PEREGRINACIÓN DEL PAPA PABLO VI A TIERRA SANTA
PALABRAS DEL SANTO PADRE
A SU LLEGADA AL AEROPUERTO DE ROMA
Lunes 6 de enero de 1964
Volvemos con el corazón rebosante de una intensa emoción y traemos grabadas para siempre en nuestra mente las imágenes radiantes y conmovedoras de los Santos Lugares, que nos hablan con una elocuencia sobria de la vida de Jesucristo, de sus sufrimientos y de su amor.
Nos hemos querido que nuestro viaje a Tierra Santa tome la significación de un reencuentro particular, ferviente y ardiente con Cristo, que ha proclamado altamente ante la faz del mundo la realidad sublime y la universalidad de la redención que el Divino Salvador continúa realizando por medio de su Iglesia, Al volver a pisar el suelo de Italia, donde Pedro llegó un día para su noble misión de regeneración, Nos podemos decir que hemos sido fieles a nuestro compromiso.
La liturgia de la fiesta de la Epifanía nos hablaba hoy con una gran claridad, que desde Jerusalén se esparce por el mundo y triunfa de las tinieblas: “Levántate, resplandece; he aquí tú luz, que sobre ti se eleva anunciando la gloria del Señor, mientras que las tinieblas se extienden sobre la tierra y la oscuridad sobre los pueblos. Sobre ti se eleva la gracia del Señor y su gloria aparece sobre ti. Las naciones caminan hacia la luz y los reyes hacia tu naciente claridad”.
En el seno de esta divina claridad hemos efectuado nuestro viaje de oración y de penitencia y Nos hemos rogado para que esta luz resplandezca con más fulgor sobre el mundo, cuyas inquietudes, incertidumbres y terribles congojas provienen de que ha querido rechazar y apagar esta luz. Hemos de repetir que sólo en Jesús se encuentra la salvación. Es en su mensaje de verdad, de bondad y de amor donde se halla contenida la respuesta a todos los problemas que surgen. En la libre aceptación de su voluntad reside la paz del mundo.
Por esto es por lo que Nos hemos rogado, postrados sobre la piedra desnuda del Santo Sepulcro, sobre el Calvario, en Getsemaní, en el Cenáculo y en Nazaret. Sobre la gruta de la Natividad en Belén hemos pedido para todos los hombres de buena voluntad el don de la paz, de una paz verdadera y durable. Que el Señor colme nuestros buenos deseos y que El haga surgir en el camino de su humilde Vicario frutos de santidad, de justicia y de verdad para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación, a fin de guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
En este momento, nuestro pensamiento agradecido se dirige hacia las autoridades de los Santos Lugares, que han hecho tan fácil y llevadero nuestro viaje, sin ahorrarse ningún esfuerzo para hacer más agradable nuestra breve estancia en la Tierra Santa. Va también dirigido a las florecientes comunidades católicas de los patriarcados latino, melquita, maronita y armenio y a los hijos de San Francisco, tan meritorios en razón de su presencia secular sobre la tierra de Jesús; a todos nuestros hermanos en Cristo, que nos son tan queridos y cuya presencia en los Santos Lugares revive en Nos la aspiración de la unión deseada.
Agradecemos igualmente a las autoridades italianas que después de haber querido saludarnos en el momento de nuestra partida, nos hacen ahora más intensa la alegría del retorno, testimoniándonos el afecto de los queridos hijos de Italia y de Roma. Es también para nosotros motivo de gozo expresar nuestra viva satisfacción a los dirigentes y pilotos, así como al personal de la compañía aérea, que se ha prodigado para conseguir el perfecto éxito de nuestro vuelo.
Como expresión de nuestro conmovido sentimiento, abrazamos en este momento, con amor paternal, a todos los pueblos por los que hemos pasado y a todos aquellos que nos han acompañado mediante el pensamiento y la oración, mientras que una vez más concedemos de todo corazón a la familia humana la bendición apostólica.
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