MENSAJE DEL PAPA PABLO VI
PARA LA VII JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
Los medios de comunicación social al servicio de la afirmación
y promoción de los valores espirituales
Venerables hermanos,
queridos hijos e hijas,
y todos vosotros, hombres de buena voluntad.
Es la séptima vez que celebramos la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales. Queremos invitaros a reflexionar con nosotros sobre el tema elegido para la celebración de este año: "Los medios de comunicación social al servicio de la afirmación y promoción de los valores espirituales".
Las más altas aspiraciones del hombre
Durante siglos el hombre ha ido buscando lo verdadero, lo bello, lo bueno. A través de esta búsqueda se ha ido esforzando en penetrar el Absoluto y ha querido expresar esta relación con su Creador, a menudo, mediante la oración y el sacrificio. Ha esperado en una vida más allá, y esta esperanza de inmortalidad ha influido en sus actitudes y comportamiento en el mundo. Con variado éxito, igualmente ha buscado procurar la justicia y libertad, la solidaridad y el amor fraternos. También el hambre ha deseado ardientemente la paz en su interior, en su familia y en su comunidad. Estos y otros valores espirituales de la humanidad han constituido una herencia, transmitida de generación en generación como un tesoro propiedad de todos.
Esta herencia es, además, una forma especial de responsabilidad de los cristianos, ya que el Evangelio ha confirmado estos valores espirituales y ha extendido su sentido y aplicación. Cristo mismo, con su vida, al morir y resucitar de la muerte, ha añadido significado a la vida de cada hombre. El ha inspirado al hombre sentimientos más elevados y le ha hecho consciente del hecho de que es llamado y realmente es, hijo de Dios, al hacerle partícipe de su Espíritu Santo (cf. 1 Jn 3, 1; 2 Cor 2, 3).
Iluminada por la guía de Dios y singularmente rica en experiencia de los hombres, la Iglesia sabe y proclama que la verdadera promoción del hombre, el verdadero progreso de los pueblos, sólo puede ser realizado cuando tienen su debida afirmación los valores espirituales que responden a sus más altas aspiraciones.
La Iglesia, mensajera de los valores del espíritu
La Iglesia ha recibido, en efecto, la misión de afirmar los valores espirituales del entero mensaje cristiano. El Señor ha pedido a la Iglesia que lleve este mensaje hasta los confines de la tierra (cf. Act 1, 8; Mt 28, 19). Sus Apóstoles predicaron el amor de Dios y del hombre, el perdón y la reconciliación, y proclamaron un mensaje de paz. Salieron por todas partes y se sintieron reclamados por los enfermos y los oprimidos y, como su Maestro, llevaron la exultante Buena Noticia a los pobres (cf. Lc 4, 18). Y del mismo modo la Iglesia a través de los tiempos ha venido comunicando estos valores y promoviendo iniciativas para el desarrollo de los pueblos, iniciativas que miran y abrazan a cada hombre y a todo el hombre (cf. Populorum progressio, 14). La Iglesia, debe, por tanto, afirmar todos los valores de una vida verdaderamente humana, mostrando al propio tiempo que nuestros corazones no encontrarán su verdadero reposo hasta que descansen en Dios.
Los cristianos han dado testimonio en toda la historia, con su vida y a menudo con su muerte, de los valores espirituales sostenidos por ellos, en cuanto hijos de Dios destinados a la vida eterna. Los grandes mártires de Roma han encontrado en cada cultura sucesores que han testificado en sí los valores que hacen de la vida un valor auténtico y que muestran el verdadero sentido de la muerte. Por una feliz coincidencia esta Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales coincide con la festividad de San Carlos Luanga y compañeros mártires, los cuales estaban seguros de los valores espirituales en los que creían y, al aceptar libremente morir por sus convicciones, mostraron hasta qué profundidad pueden quedar asumidos los valores del espíritu. Estos hijos de África son honrados hoy por el mundo entero porque supieron afirmar los valores espirituales con sus propias vidas.
