Index   Back Top Print

[ ES  - FR  - IT ]

PABLO VI

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 24 de mayo de 1978

 

El ministerio pastoral de los obispos

Nos proporciona alegría y nos honra la presencia en esta audiencia general de la semana, de todo el grupo de participantes en la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana, con las personas agregadas, presididos por el cardenal Antonio Poma, arzobispo de Bolonia; a él y a cuantos le rodean dirigimos un saludo respetuoso y cordial. Expresamos nuestra complacencia por la comunión eclesial que de este modo se hace visible aquí oficial y espiritualmente, y nos ofrece excelente ocasión de admirarla en la plenitud numérica y moral de su conjunto y en el momento de su manifestación operativa de cada año; nosotros mismo nos sentimos feliz de formar parte de esta comunión eclesial no sólo como Pastor de la Iglesia universal, sino como Obispo de la Iglesia romana.

Pensamos que esta presencia que destaca entre la muchedumbre de visitantes presentes en esta audiencia general, nos ofrece el tema de nuestro habitual discurso, tema que ahora trataremos con suma brevedad.

Nos referiremos ante todo al hecho singular y espléndido de que la asamblea del Episcopado italiano documenta y hace patente la unión canónica de la Iglesia en Italia.

Recordamos todavía cuánta importancia histórica y moral atribuía el cardenal Giovanni Mercati, tan llorado y muy digno de ser recordado, a dicha unión canónica, que no existía anteriormente y que ahora es resultado casi imprevisto de los acontecimientos de la historia civil de este país, madurada en su destino providencial.

Además, es deber y consuelo nuestro hacer notar que la Conferencia Episcopal Italiana ha adoptado, sobre todo después del Concilio, una estructura connatural, acertada y prometedora, aún antes de tener estatutos legales; con órganos de acción diferentes y cualificados, con programas concretos y sistemáticos, con ahorro de muchos proyectos costosos y particulares en favor de planes unitarios más sencillos y difusivos.

A quien ha dirigido y organizado la actividad central de la Conferencia Episcopal Italiana debemos un aplauso lleno de gratitud y nuestros votos de que siga creciendo esta actividad sistemática y eficiente; al talento paciente y disciplinado del cardenal Poma y de sus colaboradores expresamos de manera especial nuestro agradecimiento fraterno en nombre de todos.

Diremos luego que el diagnóstico de la situación religiosa del pueblo italiano, heredero de una formación religiosa excelente, pero quizá ya un poco cansada y rutinaria, ha llevado a revisar los métodos y los instrumentos de la religiosidad popular.

Una revisión bastante delicada y difícil, sin terminar aún, pues estamos esperando, por ejemplo, el Liber Pastoralis, prometido por la Conferencia y muy deseado por el pueblo cristiano. Pero el hecho merece alabanza y atención; la educación religiosa, fiel a la Tradición y renovada con espíritu de amor al don inestimable de la Revelación y con su capacidad inagotable de expresión didáctica, sitúa a la Iglesia en camino de nuevo desarrollo. También en este punto nos sentimos obligado a agradecer el trabajo realizado y a manifestar nuestros votos mejores para lo que queda por hacer.

No prolongaremos nuestro discurso apologético de las tareas que corresponden a los Pastores de la Iglesia italiana; ya las conocen ellos: en el campo de la instrucción religiosa, primer deber; en el de la práctica religiosa, sobre todo en la formación litúrgica y en el canto sagrado colectivo; en el campo de la cooperación en la promoción social; en el de la educación católica: escuelas, oratorios, formación de adultos, etc.; la familia, en particular, y todavía más etcéteras.

Hermanos en el Episcopado: Qué alegría y qué confianza nos da saber que estáis todos a la escucha de la voz nueva, nueva siempre, de la Iglesia, y que os consagráis con entrega generosa a vuestra función pastoral. ¡Arrimo! Que Dios os bendiga.

Y vosotros, fieles que nos escucháis, ¿ya os dais cuenta de que estas palabras son también para vosotros?

