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PABLO VI

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 11 de septiembre de 1963

 

Queridos hijos e hijas:

Este es un momento de emoción y consuelo; y os agradecemos el que nos lo hayáis proporcionado con vuestra visita, que en todos sus aspectos aparece inspirada por una viva piedad religiosa y por una sincera fidelidad a la Iglesia de Cristo.

Tan edificante y consolador es para Nos este momento, que creemos y auguramos que sea hermoso y memorable también para vosotros. El filial homenaje que rendís al Papa, despierta también con toda certeza en vosotros sentimientos de fe y de gozo espiritual: vuestra mirada no se detiene en nuestra humilde persona, sino que busca detrás de ella a aquel a quien Nos representamos; busca a Cristo, y ve en El a toda su Iglesia, a toda la humanidad por El redimida, toda la historia de la salvación del mundo; y encuentra en ella un puesto asignado a cada uno de vosotros.

Es, por tanto, un momento de grandes ideas, de intensidad espiritual, de viva experiencia de la realidad religiosa de la fe católica.

Momento completo y feliz pero breve y pasajero.

¿Podrá durar este momento, o será también fugaz y vano, como tantos otros de nuestros días?

Este instante singular, esta hora bendita debe perdurar. En el recuerdo, desde luego. Pero ha de perdurar también con otros efectos, que esperamos sean saludables; debe perdurar en el propósito de verdadera y auténtica vida cristiana, perdurar en la fidelidad a la santa Iglesia, nuestra madre y maestra, perdurar en la oración por nuestra salvación y la del mundo, por el próximo Concilio ecuménico y por la paz, durar también en el afecto filial al Papa, que paternalmente os asegura el suyo.

Y augurando que este momento sea fecundo en duraderos y benéficos frutos espirituales, os impartimos ahora nuestra bendición apostólica.

 



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