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DISCORSO DEL SANTO PADRE
 GIOVANNI PAOLO II
AI PARTECIPANTI ALL'INCONTRO UNIVERSITARIO
INTERNAZIONALE "UNIV '98"

7 aprile 1998

 

1. Porgo a tutti voi, carissimi giovani e ragazze, il mio affettuoso benvenuto, in occasione del vostro Congresso Internazionale UNIV. Saluto, in particolare, i responsabili e gli organizzatori del raduno. Questo nostro incontro avviene durante la Settimana Santa, e l'occasione è propizia per volgere il nostro sguardo con maggiore intensità al mistero pasquale.

Quest'anno, poi, secondo della fase preparatoria al Grande Giubileo, è dedicato, come sapete, allo Spirito Santo. Invochiamo insieme lo Spirito Paraclito, perché assista i vostri lavori congressuali sul tema "Progresso umano e diritti della persona", e doni a voi tutti di essere autentici testimoni di Gesù e coraggiosi operatori di rinnovamento sociale.

Per realizzare appieno tutto ciò, occorre agire su due versanti simultaneamente: convertirsi, cancellare cioè il male dalla propria vita, migliorando progressivamente se stessi, e condividere con gli altri i frutti della grazia divina mediante opere di concreta solidarietà. Stanno qui i presupposti per giungere all'effettivo rispetto dei diritti di ciascuno.

2. Los derechos de la persona son el elemento clave de todo el orden social. Reflejan las exigencias objetivas e inviolables de una ley moral universal, que tiene su fundamento en Dios, primera Verdad y sumo Bien. Precisamente por esto son el fundamento y la medida de toda organización humana, y solamente basados en ellos se puede construir una sociedad digna del hombre, arraigada sólidamente en la verdad, articulada según las exigencias de la justicia y vivificada por el amor.

Ante las diversas formas de opresión existentes en el mundo, la Iglesia no duda en denunciar con valentía las violencias. Seguirá luchando por la justicia y la caridad, mientras en el mundo se den formas de injusticia; si no lo hiciera, no sería fiel a la misión confiada por Jesús. Cuando está en juego la persona, Cristo mismo mueve a los creyentes a levantar la voz en su nombre. En su nombre y en todas partes, la Iglesia no deja de recordar que la primacía de la dignidad del hombre sobre cualquier estructura social es una verdad moral que nadie puede ignorar.

3. "Progreso humano y derechos de la persona". ¿Por qué la Iglesia se compromete con tanta fuerza en el campo de los derechos humanos? La respuesta nos remite a una afirmación que me es muy querida: El hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión.

El hombre es criatura de Dios, y por esto los derechos humanos tienen su origen en Él, se basan en el designio de la creación y se enmarcan en el plan de la Redención. Podría decirse, con una expresión atrevida, que los derechos del hombre son también derechos de Dios. Por eso su tutela y promoción pertenecen al núcleo central de la misión de la Iglesia. Ella condena todo abuso contra la persona, porque sabe que es un pecado contra el Creador. La Iglesia hace todo lo posible por promover el auténtico desarrollo de lo humano de cada hombre, convencida de que el respeto por la persona es el camino para un mundo mejor.

La Iglesia debe servir al hombre si quiere servir a Dios. Este es un elemento decisivo de su fidelidad a Él. Por tanto, los cristianos deben procurar con todos los medios a su alcance testimoniar esta convicción en su vida cotidiana. Sé que en vuestro forum tendréis ocasión de ilustrar tantas iniciativas de voluntariado que se llevan a cabo en regiones del planeta marcadas por la miseria, la injusticia, la violencia o la enfermedad. Os exhorto a proseguir en este esfuerzo. Incluso quisiera invitaros a hacer todavía más. ¡Sed apóstoles del amor de Cristo!, respondiendo a las necesidades materiales de la gente, pero tratando de satisfacer especialmente la sed espiritual de Dios, que siente toda criatura humana.

Decía recientemente: "El mundo y el hombre se asfixian si no se abren a Jesucristo" (Homilía en Camagüey, 23.1.98). No os canséis de evangelizar y de formaros en la verdad de Cristo. "También hoy -escribí en mi primera Encíclica Redemptor hominis-, después de dos mil años, Cristo aparece a nosotros como Aquel que trae al hombre la libertad basada sobre la verdad, como Aquel que libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en sus mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia" (12).

4. Qui si innesta un altro punto, che potremmo enunciare così: la Chiesa, oltre che sui diritti, insiste sui doveri. La coscienza di ogni cristiano deve essere profondamente segnata dalla categoria del dovere. Il rapporto con Dio, Creatore e Redentore dell'uomo, suo principio e suo fine, possiede la forza di un vero e proprio vincolo.

La coscienza è luogo di conquista della vera libertà, a patto però che sia disposta a riconoscere "i diritti di Dio", iscritti nella sua struttura più profonda. Essa «è testimonianza di Dio stesso, la cui voce e il cui giudizio penetrano l'intimo dell'uomo fino alle radici della sua anima, chiamandolo fortiter et suaviter all'obbedienza..., spazio santo nel quale Dio parla all'uomo» (Enc. Veritatis splendor, 58). La domanda ineludibile, che dovrebbe sorgere spontanea in noi dinanzi a Dio, è allora quella rivolta da Paolo a Gesù quando lo incontrò per la prima volta sulla via di Damasco: «Che devo fare, Signore?» (At 22, 10).

Cristo chiede tutto. Il testimone dell'amore infinito del Padre è esigente. Ma quando lo Spirito Santo suscita in noi la coscienza viva di essere figli di Dio (cfr Rm 8,15), la sua chiamata non spaventa, ma attira con la forza dell'amore. Chi a Lui si affida totalmente, sperimenta il meraviglioso scambio descritto dal Beato Josemaria Escrivá con queste parole: «Gesù mio: ciò che è mio è tuo, perché ciò che è tuo è mio, e ciò che è mio lo abbandono in Te» (Forgia, 594).

Maria, Madre della Chiesa, aiuti ciascuno a comprendere che la generosità della propria risposta a Dio costituisce il fattore decisivo per lo sviluppo dei doni ricevuti. Siate pronti, cari ragazzi e ragazze, a fare della vostra vita un dono a Dio ed al prossimo.

Da parte mia, vi assicuro il ricordo nella preghiera, mentre vi auguro con affetto buone feste pasquali e di cuore tutti vi benedico.

        

 

  © Copyright 1998 - Libreria Editrice Vaticana



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