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DISCURSO DEL PAPA JUAN XXIIII
AL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS,
DWIGHT EISENHOWER
*

Domingo 6 de diciembre de 1959

 

La visita que Vos, Señor Presidente, nos hacéis en este momento con amable gesto, mientras este año declina hacia su fin, es para Nos motivo de viva satisfacción que Nos deseamos por otra parte expresaros desde lo más profundo de nuestro sentimiento.

Al saludar y acoger en Vuestra Excelencia al más alto e ilustre representante de la gran Nación Norteamericana, Nos es grato dirigir también a ella Nuestro pensamiento y Nuestro corazón, Nuestro saludo; y Nos celebramos verla tan laboriosamente lanzada, bajo la guía e impulso de su digno Presidente, hacia los altos ideales de una leal y eficiente concordia entre las Naciones. La Iglesia Católica, cuyo constante anhelo es el establecimiento de una verdadera paz entre los pueblos, no puede sino alegrarse de todo esfuerzo dirigido a este fin y augurarle el más feliz éxito.

Quiera Vuestra Excelencia ver en estas palabras Nuestras la interpretación de los sentimientos de benevolencia y de admiración que Nos nutrimos hacia el pueblo norteamericano, al cual va también por otra parte Nuestro reconocimiento por la generosidad con que favorece el bienestar y el progreso de los pueblos más necesitados, poniendo a su disposición con tanta magnanimidad aquellos bienes materiales de que la Divina Providencia lo ha provisto. Al mismo tiempo Nos formulamos nuestros fervientes votos por su prosperidad, bajo la protección de Dios omnipotente y bajo el signo de sus antiguas y nobles tradiciones, a las que debe su grandeza y su prestigio en el mundo.

Nos no dudamos que Vuestra Excelencia hallará siempre como hasta ahora en los católicos de los Estados Unidos una contribución ejemplar de obras, de lealtad y disciplina grandes, en pro de la afirmación de estas tradiciones, las cuales hallan su fuente de vitalidad en los valores del espíritu.

Los sentimientos y los votos que antes Nos formulábamos, Nos alegramos en expresarlos de todo corazón, por la persona de Vuestra Excelencia, a quien Nos auguramos la valiosa asistencia divina en sus nobles fatigas de indefectible servidor de su pueblo y de la causa de la paz en el mundo.

Nos place notar en especial, en medio del distinguido grupo de personas que os acompañan, la presencia de vuestro hijo, dada la coincidencia, amable y alentadora al mismo tiempo, del nombre de «Juan» que tiene como Nos.

Juan, que en su significación bíblica quiere decir «don de Dios», expresa, en efecto, confianza, regocijo, alegría y sereno vigor.

Este relieve de carácter confidencial que Nos ha inspirado la presencia de vuestro Juan y de su esposa, sea acogido, como una flor que Nos ofrecemos a Vuestra Excelencia en augurio y auspicio de prosperidad y de celestiales bendiciones para todas las familias de la noble Nación estadounidense.


*ORe (Buenos Aires), año IX-X, n°397, p.4, 5.



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