PABLO VI
ÁNGELUS
Domingo 26 de febrero de 1978
Tenemos todavía en el recuerdo y en el corazón el júbilo que nos proporcionó nuestro encuentro de ayer sábado con diez mil alumnos de los colegios de segunda enseñanza de Roma, que acudieron a la audiencia reservada a ellos para saludarnos, para hacer acto de presencia, para vivir un momento de la vida escolar normal y también auténtica, llena de alegría, de belleza, de amistad y de esperanza.
Sentimos la obligación de agradecer a estos queridos visitantes su venida, su profesión de fe, la presentación de su testimonio de que están ufanos y aman sus colegios, su Ciudad ¡Roma!, su país ¡Italia!; aman la historia nueva y abierta a la civilización, al progreso y a la paz del mundo.
Muy bien, queridos hijos. Sed verdaderamente lo que sois. Romanos, italianos, católicos. Y sed fuertes; preferid ser alumnos de centros exigentes y organizados, más que estar meramente inscritos en centros fáciles y faltos del nervio de la disciplina vigorosa y consciente, dispensados del esfuerzo que os hace hombres y mujeres capaces de pensar, de autocontrolarse, de sacrificio y de amor. Y sabed siempre creer y orar, es decir, responder al gran deber y a la gran felicidad de la vida espiritual y religiosa que os ofrece Cristo. Queridísimos jóvenes, la invitación se dirige a vosotros y a vuestros compañeros todos, esparcidos por los varios "campus" de la vida estudiantil.
Nuestra invitación se extiende asimismo a vuestros profesores. Bienaventurados los que gastan el tesoro de su existencia en aras del ideal de una educación buena, sabia y nueva.
También llega la invitación a las familias, interesadas ahora más que nunca en tomar parte en la palestra de la enseñanza no sólo como espectadores, sino también como colaboradores.
¡Viva la enseñanza!, a la que nosotros mismo y en primera fila contemplamos con sentimientos de deber, de admiración y de amor. Y a ella impartimos el don tonificante y portador de felicidad de nuestra bendición.
La Virgen está ciertamente con nosotros.
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