).
3. Amadísimos hermanos y hermanas que formáis la asamblea sinodal y hoy estáis reunidos junto a la tumba del beato obispo Slomsek, para vosotros es motivo de honor, y a la vez de gran responsabilidad, el papel que desempeñáis en la celebración de este Sínodo. En el itinerario seguido hasta aquí para su preparación, ya habéis puesto en práctica, de modo notable, la capacidad de escucha y colaboración mutua. Es preciso proseguir por este camino. El Sínodo constituye una ocasión histórica para la Iglesia en Eslovenia: está llamada a elaborar, en la nueva situación social, un proyecto pastoral actualizado y eficaz. En esa tarea la sostiene el testimonio de fe y entrega a la causa del Evangelio que dieron en el pasado obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos. Los pastores se han prodigado por el pueblo, y éste les ha tributado respeto y veneración. Se trata de una herencia de comunión que es preciso valorar también en las nuevas condiciones históricas.
Amadísimos hermanos y hermanas, contemplad al beato mons. Slomsek. Siempre tenía presente ante sí al hombre en su situación concreta, y sabía mirar las dificultades, las angustias y la pobreza de la persona, así como sus alegrías, sus recursos y sus aspiraciones. Ahora os toca a vosotros imitarlo. Hacedlo caminando juntos, sacando fuerza para esta profunda comunión de la escucha asidua de la Palabra y de la devota participación en la Eucaristía, que es la fuente de la vida de la Iglesia; más aún, es su corazón. Sed dóciles al Espíritu Santo, para que él os "revista del poder de lo alto" (cf. Lc 24, 49) y podáis entregaros con entusiasmo, como los primeros discípulos, a la tarea de la nueva evangelización.
Evangelizar, anunciar a todos la alegre nueva de la salvación en Cristo, ha de ser vuestra preocupación primera y fundamental. Para hacerlo, no tengáis miedo de reivindicar las condiciones de libertad indispensables para el cumplimiento de la misión de la Iglesia. Si, como ciudadanos, los cristianos tienen el deber de contribuir al bien de toda la sociedad, en cuanto fieles tienen derecho a que no se les impidan sus legítimas actividades. A este respecto, precisamente considerando el papel fundamental del cristianismo y de la Iglesia católica en la historia y en la cultura de Eslovenia, es de desear que el proceso hacia la efectiva colaboración entre la Iglesia y el Estado avance con agilidad, favoreciendo la superación de las actuales dificultades, en favor de la cooperación que interesa a toda la sociedad.
4. Ahora quisiera dirigirme idealmente a toda la Iglesia en Eslovenia, que dignamente representáis aquí. Quisiera hablar al corazón de cada creyente, en todos los rincones de vuestra amada tierra.
A todos y a cada uno quisiera decirle: Iglesia que vives en Eslovenia, "escoge la vida"; escoge, por encima de todo, este preciosísimo don de Dios creador y salvador. Lleva este don a quien no tiene fuerza para perdonar, a los hombres y mujeres que han experimentado la amargura del fracaso de su matrimonio; llévalo a los jóvenes, muy a menudo víctimas de ídolos falsos; llévalo a las familias eslovenas, para que vivan con confianza y generosidad su ardua misión; llévalo a todos los que colaboran en la obra del reino de Dios, para que no se desalienten ante las dificultades; llévalo a los que contribuyen con su trabajo, especialmente desempeñando responsabilidades públicas, al bien común de todos los ciudadanos.
Iglesia que, en Eslovenia, eres peregrina de esperanza; continúa el camino emprendido hace 1250 años y cruza con valentía y confianza el umbral del tercer milenio. Sigue los pasos de Cristo; sigue el ejemplo de san Andrés apóstol, patrono de esta diócesis de Maribor, y del beato obispo Anton Martin Slomsek, modelo de pastor clarividente e incansable.
Que vele sobre ti y todos tus proyectos María santísima, Madre y Reina de Eslovenia, a la que tus habitantes veneran con el título de Marija Pomagaj. Te aseguro, amada Iglesia que vives en Eslovenia, y a cada uno de tus miembros, así como a todo el pueblo esloveno, mi recuerdo en la oración, y de corazón os bendigo a todos y cada uno.
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