CARTA DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
AL CARDENAL ANTONIO CAGGIANO
EN SUS BODAS DE ORO SACERDOTALES*
A nuestro querido hijo
Antonio S. R. E. Cardenal Caggiano
Arzobispo de Buenos Aires.
Querido hijo.
Salud y bendición apostólica.
Con particular alegría del clero y pueblo de la archidiócesis de Buenos Aires, a final de este mes de marzo, celebrarás los cincuenta años de tu ordenación sacerdotal.
Por medio de esta carta, aunque corporalmente ausentes, pero presentes en espíritu, nos sumamos a las fiestas y solemnidades con que se celebrará merecidamente este aniversario, con unas palabras de alabanza, que la caridad no nos permite omitir.
No faltan ciertamente motivos de congratulación y alabanza. Pues en la diócesis de Rosario, de la que estuviste al frente como obispo durante veinticinco años, diste eminentes pruebas de sagrado Pastor, cuyos felices resultados y notables frutos aún pueden observarse allí. La gobernaste con plena prudencia dotándola, entre otras cosas, de gran cantidad de templos, parroquias y escuelas católicas. Te preocupaste de la edificación cíe los Seminarios Mayor y Menor, del Preseminario, y de la casa de campo para los seminaristas. También te interesaste con ardiente preocupación por las instituciones religiosas del pueblo, la constitución de la Acción Católica adaptada a las necesidades de Argentina, y el incremento de la Acción Social.
Nuestro predecesor de feliz memoria, Pío XII, por estos méritos te concedió la sagrada púrpura, y Nos te pusimos al frente de la sede metropolitana de Buenos Aires, en la que brilla tu acostumbrada diligencia en mirar por el desarrollo y decoro de la religión católica y en la realización de las tareas de tu querida patria.
Es una gran gloria tuya el haber tomado parte en la preparación del Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires de 1935, y en el Congreso Mariano Americano, y el haber llevado a feliz término la "Magna Santa Misión". No es posible callar el gran mérito del prudente juicio con que presides la Conferencia de Obispos de Argentina. Te preocupas, en gran manera, de los humildes y pequeños. Hace poco dirimiste una larga y dura contienda en que estaban empeñados los directores de los ferrocarriles, empleando tu ingenio y tu elocuencia, tu equidad social, dejando a todos contentos.
Deseándole toda suerte de felicidad, pedimos a Cristo su gracia llena de toda clase de dones para que con la edad puedas conseguir, amante y piadoso, metas más altas y elevadas, e íntimamente unido a nuestra Redentor, puedas decir con San Ambrosio: "Él es nuestros ojos, por Él podemos ver al Padre; Él es nuestra voz, por Él hablamos al Padre; Él es nuestra diestra, por Él ofrecemos nuestro sacrificio a Dios Padre" (De Isaac et ánima, 8).
Para que puedas celebrar más devotamente tus bodas de oro sacerdotales, te concedemos la facultad de poder bendecir, en el día que quieras, a los fieles presentes en nuestro nombre y autoridad, concediendo indulgencia plenaria.
No nos resta sino concederte querido hijo, a ti y a tus obispos auxiliares y a toda la grey a ti confiada la bendición apostólica.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 19 de febrero de 1962, IV año de nuestro Pontificado.
JUAN PP XXIII
* AAS 54 (1962) 159.
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