Pero no podemos dejar pasar una ocasión como ésta sin aludir a las dificultades especiales que encuentra hoy el ministerio pastoral.

¿Quién no percibe el avance de la marea creciente de negación religiosa?

Primero la indiferencia, luego la crítica, después la aversión anticlerical y antirreligiosa. Ahora el pluralismo equívoco, que corroe todo compromiso espiritual y moral incluso. ¿Dónde está el pueblo cristiano, no sólo fiel a la observancia de algunos preceptos, sino vigoroso, vivo, feliz de creer, de orar y de profesar amor fuerte a Cristo, y capaz de llevar su cruz con El?

No podemos dejar de proclamar el deber de la fidelidad conyugal en la familia, deber mayor todavía después de que se ha dado al divorcio legal la posibilidad de realizarse impunemente.

Asimismo no podemos olvidar el deber de todos, y de nosotros los Pastores especialmente, de deplorar la legislación permisiva sobre el aborto: qué afirmaciones morales deberemos hacer otra vez sobre la intangibilidad sagrada de la vida humana ya desde el seno materno; y qué cuidados discretos y a la vez eficaces tendremos que prodigar a la madre desgraciada que se ve tentada a suprimir el ser vivo, nuevo y sagrado, que palpita en su seno. Problemas de hoy que deben acrecentar nuestra caridad al ser mayores las posibilidades ofrecidas al delito contra una criatura inocente e indefensa.

Problemas de hoy éstos que se añaden a otros sin número ni medida y hacen grave, cada vez más grave, el deber pastoral y la responsabilidad sobre el Pueblo de Dios y sobre el que no es de Dios oficialmente, pero sin embargo es nuestro siempre.

A pesar de ello, invocando a la Virgen y a nuestros Santos, nos despedimos de vosotros y os bendecimos con estas palabras de Cristo: Nolite timere. Ego sum (Jn 6, 20). No debemos temer. Cristo está con nosotros.

Con nuestra bendición apostólica.


Saludos

En la Basílica Vaticana a los peregrinos de lengua alemana

Queridos hijos e hijas: Con vuestra peregrinación a la Ciudad Eterna, a las tumbas de los Apóstoles, simbolizáis en cierto modo el incesante peregrinar de todo el Pueblo de Dios. Todos somos peregrinos, y Cristo es nuestro camino y nos muestra la meta. El mismo nos asegura, en relación a su resurrección y su ida al cielo: "Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros" (Jn 14, 3). El Pueblo de Dios, que es la Iglesia, está constituido por hombres que se encuentran unidos en la fe, en la esperanza y en el amor a Cristo y le siguen en su camino hacia el Padre. Renovemos, pues, aquí, ante la tumba de Pedro, nuestra fe en Cristo y que se renueve también nuestra fidelidad en su seguimiento. El día de Corpus Christi, que celebramos esta semana, nos debe recordar cuán cerca está Cristo de nosotros en la Iglesia. En la Santa Eucaristía se nos hace tan concreto y tan realmente presente, que podemos recibirle a El mismo en persona y tomarlo como alimento para nuestra peregrinación por la tierra. El ser cristiano urge a estar con Cristo y a caminar con El hacia el Padre. Tened, pues, queridos hijos e hijas, una profunda devoción a la Eucaristía, participad muy intensamente en las celebraciones litúrgicas de vuestras comunidades y preparaos siempre para recibir dignamente la comunión, mediante la práctica del sacramento de la penitencia. Haced hoy este firme propósito, que cordialmente acompañamos y confir­mamos con nuestra bendición apostólica.

En la Sala Nervi

Llamamiento por la paz en Zaire

Ante la gravedad y el dolor de los hechos que han afligido estos días la zona de Shaba (ex Katanga), en el Zaire, África, nos sentimos obligado a manifestar nuestro sufrimiento al ver tantas víctimas civiles inocentes de toda raza y color, que han perdido la vida trágicamente.

Nuestra preocupación y amor de padre se dirigen a todas las poblaciones que han sufrido, y en especial a los sacerdotes, misioneros y religiosas que han dado gran prueba de valor, celo y generosidad entregándose sin descanso al ser vicio de los hermanos, fieles a su misión de mensajeros del Evangelio.

