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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
A LOS CATÓLICOS DEL ALTO VOLTA CON MOTIVO DEL PRIMER
ANIVERSARIO DE INDEPENDENCIA
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Queridos hijos católicos del Alto Volta:

En este día solemne en que vuestro noble país celebra el primer aniversario de su independencia, ¿cómo el Padre común de los fieles no va a hacer suya la alegría de sus hijos del Alto Volta? Los lazos personales que Nos ligan al Alto Volta Nos hacen feliz al estar presente hoy entre vosotros en la persona del delegado apostólico para el África Occidental, especialmente enviado para esta ocasión. Porque la consagración episcopal conferida por nuestras propias manos, en la Basílica de San Pedro, al arzobispo de vuestra capital, no se borrará jamás de nuestro recuerdo. Hemos apreciado también profundamente la misión extraordinaria con que la República del Alto Volta ha tenido la cortesía de hacerse representar en la reciente festividad de nuestro ochenta aniversario.

Escogemos esta ocasión para saludar y felicitar a vuestra comunidad católica, tan hermosa y floreciente. Gracias al celo encendido y a los esfuerzos de tantos misioneros —en cuya primera fila se encuentra la gran figura del llorado Mons. Thévenoud—, el catolicismo se encuentra hoy en pleno florecimiento: siete circunscripciones eclesiásticas, muchos seminarios, pastores y clero, en parte nativos, tres congregaciones locales, cuyos servicios son inapreciables; en fin, un número importante de catequistas, que forman —se puede afirmar sin miedo— la cuadrilla obrera de la evangelización. A cada uno de nuestros queridos hijos les comunicamos nuestro ánimo y nuestra confianza que ellos sabrán emplear siempre, sobre todo para hacer conocer, amar y servir a Jesucristo.

Y Nos sentimos movidos a renovar aquí los votos paternales que dirigíamos recientemente a través de las ondas de Radio Vaticano a todos vuestros hermanos africanos: «Florezca en vuestras familias y en vuestras naciones una verdadera y estable felicidad; resplandezcan en el hogar el honor y la santidad, ,unidos por el vínculo del recíproco amor, consolidados por la fidelidad, alentados por la fecundidad; que todas las clases sociales se dediquen a favorecer y promover, con empeño constante, el bienestar del propio país; el don celestial de la paz anime a vuestros pueblos para que, restablecida por todas partes una tranquila seguridad, podáis gozar con abundancia de todos los frutos de la gloria, de la paz y de la verdadera libertad». Tales anhelos desbordan verdaderamente nuestro corazón para con vosotros, que sois, según la bella expresión de San Pablo, «Nuestro gozo y nuestra corona» (Filip., 4,1); y con estos sentimientos invocamos sobre vosotros, queridos hijos, sobre vuestros obispos y sobre las autoridades civiles, una gran efusión de gracias divinas, en prueba de las cuales os impartimos la bendición apostólica.

Del Vaticano, 10 de diciembre de 1961.

IOANNES PP.XXIII


* AAS 53 (1961) 820-821;  Discorsi, messaggi, colloqui, vol. IV, págs. 1024-1025.



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