RADIOMENSAJE DEL PAPA JUAN XXIII
EN EL XXV ANIVERSARIO DE LA EMISIÓN PARA ENFERMOS
DE RADIO LUXEMBURGO*
Jueves 7 de diciembre de 1961
Queridos hijos:
Hoy se cumple el veinticinco aniversario de la "Misa de los enfermos", difundida por Radio Luxemburgo. Agradeciendo con benevolencia la petición filial de esta emisora, a la que es preciso felicitar, juntamente con el querido obispo monseñor Lommel, por esta edificante iniciativa, Nos dirigimos gozosos, con paternal sencillez, a todos los que sufrís, pues sois miembros dolientes de la Santa Iglesia, más próximos de Jesucristo. ¡Que las ondas os lleven el eco de nuestra voz y nuestras vivas expresiones de ánimo!
Os exhortamos, ante todo, a apreciar el valor sobrenatural de vuestra enfermedad. Sin duda, no habéis olvidado la invitación que os dirigimos especialmente, en la aurora misma de nuestro pontificado: "Queremos dar el consuelo que viene del cielo a los enfermos, a los débiles, a los ancianos". En efecto, todos lo sabemos, nuestra mansión permanente no está aquí abajo; los sufrimientos de nuestra vida purifican el alma, la elevan, abriendo las puertas del cielo a los demás y a nosotros mismos; sigamos generosamente el camino trazado por el dulce Jesús, nuestro Divino Maestro y Redentor, como Él mismo nos invita: "Si alguien quiere venir en pos de Mí..., que tome su cruz de cada día y me siga" (Luc. 9, 23).
¡Cómo os hacéis querer por el Sagrado Corazón de Jesús, aceptando, amablemente, uniros a sus sufrimientos! Permitidme, pues, confiar a vuestra generosidad cristiana, al final de esta breve conversación, nuestras grandes intenciones. Ante todo, la paz del mundo, en favor de la cual hemos lanzado una llamada angustiosa a todos los responsables; después, el próximo Concilio ecuménico que hará brillar la nueva juventud de la Iglesia, y, finalmente, la reunión de todos los cristianos en la unidad de un solo rebaño.
Confiado en que amablemente colaboraréis, con los medios puestos a vuestra disposición por la Divina Providencia, en provecho del progreso espiritual del mundo, pedimos gustosos para la gran duquesa, para las autoridades de Luxemburgo, para el celoso monseñor Lommel, para el noble pueblo luxemburgués y especialmente para todos vosotros, queridos enfermos de los diversos países que estáis a la escucha, y para vuestras familias, una larga efusión de los divinos favores, y os damos de todo corazón una afectuosa bendición apostólica.
* Discorsi, messaggi, colloqui, vol. IV, págs. 66-67.
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