Cada cristiano, de cualquier edad y condición, como estos valerosos santos, debe dar testimonio con el ejemplo de su vida y estar a punto para mostrar las razones de la esperanza que mora en ellos (cf. 1 Pe 3, 1). Y siempre ha ocurrido así.
Afirmar y promover los valores espirituales
Una de las más grandes bendiciones de nuestro tiempo es el progreso tecnológico y el gran avance conseguido en las comunicaciones sociales. Ahora, como nunca había ocurrido, los valores espirituales pueden ser afirmados y difundidos entre los confines de la tierra. La maravillosa providencia de Dios ha reservado este prodigio para nuestro tiempo.
Pero los hombres de buena voluntad sienten inquietud al ver cómo estos medios de comunicación social son usados, demasiado a menudo, para contradecir o corromper los valores fundamentales de la vida humana y producir la discordia y la maldad (Communio et progressio, 9). Los abusos y consiguientes perjuicios que causan son bien conocidos. La difusión de ideologías falsas y la excesiva preocupación por el simple progreso material frecuentemente trastoca lo que concierne la verdadera sabiduría y los valores permanentes.
El apostolado de las Comunicaciones Sociales
Lo que hoy pedimos es una acción positiva por parte de los católicos, y especialmente de aquellos comprometidos profesionalmente en los medios de comunicación social, para difundir en toda su plenitud los valores del mensaje vivificante de Cristo haciendo resonar el universo con sus convicciones, con la voz de su fe y con la Palabra de Dios. Esta es, en verdad, una importante vocación y un gran servicio al mundo. Y les llamamos del mismo modo a una completa asociación con todos los hermanos cristianos y todos los hombres de buena voluntad de cualquier país para afirmar de manera eficaz los principios comunes de los cuales depende la dignidad del hombre. Vamos a pedir a todos los que trabajan en la comunicación social que hagan la crónica del sacrificio y dedicación que se da en el mundo, que den a conocer el bien que abunda, y el dinamismo, entusiasmo y generosidad que tanto se da hoy, especialmente entre los jóvenes.
Sabemos que son muchos los profesionales de estos Medios que, llenos de buena voluntad, arden en el deseo y la determinación de poner estos instrumentos, neutros en sí mismos (cf. Communio et progressio, 72), al servicio de sus semejantes. Nosotros pedimos a todos ellos que renueven su propósito a fin de transformar los llamados Medios de masas en relucientes antorchas y poderosos faros que iluminen el camino de la única felicidad verdadera. El mundo necesita ver la afirmación de los valores espirituales en expresiones concretas. Aquellos que tienen en sus manos la comunicación social, en todas sus expresiones, deben llegar a este fin. El lenguaje de la imagen y de la letra impresa, de la luz, música y sonido debe ayudar a llevar el mensaje de la bondad, la belleza y la verdad. Prensa, radio, televisión, cine, teatro y publicidad deben ser utilizados plenamente para esta misión de llevar el precioso mensaje al mundo.
Así como los medios de comunicación social afirman y promueven los valores espirituales de una humanidad siempre empeñada, ayudan a preparar el día en que tendrá lugar una nueva creación, en el cual la paternidad de Dios será universalmente reconocida y la fraternidad, justicia y paz prevalecerán. Y al pediros este esfuerzo, queremos ofrecer la expresión de nuestra gratitud a todos los hombres de buena voluntad que se esfuerzan en brindar esta ayuda. En esta consideración, queremos expresar nuestro profundo aprecio a todas las emisoras de radio y televisión, así como a la prensa, que presentan las noticias sobre la Iglesia y la Santa Sede y su misión esencial de afirmar y promover los valores espirituales. De modo especial agradecemos a nuestros hijos e hijas de la Iglesia católica que, a través de un eficaz uso de los medios de comunicación social y mediante la mayor dedicación a este apostolado, colaboran con nosotros en la difusión del Evangelio(cf. Flp 1, 5).
Para obtener el éxito del gran programa de esta Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales -"Los medios de comunicación social al servicio de la afirmación y promoción de los valores espirituales"-, invocamos la asistencia de la Palabra hecha carne y, en su nombre, os impartimos nuestra bendición apostólica.
Vaticano, 1 de mayo de 1973.
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