DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL GRAN MUFTÍ DE JERUSALÉN Y DE TIERRA SANTA,
JEQUE AKRAM SABRI
Dominigo, 26 de marzo de 2000
Eminencia;
excelencia;
distinguidas autoridades musulmanas:
Deseo expresarle mi gratitud, en su calidad de presidente del Comité islámico supremo, por haberme acogido en el Haram al-Sharif, vinculado al recuerdo de Abraham, que para todos los creyentes es un modelo de fe y sumisión a Dios todopoderoso.
Mi visita, como bien sabéis, es esencialmente una peregrinación religiosa y espiritual. La peregrinación a los santos lugares es común a muchas tradiciones religiosas, particularmente a las tres religiones que tienen como padre a Abraham. Doy gracias a Dios, adorado por judíos, cristianos y musulmanes. Jerusalén es la ciudad santa por excelencia. Forma parte del patrimonio común de nuestras religiones y de la humanidad entera.
Que Dios todopoderoso conceda la paz a toda esta amada región, para que todos los pueblos que la habitan gocen de sus derechos, convivan en armonía y colaboración, y den testimonio del Dios único con actos de bondad y solidaridad humana. Muchas gracias a todos.
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