DISCURSO DEL SANTO PADRE PABLO VI
A LOS REPRESENTANTES DE LA FEDERACIÓN NACIONAL
DE LAS ASOCIACIONES DE FAMILIAS NUMEROSAS
Sábado 14 de diciembre de 1963
Con emocionada alegría os damos nuestra bienvenida paternal, queridos hijos e hijas que, esta mañana nos traéis el afecto de todas las familias numerosas de Italia. Pues al recibir a los distinguidos representantes de la Federación Nacional de las Asociaciones de Familias Numerosas, y a las dos Asociaciones, romana y lombarda, nuestro corazón se abre para saludar a todas aquellas familias cuya fecundidad, coronada por una magnífica diadema de hijos, es una evidente demostración de su profunda y animosa concepción de la familia y de fe vivida y consciente.
Vuelven a nuestro pensamiento las amables ocasiones de nuestras gratas reuniones en Milán con la Asociación lombarda, que aquí vemos hoy representada por su presidente y por un nutrido grupo de miembros, y nos es grato recordar que siempre nos quiso tener informados de sus preocupaciones y proyectos, de sus deseos e intenciones, con el fin de realzar y enriquecer energías tan preciosas y queridas. Hoy se renueva ese consuelo, porque junto a los amigos de otro tiempo vemos a los amigos de nuestra diócesis romana reunidos en su Asociación, y también a la Federación Nacional y a su presidente, que tanto conocemos y apreciamos.
Hijos queridos: Esperáis una palabra de alabanza y de aliento del humilde Vicario de Cristo, ¿y cómo no pronunciarla, conociendo tan bien vuestra posición en la sociedad, las dificultades y las pruebas que encontráis, las aspiraciones y los ideales que os animan? Vuestra presencia en el mundo es un testimonio de fe, de coraje, de optimismo; es un acto de confianza vital y total en la Divina Providencia, y una exaltación elocuente de los valores más elevados y santos de la familia, y una prueba de recta conciencia moral en una sociedad y en un momento que presentan síntomas tan alarmantes de egoísmo, de indiferencia, de hedonismo tacaño y con frecuencia conformista con unas costumbres decadentes.
Vosotros tenéis una grande y compleja misión a realizar; defender, juntamente con otras beneméritas iniciativas nuestras, la institución familiar, con la sagrada e inviolable solidez de los sentimientos y de los vínculos que la constituyen; honrar a la familia en su primaria finalidad, de ser fuente bendita y fecunda de la vida humana; ayudar los hogares donde la prole es numerosa y precisa particulares cuidados y solidaridad social; sugerir al legislador que dicte peculiares providencias jurídicas aptas para reforzar los núcleos domésticos en su orgánica y natural cohesión y en el cumplimiento de su misión educativa; ofrecer a la sociedad el ejemplo y la apología de familias ejemplares, que en la abundancia misma de los hijos ejercitan virtudes humanas y cristianas de profundo valor, y saben con frecuencia manifestar las más profundas y maravillosas expresiones de amor mutuo, de piadosa religiosidad, de afecto incomparable y de verdadera felicidad.
No dudamos, por tanto, en comparar vuestra actividad en la sociedad moderna con la levadura de la parábola evangélica, que, aunque pequeña y de poca apariencia, hace fermentar la masa (cfr. Mt 13, 33), invadiéndola y levantándola; por esto queremos manifestaros nuestra simpatía paternal, animándoos a que continuéis con perseverante confianza el camino que a una con vuestros hijos recorréis; camino a veces áspero y difícil, pero también bendecido con muchas satisfacciones humanas y, sobre todo, con copiosas gracias celestiales, que os preparan una luminosa corona en el cielo.
¡Animo, queridos hijos e hijas! Estamos junto a vosotros con nuestra oración diaria, para que el Señor siempre os acompañe con su tierno y providencial amor, que os sostenga en el cumplimiento de vuestros deberes de educadores y formadores de conciencias, ayudándoos a superar las pruebas, confortándoos siempre en todas las horas de vuestra vida.
E invocando para vosotros los dones continuos de su paz, a todos os impartirnos, a los aquí presentes, a vuestros seres queridos, a vuestras Asociaciones y a todas las familias numerosas de Italia, nuestra propiciadora bendición apostólica.
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