Os rogamos que elevéis con nosotros una oración de sufragio por estas víctimas, pidiendo a Dios fortaleza y ayuda para todos los que han padecido violencias, humillaciones y privaciones de todo género.

Quiera escuchar el Señor nuestra súplica dando a esta región y a toda África la paz, condición primera de toda vida de sociedad auténtica, del progreso verdadero y del desarrollo integral del hombre.

(A la Asociación de Educadores Beneméritos Italianos)

Dirigimos un saludo cordial a un grupo de consejeros y socios de la sección romana de la Asociación nacional de Educadores beneméritos. Hijos queridísimos: Os agradecemos el propósito que os ha movido a tomar parte en esta audiencia general, es decir, el de manifestar al Padre común sentimientos de amor profundo y afecto respetuoso, y pedirle el don de su bendición. Deseamos deciros que apreciamos vivamente y con gratitud todo cuanto habéis hecho con "inteligencia de amor" y con laudable abnegación a lo largo de los años en favor de tantos muchachos y jóvenes; y a la vez deseamos que vuestro ejemplo encuentre siempre muchos imitadores, y que al mismo tiempo vuestra Asociación se inserte con eficacia cada vez mayor en la vida nacional, para contribuir a su elevación cultural y moral. Confirmamos estos deseos con la bendición apostólica que habéis pedido; con complacencia os la damos a vosotros, a vuestros compañeros y a vuestras familias.

(A algunos dirigentes de la Soberana Orden Militar de Malta)

Tenemos el deber de dedicar un saludo especial a los dignatarios y representantes de la Soberana Orden Militar de Malta, que están celebrando una reunión en Roma. Vuestra misión, excelentísimos señoras y señores, que es ante todo misión de caridad, es muy conocida de todos y grandemente apreciada por quienes se han beneficiado de vuestra asistencia y de la ayuda de vuestros equipos sanitarios. Haciéndonos intérprete suyo, os agradecemos vuestra generosidad. Estáis estudiando ahora el modo de hacer más funcionales aún los organismos de la Orden y de acrecentar las relaciones, particularmente a nivel de Organizaciones internacionales. Nos complacemos en exhortaros otra vez a sacar de la vida de fe y de la oración el modo mejor de realizar vuestro servicio. De todo corazón os bendecimos a vosotros y a vuestros seres queridos.

(A un grupo de ochenta japoneses, católicos y budistas, pertenecientes a la Asociación de "Volunteers Probation Officers", que se ocupa de la rehabilitación de presos jóvenes)

Muy cordialmente acogemos a la Asociación japonesa de Volunteers probation officers. Tenéis una misión muy alta que cumplir en vuestro campo de actividades. Nos gozamos al saber que basáis vuestra actuación en principios religiosos que tratan de responder a las necesidades más profundas y a los anhelos más recónditos del corazón humano. Pedimos a Dios que os bendiga, y bendiga vuestras actividades.

(En español)

Amadísimos hijos e hijas: La presencia en este Aula de los miembros de la Conferencia Episcopal Italiana nos depara la ocasión de decir unas palabras acerca de las dificultades que encuentra hoy el ministerio pastoral. Ese ministerio debe afrontar con frecuencia la ola de negación del factor religioso, la indiferencia, la crítica y aversión anticlerical o antirreligiosa, además del pluralismo equívoco que corroe el compromiso espiritual o moral. ¿Dónde está el pueblo cristiano, fiel a la observancia de los preceptos, sólido en la fe, en la plegaria, en el amor a la cruz? No podemos menos de reafirmar aquí el deber cae la fidelidad conyugal, a pesar de la existencia legal del divorcio; ni podemos dejar de deplorar una legislación que permite el aborto, violando la intangibilidad sagrada de la vida humana. No obstante todo ello, os repetimos las palabras de Cristo: "No temáis; soy yo". No temamos. Cristo está con nosotros. Con nuestra bendición apostólica para vosotros y cuantos nos escuchan por radio.

 

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana